Cuando el ángel del licor oscuro se hace óvalo azul, la poesía parece el pan del desterrado. Te invito al banquete a sabiendas de que es sólo un festín de palabras y sentimientos más o menos ocultados, alguna vez exteriorizados, siempre íntimos.
viernes, 27 de abril de 2012
DONDE YACEN MIS LIBROS
Seguidos los senderos abiertos por el sismo
se comprueba, pues, que todo lo igual es lo mismo.
Poco importa, qué más da, seguir el vericueto
que esconder la mirada y buscar días de asueto
para no echar la realidad en el bolsillo
y aceptar que el futuro es roto como un ladrillo
que en pie se mantuvo de milagro y trajo ruido,
polvareda y muerte, aunque parece algo fluido
porque la frente se impone a la lágrima arcaica
que pugna por abrirse paso ante la paranoica
situación hecha cascotes, vándalos ocultos
en las paredes sombrías, antes leda, estultos
estupores ante la tragedia maldecida
mil veces mil. Parece agonía concebida,
mas, si así fuera, habría antes que matar los dioses
que vivir la noche inoperante sin adioses
profundos, soportados desvelos y dovelas,
colocado el corazón entre sutiles telas.
Hoy vuelvo a lo que fue mi estética morada
que si no feliz, al menos llevadera, espada
fuerte la guardaba. Abastada de óptimo libro,
aparecen ahora por el suelo. Así vibro
porque yacen ajenos a mi afán: los grimorios
quedaron en su hueco, ordeno oscuros responsorios.
Visto el ilustre descalabro, la luz apago.
la cancela cierro y unos vinos por ellos pago.
Calabardina, 27 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez
Ilustración: (a) Carlos Díez de Tejada (1897-1958). En el bar (1924-1925). Óleo sobre lienzo.
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