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VIENTO DE DESPEDIDA
Para mi prima María Luisa
Viento de despedida, este que mueve
nuestros cabellos y la hierba frágil.
Cerca, el dolor de pálidos rastrojos
languideciendo al sol sin sus espigas
que fueron voz de luz, otras mañanas.
Las colinas acuden a su duelo
y no hay gota de flor que las dilate
una muerte por siglos esparcida:
yacen bajo las nubes, osamentas
de gigantescos monstruos, calcinadas.
Y más cerca de mí, los girasoles,
-última hornada del muriente estío
que en tallos delgadísimos se ofrecen,
como doradas tortas, a la vista-.
El viento los columpia entre las hojas
y finge en la rizadas coles, lunas.
Mueve luego estos álamos amigos
de cimbreantes troncos y altas ramas
alzadas al azul en suave canto.
Sus hojas, por el talle suspendidas,
tiemblan ante la muerte que se acerca,
llenando el aire claro de sollozos
y su verde en adiós derrochando.
Nos envuelve también el viento triste
a las dos, que en cercana despedida
disfrutamos la sombra de los tiemblos
con lentitud de claustro en nuestras almas.
Arroyo niño nace entre nosotras
y corre por los tréboles sencillos
y con su risa atrae los ruiseñores.
A su paso, campánulas de grana,
chirivitas rosadas y azulinas
se aduermen con la esencia de su cauce.
(Fragmento del poema perteneciente al libro ÉGLOGA)
Ilustración: Margarita P.
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