lunes, 5 de agosto de 2013

ITÁLICA SERÁS DESPUÉS QUE MUERAS 14


PÁGINA DE MI DIARIO
Inunda la luz el lento movimiento
de la marina voluntad. Perenne
ida hacia lo eterno, continuo regreso
a la cotidiana estancia de la pesada
pesadumbre, del bullicio mañanero, cuando,
abiertas puertas y ventanas, se oculta
lo oscuro de la noche, nacen flores viejas
en búcaros nuevos llegados del mercado.
Luego, se hace la penumbra, la rosa rociada,
única que abre su herida por la que muere
a poco tan llena de alegría, de ser contenta,
de perfumar esclava. Canta el pajarillo
en su jaula prisionero. Los ruidos infantiles
en la escuela. La paz se incluye en la mirada
azul que se cierne sobre el cofre y la colada,
sobre el mar salobre y su arribada al cantil
del día que crece y aumenta claridad sonora
y silencio luminoso en los límites del habitáculo
de la costumbre de estar en soledad momentos
sobrios sobre el descanso sosegado del ángelus
sembrado de destellos. Cuánta historia
pasajera en la memoria, qué de claros devaneos
mientras transcurre la historia de las décadas
vividas en contacto con la velada sombra
en la que arde la personal historia y triste,
en pebetero que cimbrea la llama
y el hálito y la lumbre y la pluma
que aletea sobre la estancia pobre
de lujos temporales, abundosa
en palabras de escondido esoterismo,
mientras los signos señalan estado
intenso, arrobado en la mismidad
creyente en la dulzura del sosiego,
sagrado eslabón de lo inmutable.
Es el huerto así labrado, cárcel de amor,
sueño desvelado, silencio puro, árbol
de sombra, nube estable, canción sencilla.

José Luis Molina
Calabardina, 6 agosto 2013

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