Fotografía: (c) Belén Molina |
ITIMAD SE OCULTA
Y AMOR OPRIME EL ALMA
Y AMOR OPRIME EL ALMA
Extraño
sabor a lágrimas sinceras
mientras
el sueño se acaba al sol
del
alba que tirita. Modela tu cuerpo
la
soledad de la hora estremecida.
Ninguna
fantasía es posible si los
cristales
dejan pasar el tono rosado
de
la mañana y el despertador ya
ha
sonado como ejecutor justo de la
sentencia.
Así comienza el malhumor.
Me
salto la rutina y abro el libro de
Hagerty.
Al-Mutamid está triste por
la
ausencia de Itimad. Sólo busca
la
flor de su sexo, aunque lo disimule
con
palabras bellas. Todo muy idílico,
gacela,
gacelita mía. Menos mal que
no
especifica si la gacela es cazada
por
el depredador. Cierro el libro
cuando
leo aquel verso último:
"Haz
lo que acostumbras". Y obedezco
la
orden, que no ruego. En ello estoy.
Busco
un rito con el que cumplir ese
ansia
que jamás quita la sed, jamás
se
calma, jamás se colma, jamás
rebosa
por el borde del alma jamás
satisfecha,
jamás contenta, jamás
llena
de misterio, jamás perfeccionada
en
sí misma. Llegas hasta tu destino
y,
de pronto, acaba aquello y vuelta
a
tu origen, al centelleo de las lucecitas
que
aparecen tras los ojos cerrados
cuando
los párpados son un límite
al
desborde, al deseo de que todo
concluya
en aquel feliz momento.
Es
un enigma breve, terciopelo idílico
cuya
caricia es un suave aroma de vida.
Mas
pronto todo es otra cosa, otro velo
sobre
los ojos cuya mirada penetra
hasta
el incierto horizonte real. Y sigues
buscando
entre los platos sucios de
anoche
y las hojas secas del hielo de
anoche.
Son cuatro las matas que aún
perduran
tras esta gélida temporada.
Saldré
a la calle Tranquila como refugio
para
mis ojos garzos por si allí hallara
cuanto
hoy sería experiencia, sabiendo
que
no, que no está en ella el sosiego
del
alma abandonada a los deseos cortos
de
febrero. Es una búsqueda infructuosa.
Nadie
queda a la orilla escuchando el furor
de
la marina potestad. El viento esconde
el
silencio y castiga con exactitud los árboles
del
invierno severo, palmeras incluidas.
Todo
es un eco de amor. Quizá sea mejor
amar
un recuerdo que ansiar un amor
no
correspondido. Si no hay posesión
sólo
eres un ser solo. Itimad también se
oculta.
Y el aroma del café me devuelve
a
la cocina y a pensar en ese mar que veo
desde mi ventana como si fuese una gárgola.
desde mi ventana como si fuese una gárgola.
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