Esa canción iniciada a lo lejos
un camino atraviesa pedregoso,
aligera su paso perezoso,
se afana en alcanzar los altos cejos.
Allí resuenan los sonoros dejos
de la siringa de Pan, dios celoso
de las náyades hermosas, jugoso
Daimon tal vez por sus patas de chivo,
esa canción engaña con sus sones
modulados con capricho. Parece
sonido afable y mal taimado ofrece.
Oculta el daño con risueños dones.
Se oye el concierto con placer furtivo.
José Luis Molina Martínez
Calabardina, 8 diciembre 2012
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