jueves, 24 de febrero de 2011

JACINTO HERRERO ESTEBAN




Las navidades de Jacinto Herrero Esteban (II)


1974

¡Cómo no amarte tanto, Ávila;
cómo no ser agradecido!
¡Cómo pagar el oro antiguo,
moneda en lluvia deflecada

por este sol que ya es recuerdo
en la esmeralda de tu valle!
Tenue tu viento en el adarve
mi ensueño hinche, vividero:

Yedra en el musgo, entumecida,
tu barrio en ruinas que recorro;
zaguanes, patios, viejos pozos,
pinas callejas retorcidas.

Zocos moriscos y judíos,
enjalbegadas portezuelas
que al sol destellan en hilera:
cercado limpio y labrantío.

Doradas, leves, las iglesias
románicas, abajo. Torres,
arriba, linajudas. Pobres
arrieros. Viejas que musitan

sus cuentas de perdón. Chiquillos
que a voz en risa gritan vida.
Ciudad de tanto cielo. Vivas
siempre. ¡Cómo no amarte, dilo!

Y sé que un día, de la muerte
vas a liberarme, si te llamo:
si ya no hay tiempo y a tu lado
me acojo siempre, siempre, siempre.


Jacinto Herrero Esteban


Ancianos tomando el sol, al pie de las murallas,
el día 28 de julio de 2004.
Jacinto Herrero Esteban y José Luis Molina Martínez.

miércoles, 23 de febrero de 2011

JACINTO HERRERO ESTEBAN



Las Navidades de Jacinto Herrero Esteban (I)

PREFACIO

Antecedentes
Allá por el año 1975, concluí un llamémosle ensayo, que ninguna de las editoriales a las que acudí quiso publicar, titulado Sacerdotes Poetas, en el que incluía a Jacinto Herrero Esteban y por ahí comenzó nuestra amistad. Quizá fuesen malos años para los poetas, quizá no viesen bien los editores, en época de transición, dedicar un apartado, dentro del general de la poesía, para introducir en él a los sacerdotes-poetas, como si de una raza especial se tratase. Pero era un fenómeno interesante, tanto que recogí ciento cincuenta y cuatro nombres. Detrás de esos nombres había personas, poetas y sacerdotes. Y muchos de ellos escribían muy bien. Pienso pues que no eran buenos tiempos para la lírica, menos para la sacerdotal. Aunque tampoco hay que olvidar que, en el fondo de todo, pudo ocurrir que no estuviese el libro bien estructurado, o que fuese muy simplista, inmaduro el autor, o no estuviese, y esa sería la causa definitiva, bien trabajado el texto. Todo pudo ser. De todos modos, lo conservo, como guardo, la verdad no sé bien dónde, poemas originales, manuscritos, compuestos, en algún caso, para esta ocasión, como alguno de Fray Justo Pérez de Urbel, que voy a tener que buscar y poner a buen recaudo antes de que mis descendientes, a mi fallecimiento, los tiren a la basura por ignorar su contenido, su origen y su destino. Algún antologado se enfadó conmigo, como si la culpa hubiese sido mía, en el fondo lo era, o no hubiese tenido interés en que se publicase. El mismo Jacinto Herrero Esteban, en su felicitación de 1975, me decía: “No he visto tu escrito sobre los curas-poetas”. Nunca vio la luz. Y tampoco he podido reparar el posible daño (literario) que les pude ocasionar a los que iban a ser incluidos en la antología frustrada.
Desde 1974, Jacinto Herrero Esteban ha venido enviándome sus tarjetas de felicitación navideña con un poema, que a mí siempre me parecía magnífico, y unas letras autógrafas, único contacto que hemos mantenido durante años, aunque al principio hubo un esporádico carteo que más tarde se fue espaciando excesivamente, quizá porque mi temática literaria era completamente distinta a la de Jacinto Herrero Esteban o porque cada uno se dedicó a lo suyo. En 1976, viajé a Ávila y tuvo lugar mi conocimiento físico del poeta. Le anuncié otra visita en 1982, que no llegó a efectuarse, aunque él me esperaba. Mea culpa, porque no le comuniqué la supresión del viaje, sin que tampoco fuese yo quien decidió su anulación. Creo que en otra ocasión, en la que estuve en Ávila con alumnos, cogí un taxi y me acerqué a su casa unos minutos. Pero tampoco estoy seguro. Sin embargo, nos une su poesía. Y el año 1991. Porque en él falleció su madre y la mía.
Me sorprendió la llamada de Carlos Aganzo para pedirme una colaboración para un homenaje a Jacinto Herrero Esteban. ¿Un homenaje en vida? No sabía nada de sus enfermedades, pues su discreción no le permitía comunicarme su feble estado de salud. No pude asistir al homenaje brillantemente celebrado, que para eso se organizó. Sí envié mi pobre pero sentida colaboración. En ella, indicaba yo mi deseo de hacer lo que ya es una realidad.
En julio de 2004, durante los días 26 y 27, estuve con él el tiempo que ha sido necesario para hablar un poco, buscar los libros suyos que me faltaban y que generosamente obsequió –no están en las librerías abulenses- y darle forma mentalmente a este trabajo. A la vuelta misma de Ávila, me puse a ello. Es lo menos que se merece un amigo, un poeta, un docente, a la par que sacerdote, es decir, otro modo de entender y practicar la vida y la poesía.

La circunstancia humana
Sólo como modo de ubicación temporal anoto, para los que no los conocen, los datos biográficos de un Jacinto Herrero Esteban que nace en Langa (Ávila) en 1931. Estudia Bachillerato en Valladolid y se ordena sacerdote en 1956, tras pasar por el Seminario Diocesano. Trabaja en Managua. Más tarde vive una temporada en la Trapa de Getsemaní, en Kentucky (USA) Ya de nuevo en España, 1959, desarrolla su ministerio en Madrigal de las Altas Torres y Monsalupe (1961). Estudia en la Universidad Complutense de Madrid, en la que se licencia en Filología Románica (1965) El año anterior había estado en Italia -Universidad de Perugia- estudiando literatura italiana. Desde entonces se ha dedicado a la docencia; 31 años ha permanecido en el Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación de Ávila, tratando de educar al tiempo que enseñaba literatura. Hoy vive jubilado en lucha con la enfermedad que valientemente ha superado. Es una experiencia viva y viviente, un consumado lector, un amante lúcido de su ciudad, un hombre solo que camina entre el granito gris de sus amados rincones abulenses.

La circunstancia literaria
El contingente literario acumulado con los estudios y su propia inclinación natural hacia la poesía le hacen fundar, en 1964, la colección poética El Toro de Granito, que aún dirige, y alcanza el nº 28, lo que indica o las dificultades que tiene para mantenerse, a pesar del prestigio que acumula, o la ninguna periodicidad impuesta por el mismo director. Posiblemente mejor esto último. Ello nos habla de su exigencia.
Perteneció al equipo de redacción de la revista Reseña, que abandonó en 1975, y fue componente del equipo Ámbito Literario de Castilla y León de Valladolid. Ha colaborado en la sección literaria de La Prensa (Nicaragua), Nuevos Horizontes (Nicaragua) y Estaciones (México) Abundan también sus colaboraciones en las revistas españolas Poesía Española, Cuadernos Hispanoamericanos y Rocamador.
Obra literaria.
Poesía:
El monte de la Loba. El toro de granito, nº 2. Ávila, 1964
Tierra de los conejos. Rocamador, nº 61. Palencia, 1967 (Había sido Premio Rocamador 1965)
Ávila la casa. Álamo nº 7. Salamanca, 1969 (Había sido Premio Hogar de Ávila en Madrid 1969)
La trampa del cazador. Adonais, nº 314. Madrid, Rialp, 1974
Solejar de las aves. Bilbao, 1980. (Edición ilustrada por M. A. Espí, limitada a 100 ejemplares)
Los Poemas de Ávila. Solejar de las aves. Ávila, Institución Gran Duque de Alba/Excmo. Ayuntamiento de Ávila, 1982
Noche y día. 1985
La golondrina en el cabrio. Premio Editorial Anthropos 1992. Barcelona, Anthropos, 1993.
Analecta última, Ávila, Los pájaros de Zeuxis,2003
La herida de Odiseo (Premio Fray Luis de León de Poesía, 2004)
Grito de alcaraván, antología a cargo de José Luis Molina,Madrid, Vitruvio, 2006.

Prosa:
En Ávila; sin ira. Ávila, Telar de Yepes, Institución Gran Duque de Alba/Excmo. Ayuntamiento de Ávila, 1991
Ávila en el ’98. Ávila, Diputación Provincial de Ávila/Institución Gran Duque de Alba, 1998
Escritos renovados, Ayuntamiento de Ávila, 2008.

La circunstancia psicoliteraria como expresión del yo
Es imposible conocer la experiencia vital de una persona porque el interior siempre es velado, por muy explícito que sea el poeta, para proteger la propia intimidad. Pero si, nacido Jacinto Herrero Esteban en un medio rural duro, llega al dominio del lenguaje, entiende el proceso creador y profundiza en la interioridad, en la espiritualidad, es sin duda dueño de una sensibilidad afable que le hace sentir el ritmo y la medida, que le hace valorar lo estético, lo sencillo, lo permanente, las cosas diarias que escalona, mitiga, ahonda y trasciende. Todo ello procede de su propia preparación, de sus múltiples y varias lecturas, humanistas o no, pero reflexivas, meditadas y asumidas. Por su inclinación hacia lo literario habría que preguntarle, pero su respuesta diferiría poco de la que intuyo: es poeta porque eso lo lleva dentro. Y lo ha cultivado.
No es muy común en nuestros días que un escritor se incline hacia la poesía y en ella permanezca, a pesar de atesorar una prosa límpida, tersa, diáfana y clásica, como se puede comprobar en sus ensayos. Pero así ha hecho Jacinto Herrero Esteban y a la poesía ha permanecido fiel. Quizá a una clase de poesía que no es producto de una moda pasajera, consecuencia de una tendencia a la que pronto sustituirá otra, sino afecta a la palabra, a su medida, a su ritmo, a su galanteo. Pero esta poesía permanecerá siempre, se podrá leer pasado el tiempo. Cuarenta años han transcurrido desde su primer libro y ahí queda.
Expuestos escuetamente los elementos biográficos y literarios públicos que nos sirven para concretar su andadura humana, tanto en su vertiente profesional, como en la de escritor, más importante para mí, ni siquiera voy a exponer mi opinión sobre su persona para no hacer una exégesis que saldría amistosa. El que lo conoce sabe como es y el que no sólo ha de leer su obra, una obra digna, yo diría que excelente, que, sin embargo, no ha tenido esa difusión mayoritaria que hubiera permitido a un público más amplio paladear la palabra al tiempo que profundizar en unos conceptos prístinos que nada tienen que ver con modas o criterios más o menos banales. Para hacerse de sus libros, hay que vivir en Ávila o tener algún amigo que te los envíe. Si es que los encuentra porque casi todos están agotados. O tener amistad con el poeta y que él mismo sirva de librero. Así que es un privilegio tanto tener su amistad, como leer su poesía. Y un tesoro poseer sus libros dedicados con letra firme (1974) o con la vacilante del transitoriamente débil (2004)

La circunstancia lectora
Creo en la posibilidad de leer la obra de Jacinto Herrero Esteban de dos maneras: según vayan cayendo los libros en las manos estetas del lector (así irá buscando los siguientes o los anteriores, porque es evidente la necesidad de reeditar libros no presentes en las librerías, bibliografía pasiva) o según la cronología de cada uno de ellos, si es que en alguna biblioteca se encuentran todos reunidos. Pero, para que no haya intervención alguna de crítico al uso, hecha siempre con la mejor intención, lo mejor es no leer ni siquiera las solapas de los libros. Con esto, no tendremos en cuenta cuanto nos dicen los intermediarios, porque cada uno tiene un criterio de lectura, una formación lectora, y, para leer con provecho, no hay por qué estar atento a determinadas influencias, sino agilizar cada uno su experiencia lectora y su cultura poética. Así pues, nos evitaríamos conocer que "su poesía se caracteriza por una expresividad clara y a la vez rotunda al servicio siempre de una temática en la que lo humano y lo religioso se enraízan en la tierra patria a la que siente y contempla con horizontes hondamente trascendentes", como se lee en la solapa de Tierra de los conejos. Tampoco nos interesa el que Ávila la casa represente “una variación importante” en su poesía. Con su simple lectura, conociendo los anteriores poemarios, el lector se da cuenta. La golondrina en el cabrio es “un nuevo modo de hacer o una nueva etapa en un camino poético que ya es largo, rico y diverso”. En la contraportada de este libro, se nos indica, acertadamente supongo, las varias etapas e influencias recibidas. Desde la hispanoamericana (es pensable que al publicarse sus primeras composiciones poéticas en las revistas que se gestionaban en los seminarios mayores, en las que, por tanto, primaría el elemento religioso, su amistad en Nicaragua con Pablo Antonio Cuadra, y en Kentucky con Ernesto Cardenal y Thomas Merton haya influido en su modo de entender y practicar la poesía) e italiana (quizá por su estancia en Perugia o porque existen unos poemas relacionados con poetas italianos), pasando por una desnudez de la enunciación poética hasta llegar a “mirar y remirar el mundo y el vivir de los hombres con los ojos de los muertos y los propios para volver a enunciarlo y a sentirlo como nuevo”.
Todo esto, sin dejar de ser verdad, nos sugiere la necesidad casi imperiosa de leer estos poemarios que poseen, sin duda, carácter evolutivo, sin premisas algunas, pues el fruto de la lectura sería más profundo. Y, una vez impresionado el lector por el corpus poético de Jacinto Herrero Esteban, proceder a la enumeración de cuanto ha vivido durante la lectura y conformar uno mismo así su propia teoría como receptor de un mensaje multiforme y variopinto, siempre sólido en su base y evolucionado según la experiencia del poeta se renovaba con las nuevas lecturas y con su devenir cronológico.

Mi experiencia de lector de la poesía de Jacinto Herrero Esteban
Si se quiere utilizar el criterio recién acabado de señalar, se debe abandonar en este momento la lectura de esta introducción a un libro no pensado en verdad por su autor, Las Navidades de Jacinto Herrero Esteban (1974-2010), pues, a continuación, expondré mi experiencia lectora global tras la lectura pausada, repetida desde años, meditada, de cuanto es para mí la poesía de Jacinto Herrero Esteban, a pesar de haber leído recientemente La golondrina en el cabrio, Analecta última y Noche y día, por este orden, es decir, los primeros de modo cronológico, el resto cuando me han sido facilitados por el propio poeta.
Creo que cada poema, cada libro de poemas, obedece a una circunstancia no sólo literaria sino vital. Pero a nada conduce pensar que El monte de la loba, “libro elemental y limpio” según su propia calificación, sea su estancia en Monsalupe, sino la expresión de las sensaciones que, según el lugar, el paisaje, el recuerdo o la vivencia, le hieren y fructifican en aquellos poemas en los que podemos encontrar lo que después serán los temas recurrentes de su poesía. Conocer la circunstancia sólo sirve para enriquecer la lectura, para entrar en el poema y desbrozarlo y hacerlo intimidad y experiencia sin tener que entrar en la del otro.
En Tierra de los conejos hay una épica que llega desde el origen hasta una ciudad –Ávila- y un lugar –Langa- para crear un conjunto humano en el que la vida vive en cada pájaro, en cada muchacha, en cada piedra, en la soledad del mismo poeta. Crea una intimidad con la palabra, surge de cada palabra un cosmos hecho de renuncias, de recuerdos, de experiencia. Y es un libro pleno de sencillez, palabra justa, sentido humano, con el calor preciso, con la ausencia imprescindible como sensación previa a una melancolía sosegada.
Posiblemente sea Ávila un lugar que genere poesía. Sí es cierto que la madurez del poeta regresa una y otra vez, desde su andadura por el límite de un espacio recreado, pero real, hasta la intimidad del retiro en el que el sosiego pone orden en la agitada estancia de los días. Ávila la casa sólo se puede escribir desde el amor noble a una ciudad, a un origen –Langa-, a una tristeza como hábito de la soledad del que siente. Y la vida palpita, la vida sencilla, la vida de aldea, refugio al que regresa el poeta tras la andadura vital. Y aquí comienza la crónica de los mitos simbólicos abulenses, la Santa, Teresa andariega, como testimonio de unos años no menos duros que los actuales.
La trampa del cazador cierra el ciclo. El sentido de la clasicidad, la interpretación de un momento histórico y literario que crea vida en la posteridad de una creencia, es la clave de este libro que debería haber sido reeditado en varias ocasiones. Teresa, Juan de la Cruz, Luis de León, salvaron la vida de la inquisición, de la persecución, de la envidia. La historia que comienza en Langa concluye en Ávila. Es el itinerario vital del poeta porque en él está su propio peregrinaje, su propia huida de la trampa del cazador, todo metafórico, si hubiese sido pájaro, ave señera. Todo es vida. Hasta la sagacidad con la que escapar de la propia trascendencia vital.
Los poemas de Ávila están tomados de los libros anteriores con el añadido de algunos inéditos por supuesto de gran belleza y plasticidad que siguen, en conjunto, las líneas marcadas con anterioridad. Solejar de las aves es un vuelo de palabras, tantas como hacen falta para describir sus curvas graciosas en un cielo intensamente azul o para decir sus nombres mientras se posan en las barbas de los santos, en las mitras episcopales, en la historia pétrea de una ciudad con solera: calandrias, picazas, alondras, oropéndolas, tordos, palomas, alcaravanes, verdecillos, gorriones…
La golondrina en el cabrio es otro cantar. Hay en él como un laicismo poético –Catulo anda presente-, sin perderse nunca de vista la fe divina –no es muy dado Jacinto Herrero Esteban a la expresión de su religiosidad, como si fuese obligado por su carácter sacerdotal- ni el sentido humano que alienta su escrito desde su primer libro. Es la Odisea, los dioses grecolatinos, pero también San Agustín, Santa Teresa, Quevedo, los que se pasean por este libro cultista, bellísimo, en el que no falta la cotidianeidad, el recuerdo materno, todo velado, todo sincero.
Breve poemario es Analecta última. No hay una temática definida. Son como hojas caídas del otoño recogidas tras la penosa enfermedad que lo ha debilitado y de la que saldrá cuando los rigores veraniegos de Ávila se hayan marchado hacia otro poniente más lejano y vuelva septiembre y regrese a Langa, lugar ahora de ausencias:

¿En qué lugar de los que habré vivido
quedará la memoria cuando muera
sino es en ti, que no eres sino ensueño?
Escondida mi infancia entre los hoyos
del pradillo, los muelos de las eras,
las tardes acortadas de setiembre,
la vuelta a casa siempre con cansancio.
Tu nombre señalado en piedra blanca
por días imborrables. El dolor
de mis muertos y la esperanza viva
entre el aprecio y el desprecio necio.
Volver a Langa por aquel sendero
abierto entre los trigos cuyo aroma
hermana con el mío otros destinos.

Pero la poesía de Jacinto Herrero Esteban, sus libros, leídos de modo cronológico a su aparición, preferentemente, no parece una poesía organizada en torno a una idea precisa y preconcebida, a pesar de que estén estructurados en partes diferentes. Hay que leer, al menos así lo he hecho yo, tal y como aparecen los poemas en el libro. Porque, al final, se comprobará, además de una evolución sensible y positiva en el oficio de escribir dada por la experiencia, tanto vital como lectora, la existencia de unos temas que son recurrentes, es decir, aparecen en todos los libros, aunque no del mismo modo, porque la textura creativa inventa otros recursos.
No es de esta introducción a un libro inventado, y por ende real, efectuar una recomposición de todos los poemas publicados de Jacinto Herrero Esteban según los temas que aparecen en sus escritos. Sí hemos de dar cuenta, según mi apreciación, de la existencia de un concepto mítico en su poesía que posee dos vertientes: una pagana más que laica, producto de su formación humanística, y la otra bíblica. No hemos encontrado, porque el poeta lo ha impedido, sino veladamente, signos patentes de una ascesis o expresión de sus relaciones con Dios, sin dudar ni un momento que es un hombre de gran exquisitez interior. Pero lo íntimo, la experiencia íntima y profunda, es mejor dejarla para uno mismo, que no anda el mundo precisamente ahora para experiencias espirituales públicas. En toda su poesía, pues, aparece una vertiente humanista junto a otra histórica; se unen en sus poemas lo biográfico con la cotidianeidad. Y lo que podría parecer ajeno a su obra: una actitud crítica contra el desarrollo incontrolado, el atonlondramiento de las gentes, la corrupción urbanística o la falta de interioridad. Es decir, en la poesía de Jacinto Herrero Esteban está el mundo, la vida, es una poesía de lo sencillo, de lo cotidiano, eso sí, contado con palabra hermosa, culta, expresión de su profundo conocimiento del idioma, aprendido no sólo en los libros sino en la calle, en los clásicos de los que Ávila abunda. No es un lenguaje prosaico o narrativo sino un lenguaje poético que utiliza, en ocasiones, los recursos de la prosa.
Entonces, resulta que la trayectoria poética de Jacinto Herrero Esteban es más temática que cronológica. Son preocupaciones temáticas constantes a lo largo de su obra que se reiteran y unifican. Es decir, la fecha de publicación, como se podrá comprobar a continuación, no tiene nada que ver con la de su creación. Así pues, podemos deducir con la lectura de estas felicitaciones navideñas que escribe poemas, los guarda y más tarde los incluye en un libro nuevo.

En definitiva, una antología sin pretenderlo
Cuando se vive fuera de Ávila, se tienen unos pocos libros del poeta preferido, no hay posibilidad de hacerse con ellos, y se recibe un poema al año, ese poema es alimento de amistad durante trescientos sesenta y cinco días. Como se comprobará enseguida, muchos de estos poemas figuran en otros libros suyos. Pero Jacinto Herrero Esteban, al imprimirlos para remitírselos a sus amigos ausentes circunstancialmente o lejanos, como es mi caso, ha pensado cada año qué poema enviar y con algún sentido lo habrá hecho. Ha resultado una antología seleccionada por el mismo autor con todas las garantías. Son treinta y un poemas los que la componen. Y el ámbito de su lectura dará otro sabor a los poemas incluidos en otros libros, aprovechando la oportunidad, pues no es tan fácil publicar, y presentándolos como inéditos. Muchos de ellos están escritos antes de incluirlos en el libro pertinente.
No son poemas, excepto alguno que otro, navideños según el sentido tradicional. Pero sí han servido como felicitación, como recuerdo, como lazo de unión entre Jacinto Herrero Esteban y los amigos lejanos. Es, pues, un nuevo gozo la lectura de estos poemas que, si bien no forman un conjunto unitario, sí son una representación del modo de escribir de un poeta al que admiramos y del que quisiésemos poseer su sentido poético, su dominio del lenguaje, su sencillez compleja, su actitud estética.

José Luis Molina Martínez

Por si no tengo tiempo de publicarlo o por si se me olvida -la vejez que acecha-, os doy a leer el último poema suyo que me ha llegado. No me lo envió en su día porque estaba enfermo el poeta


FRAY LUIS EN MADRIGAL

Estos días finales del otoño
llevaban a Fray Luis a su retiro
de lecturas y estudio. Vio las garzas
volar sobre una tierra ya esquilmada
-tierra que dio su fruto y que descansa
a la espera de un día en que despierte-
Será un signo de vida. Si contempla
lo pasado, no teme, está sereno.
Durará más su obra que los muros
que ahora le cobijan; pues nosotros
oímos todavía sus palabras
escogidas una junto a la otra
en la eterna armonía que buscaba
cuando dejó sus huesos en la tierra.


Jacinto Herrero Esteban
Ávila, 28 -octubre- 2010

Fotografías echadas por nosotros cuando en 2004 estuvimos a visitarlo. Carmen Jiménez con Jacinto Herrero a las puertas de Ávila.

JULIO MARURI, POETA Y PINTOR








En el año 1957, Ediciones Torrelavega publicó una ANTOLOGÍA de Julio Maruri que aún poseo. Vicente Alexandre le pone prólogo: La encarnación de Julio Maruri. Sus poemas están sacados de otros libro: Las aves y los niños (elegía), Los años (poemas)y Poemas de tránsito. Así que, cuando quería presumir de poeta, citaba a Julio Maruri. En este mismo libro, guardo un artículo de El País, 1983, que tiene el siguiente titular: Julio Maruri muestra su trabajo pictórico y literario en la Fundación Santillana. Y una foto suya mirando sus propios cuadros. Maruri nace en Santander en 1920 y publica su primer libro, Las aves y los niños, en 1945. En 1945, con Los años, obtiene un accésit en el Adonais que gana ese año José Hierro. En 1951, una súbita vocación le lleva a ingresar en el monasterio del Carmelo de Begoña. En 1963, decide no regresar a España y permanecer en Bruselas y después marchar a París. En la capital, pone su taller y se relaciona con los pintores franceses pertenecientes al movimiento Realité Nouvel. Vuelvo el recorte de prensa a su sitio y doy entrada a su poesía. La dicha Antología se abre a los lectores con un poema autógrafo:

ORACIÓN por los Poetas

Hijos tuyos, salidos de tu diestra,
no les pongas, Señor, a la siniestra;
mas, por la sed que hubieron otro día,
refrigéreles hoy tu compañía,

pues si a veces su cántico fue opreso
por la melancolía o por el beso,
ve que fuera mirando hacia las fuentes
desde los arenales inclementes.

Válganles, pues, por obras sus palabras.
Válganles el dolor con que las labras.
No condenes, Señor, por infecundo,

su amor a la figura de este mundo,
ni esparzas, al juzgar según tus vías,
letras heladas y cenizas frías.
(Fray Casto del Niño Jesús, es decir, Julio Maruri, Carmelo de Begoña, 1956)

A mi madre

Me tienes niño todavía.
Me has de ver niño hasta tu muerte.
Hasta que ya cansada marches
hacia ese cielo de las madres.

Ya no soy niño, tú lo sabes.
Aunque tus ojos bajes, como
cuando era niño y los posabas
sobre las yerbas, por mirarme.

He ido creciendo con los días.
Ahora soy hombre, y tú lo lloras.
Me diste al mundo, en tu inocencia
-oh, limpia madre-, y a los pájaros.

Pero los pájaros van altos.
El mundo es duro, marcha ciego,
va sin miradas hacia el niño
que tú has perdido para siempre.

Niño que llora. Yo aquel niño.
Mi mano ausente de tu mano.
Oh, qué tristeza verte, madre;
madre sin niño, madre sola.

Pero yo canto. Yo no niego
esa niñez que me diste.
Pájaro soy,y vuelo, y trino.
Pueblo tu tarde, y vuelo, y canto.

Me tienes niño... todavía.
Hombre me tienes. Voy rozando
la transparencia de tu cuerpo,
niño en la tierra cuando canto.


ESTE es el mar. Aún me recuerda
aquella juvenil mañana.

Soy el de ayer. Aún me reciben
sus caracolas y sus flautas.

Este es el mar que me contempla.
Soy junto al mar su sombra amarga.

Aún en la playa están mis huellas,
las diminutas y lejanas.

domingo, 13 de febrero de 2011

De PUREZA CANELO a DULCE NADIE





Nos estamos haciendo viejos y escuetos. Al menos la escritura de Pureza Canelo, a quien nunca he conocido y a cuya lectura sigo fiel, dentro de como está la poesía actual, lo es: escueta, concisa, delgada pero prístina. Antes era el verso más largo, como más castellano. Ahora son necesarias menos palabras para elaborar conceptos que, al final, se convierten en sentimientos y/o emociones.

Iba yo de paseo por Águilas, que tiene una buena librería, y compré este libro que estoy leyendo... De ahí su presencia en la Cala. Sí, ha evolucionado la poeta y se nota porque este libro es de 2008. Han pasado, pues, 30 años al menos desde la publicación que ayer leíamos, 40 desde su primera publicación... La misma poeta lo dice en la contraportada: "El verso se decanta, la palabra se adelgaza con rictus de despedida..."

Cuando era joven y vivía en Benzal, amiga Pureza Canelo, te envié una tarjeta para que me la firmaras. Lo hiciste y la guardé. No sé en qué antro de mi memoria vivirá, pero, cuando la encuentre, te lo diré. Quizá este muriendo dentro de algún libro plebeyo.

DULCE NADIE


Dulce nadie

Hermosa
soledad.
Dulce
material
que abrazo
sin rendirme.
Cauce
de plenitud.
Laberintos
del alma
visibles
para perdernos.
Hermosa,
alargas naturaleza
y vences.
En el amor
eres vértigo
y ambición de torre
en los álamos.
Tú.
Dulce nadie
en el lugar
de mis días
con versiones de lujo.
De tu mundo,
el paraíso.
De tu tela,
la fuerte
que abrasa más
de afuera adentro.
De tu vida,
la mía
que abres plena
para hacer fidelidad
de estas palabras.

Dulce nadie.
No me pierdas.
Ahora que bebo
un poco de fe
en tu mano.
Acoplada a ti,
no hagas brotar
más labios
de esta oración
que me acompaña
y hasta el alba
pierde y gana.
El alba, allí, otra materia
en disciplina
de ida,
que ya es.


El (c) es de P. Canelo y de Hiperión. El dibujo de la portada también de de P. (Canelo)

MORALEJA SE HACE HABITABLE PARA PUREZA CANELO




HABITABLE (Primera Poética), 1979, Colección Adonais, nº 304.

Por aquellos años, había leído yo más poesía que la que cabe en unas alforjas. Era fiel aún a mis despertares en busca de nuevos autores que me evitase leer los santones de la posguerra que no me atraían en absoluto y por eso no hay libros de estos chicos en mis estanterías.

Poema de nueve de diciembre de mil novecientos cuarenta y seis

ESTA costurera nació aquel día
con la sensación del mundo
que aún no mostraba su rojo paladar
en el peldaño creciente.
Pero esa mujer miraba desde abajo
el peso de los totales y hoy cree
que poema y hombre es labor de paciencia
y pasión
cuantas más mejor en carnes
que no se alcanzan
de meditar posesivamente.
Mientras los niños de su pueblo
rompían las cancelas de las puertas
y sujetaban al perro para orinarle
ella encendía la soledad
observando con aguja en rostro
su propia cabeza d tierra.

Sé que sigo viviendo en pasado
y que no será obstáculo para la existencia.
Ni lápiz que podrá gastarme
la broma de la nada.
Pero qué distintas se sitúan hoy las sillas
de mi corazón entonces valiente y colorado.
Si la plenitud puede conquistarse
sigo amando aquella torre entre cereales
del alma, de vanguardias del alma,
de barruntos tronchados después por todo.
Treinta años ya están aquí.
Qué viva, qué enorme la cautela en verbos
de esos años.
Qué pan de pueblo luciendo
el vestido de mi noche entera,
y enterada.

Sin embargo habrá que cuidar
que el poema del pasado no decaiga
en fosa parecida a la del poema
del amor sentido.
Ironías de mi oficio acostumbrado
trotador a morir con sangre levantada.
Huyendo de la invasión, del canto
del cisne porque nunca supe convocar
los caramelos astutos de la venta
poética.
Ni he sabido que mis alambres
sirvan para vosotros, tema que estoy codiciando
en Habitable.



Los (c) son de ellos, P. Canelo y E. Rialp. La foto de Pureza Canelo está en Internet y debe ser reciente.

sábado, 12 de febrero de 2011

PUREZA CANELO EN SU CELDA VERDE



Celda Verde

Aparece este libro, que le publica la Editora Nacional, en 1971. Pero, pasa como siempre, que las cosas no son como son sino como Dios quiere: este libro se escribió antes que Lugar común. No sé por qué esta manera de hacer poesía me iba en aquellas fechas, quizá porque yo venía de una fase en la que escribía al modo tradicional, aunque esa disciplina que se adquiere con el ejercicio de la poesía clásica favorece mucho a la hora de encontrar uno su propia voz o estilo. Pero, sobre todo, hace pensar y utilizar mucho la lima, o sea, escribir, guardar y corregir. Luego, poco a poco, la madurez me iba llegando...

Pertenecer al rostro

Estaba oyendo hablar de la tristeza.
Había escuchado un vuelo artificial entre sus libros,
sus celdas verdes,
y una rama solitaria que siempre hablaba
la primera.
También oía a mi cuerpo atravesar
sus saltos puros, su luz pastosa, fuerte, convencida.
Y me rebelé.

Se rebeló el mundo de repente,
mi boca se negó a cantar
ecos y fundas trasnochadas,
mi boca pasó de la tierra a los astros,
de la nada a la prisión del ave,
como si los días antiguos me lloraran.

Me lloraba también el rostro
pero he logrado pertenecer a mi rostro,
inventando
cortando
escribiendo a lápiz una charla íntima
de cielo y de preguntas.

Y he vuelto al misterio, no lo dudo,
este rostro distinto a cada día
donde una hora es disfraz
haciendo de figura cambiable
frente a la luz.


El (c) sigue siendo de Pureza Canelo y de la Editora Nacional, ya difunta. Eso sí, el libro me costó en aquel entonces 70 pesetas. Hoy he mirado en internet y en www.masoportunidades.com.ar se ofrece por 15 $ mientras en www.buscalibros.cl cuesta 47,86 €. Que Dios reparta suertes

viernes, 11 de febrero de 2011

EL LUGAR COMÚN DE PUREZA CANELO




LUGAR COMÚN

Cuando a PUREZA CANELO le dieron el Premio ADONAIS por este libro en 1970, yo estaba en todo mi furor poético lector y comenzando a escribir, algo que una circunstancia tras otra me impedía hacer, para mi desgracia. Aún no había regresado (yo) a Lorca y me alimentaba diariamente con un trozo de poema que aparecía en "Poesía cada día", que localizaba por las últimas páginas del ABC. Allí supe de esta poeta que entonces tenía 23 años. Me impresionó su atrevimiento lírico. Pero yo andaba refugiado en el bullicio de mi escuela rural en un lugar en el que sólo vivía lo que entonces constituía mi familia. Menos mal que Ovidio me entretenía y su poema era incluso la luz de la que no gozaba aquella casa no precisamente encendida. No era en verdad Benzal mi locus amoenus: Cum subit illius tristissima noctis imago...

Encima de mi mesa

Un puesto va avanzando
y trae nueces redondas
para que muchas manos se extiendan a la vez por ellas,
para cerrarse otra vez.
Es un trabajo de llenar con vitalidad el silencio
que me rodea y en parte me sacrifica el perfil
como un duende mío.
Tinteros, y postigos frente a la tarde que ya comprendo,
en ese sitio que no es del mar y avanza
y es mi tropezón de horas
a un lado de mi juventud
en el silencio y en la puerta.
Miro una escalera apuntalada en tablas;
los gatos suben muy bien por ella, muy mal,
mi esperanza de un poema no demasiado largo
pero abierto y sano como la campana
que me tiñe, me tañe,
en ese punto de hora y ruido de metal
que cumple con lo suyo.
Lo demás no me importa;
desde siempre enseñé mis armas,
la funda de mis armas por dentro,
cualquier locura mía de mes, de día, de pie en el día,
de silencio formándose en mi espalda
y en mi frente
con las mismas células, y se convierte un monte en eso.
Estoy nadando en mi mar, valga o no la palabra mar,
y me soy necesaria como la luz, o la ruptura,
como la sombra de un árbol si estoy a su lado debajo,
o el beso de nadie, o es mío,
o no lo suelto,
o me dejo algo vencida para seguir haciéndome.

Saltando,
está el campo del mundo frente a mí,
enseñando él sus dientes, viéndole sus zapatos,
sus rostro de donde nazco
y nace mi confianza de amanecer
sumida en las lomas, en el campanario
como hechicero que vive entre el monte de peñas,
el dulce azúcar de la pastilla
colocada una vez en mi mano,
y ya para siempre es mi mano,
y mi amiga la existencia que me voy anotando.

(fragmento)


Ilustración: Portada del ejemplar que poseo de este título, el nº 279 de la colección.
(c) Pureza Canelo y Ed. Rialp. S. A.

sábado, 5 de febrero de 2011

SALVADOR DE MADARIAGA










OBRA POÉTICA

Cambiando de lugar algunos libros en este día magnifico de febrerico el corto, he localizado uno que no veía hace un tiempo. Se titula OBRA POÉTICA, su autor es Salvador de Madariaga. Lo editó Plaza & Janés en su colección Varia, en 1978, y yo lo adquirí en Águilas (Murcia), en 1983, como una anotación de mi puño y letra con mi firma lo atestiguan. Madariaga es un español más ignorado en la actualidad y desde antes de su muerte. Fue embajador de España en los EE. UU. y en Francia y delegado en la Sociedad de Naciones. Escribe poesía también en francés e inglés. En otra ocasión, pondré en La Cola de la Cala algún poema en estas lenguas.
==================================================================================

Júpiter a Dafnae

No pesaré sobre ti
más que la sombra del árbol sobre la yerba.
Grávida, empero, quedarás sobre las blancas sábanas.
De aquel instante fugaz
soñarás en tus largas soledades negras
y en tus breves albas diáfanas.



Ciprés

Oh suspiro vertical
que arrobado en verde anhelo
exhala la tierra al cielo
en éxtasis vegetal,
árbol espiritual,
un alma mística y santa
para hacerse humilde planta
ha encarnado en tu semilla
y el ansia con que se humilla
hasta el cielo la levanta.


Ánade

Ánade níveo que arañando el yelo
Terso con uña y ala, del constante
Instante vas cortando el anhelante,
Movido pecho con tu sesgo vuelo,

Iniciando otro instante y otro anhelo
Más, a cada aleteo que adelante
Ingrávido abre y cierra a cada instante
Su secreto de nieve, y aire y cielo,

Zahorí que moviéndote devoras
El mismo enigma que al volar resuelves,
Cándido amante que las blancas horas

En sábanas de nívea pluma envuelves,
Lecho de amor que la muerte depara...
¿Y si el amor a ti te asaetara?


RAPSODIA
La tarde

Larga la tarde abarca todo el espacio del silencio.
Sobre los campos tendidos al sol pasan sombras de nubes.
Caen los minutos, gotas gruesas de lluvia de tormenta.
La tierra densa exhala un vaho de pensamiento.
En el cielo azul navegan galeones blancos
con las velas redondas hinchadas por un viento imaginario.
Ávidos de cielo se disparan los álamos hacia lo alto
y el río humilde les lame los pies incólumes atados a la tierra.
Sonríe el sol que se muere sereno y meditabundo.
El campanario se yergue sobre la aldea
como un ciprés sobre la huerta que guarda y ennoblece.
Junto al río, la lavandera se sienta sobre los talones
y con la mano en el pecho y los ojos muy grandes, dice:
es la primera vez que veo la tarde

Ángeles vuelan ocultos en el verde azul del aire.
Bruma de pensamientos oscuros surge del río del alma
y se funde con la neblina del alma del río que el viento acuesta en el margen.
Ya se va, ya se va el rebaño de ondas rizadas
que el sol acucia con sus cayados de luces
Ya se va soñando abedules verdes y nubes blancas
y etéreas praderas azules.
Río abajo en el cauce del alma ya se va el rebaño de ondas
que el sol acucia con sus cayados de luces...
Ya se va soñando nubes blancas y álamos verdes
y esbeltos abedules
y etéreas praderas azules tendidas a secar en la tarde.