sábado, 12 de noviembre de 2011

MEDIO AÑO ES TODA UNA VIDA



Ayer, viernes 11 de noviembre de 2011, tuvo lugar en Lorca un homenaje a la ciudad y a las víctimas del terremoto del miércoles 11 de mayo de este mismo año. Me eligieron para expresar el sentimiento colectivo. Y esto fue lo que dije.  

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          Hay días en los que, al salir a la calle para emprender la tarea diaria, un negro presagio de que la jornada no va a acabar bien, nos embarga. Es como si una bruma grisácea nos echara el brazo por encima del hombro y, como si fuera una bufanda que intentara darnos calor, ánimo, compañía, nos aprieta tanto que, al final, hay que deshacerse de tan nefando abrigo, mientras un cierto malestar se adueña de nosotros. Así sucedió el 11 de mayo, a pesar de que el día apareció soleado, sonriente y bondadoso.
            Buenas noches, Lorca; buenas noches, amigos míos en la solidaridad y en el afecto. Deseo, si me lo permitís, en primer lugar, saludaros, deciros que siento como vosotros, más no, pero igual, los tristes sucesos del 11 de mayo. Queridos lorquinos como yo, queridos amigos míos de verdad, queridos vosotros que habéis sido lastimados más o menos duramente por el seísmo, porque, ¿quién en Lorca no ha sido dañado de alguna manera por el terremoto?, ¿quién no ha sufrido miedo, dolor, espanto, llanto por su situación y por la de los demás?, ¿quién no ha visto sus recuerdos enterrados para siempre?, ¿quién no es obligado a iniciar una nueva vida? ¿cuántos hemos visto derribar nuestras viviendas actuales o en las que críamos a nuestros hijos? Y ante nuestra inocencia, ante nuestro estupor, ante la impotencia que se siente, surgen las preguntas: ¿Por qué, pueblo mío, pueblo laborioso, pueblo anhelante, pueblo sombrío de tanto ocre llanto, pueblo lacerado en lo más hondo de tu esencia, en lo más extremo de nuestro yo de ufanos habitantes de esta tierra sangonera, te han herido? ¿Qué hacer? ¿A dónde concurrir? ¿Cómo consolar a este pueblo afligido, a esta Jerusalem de Gólgota amargo? Pero, nuestra sabiduría de hombres y mujeres arraigados en esta tierra de secano nos permite conocer que lo sucedido sólo es manifestación de la caducidad de todo lo terreno, como lo expone líricamente el poeta Quevedo:

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

            No tengo más remedio que dar las gracias a quienes me han convocado para este acto y me han hecho venir desde mi refugio de Calabardina, porque así tengo la oportunidad de expresar mis sentimientos, que son los de todos, incluida la Mesa Solidaria, ante vosotros, damnificados en ese día ruin, heridos en vuestro corazón, alterados por un ruido de segundos cuyos efectos van a durar toda una vida. No sé si mi compasión, o mi resignación, si mi participación en vuestros sentimientos sirve para algo, pero sí os comunico que lo que os digo es verdad, siento con vosotros, sufro con vosotros, padezco con vosotros, pido con vosotros.
         Quiero significar, por otro lado, que no he pedido favores para venir a esta plaza a conmemorar los seis meses del terremoto, pero tambien os debo decir que me alegro de estar aquí para compartir con vosotros los sentimientos que os embargan. Como también se me convocó para dirigir la palabra a mi pueblo cuando el atentado en Madrid, el 11 de marzo de 2004, maldito día 11, y lo hice, qué menos si soy nacido en esta tierra noble, trabajadora, austera, pero también dolorida, aterrada, necesitada. Si se me llama, si se me convoca, no pregunto, vengo y estoy con mis conciudadanos para compartir con ellos el dolor, el suyo primero. Y así continuaré actuando mientras exista, porque la vida es apenas un breve y veloz vuelo.
      Lorca ha sufrido un daño que puede ser irreparable. Lorca ha sido abandonada por los dioses del barroco y es bueno que se luche para que se pueda recuperar, como lo hará, gracias al trabajo de esta generación que va a llevar sobre sus espaldas el peso de una desgracia natural. Sin embargo, hay quien nunca va a ver, desde la tierra, esa Lorca nueva que pronto será una realidad. Tuvieron peor suerte y perdieron la vida Juana Canales López, Antonia Gallego Sánchez, Domingo García Vera, Raúl Guerrero Molina, Rafael Mateos Rodríguez, María Dolores Montiel Sánchez, Emilia Moreno Moreno, Pedro José Rubio Corbalán y Juan Salinas Navarro, a quienes Dios tendrá en su lugar y con cuyas familias lamento su pérdida.
         Pero en aquel miércoles 11, del que hoy se conmemoran los sies meses, hubo mucha gente que fue compasiva, que fue caritativa, que fue expresamente generosa y puso en peligro su vida para evitar que el caos lastimase más a los lorquinos y las consecuencias fueran mayores. Con temor a no nombrar a alguna concreta por desconocimiento, cosa por la que pido perdón si así fuera, he de agradecer, como lorquino, las ayudas prestadas por Cruz Roja, Cáritas, Scout, Policía Local, Policía Nacional, Guardia Civil, Unidad Militar de Emergencias, Bomberos, Funcionarios municipales, ciudadanos en general, empresas, instituciones, entidades y personas que han hecho llegar sus muestras de afecto y generosidad a través de la mesa solidaria. En el corazón de esta ciudad estará siempre su recuerdo. A nadie más se cita, ni parece necesario, porque, todos los que faltan, están cumpliendo seriamente su obligación y sólo necesitan aliento, acierto y capacidad de trabajo.
       Es tan señaladamente inteligente nuestra ciudad, este pueblo trabajador, sano, tranquilo, cariñoso, caritativo, de buen corazón, que, desde el instante mismo del terrible suceso, puso manos a la reconstrucción de su ciudad y, aunque con numerosos problemas, con dolorido sentir, con las disconformidades propias, es algo que, poco a poco, se va a ir viendo. Lorca debe recuperar muy pronto su aspecto de ciudad moderna, ciudad puntera, ciudad fabril, ciudad de suelo grato, ciudad llave segura del reino, como reza su escudo.
         Hay que apretar los dientes, hay que sortear las dificultades, hay que unir voluntades para que la obra que se necesita, para la gestión obligada, para lo que nadie va a hacer por nosotros si nosotros desfallecemos, sea objeto obligado para la renovación, para la creación de una nueva ciudad que pueda parangonarse con otras y, sobre todo, que solucione sus problemas estructurales, empresariales, culturales, para siempre. Lorca es más que un deseo, Lorca es más que un lugar encumbrado. Lorca es el lugar en el que vivimos y de ahí el amor que le tenemos y que vamos a demostrar en una situación tan desmesurada como es la que se está padeciendo.
          En nuestra estancia lorquina, en delicia se convierte la prédica serena, la tertulia bajo el porche de la Plaza de España, donde la sombra de la torre altiva observa la nobleza del cabildo frontero, la leyenda de Elio y Crota a la esquina adosada, ocre testigo de los devaneos de aquellas damas de despedida efusiva y atrayente, habitante en su sombra acogedora. Mientras, la ciudad adolece malva soledad de campanas, infausta muerte de esquinas pétreas y monumentos seculares, arrojadiza almena, amicales placetas para el vino. Es una calle andariego misterio de los pasos oscuros por la vida, sufragio de amigos, aderezada estancia en balcones de flor celeste. Ausente, menos belleza reside. Amor escasamente compartido, triste hace los días y el mito de la urbe.
            Lo que ha hecho la ciudad en este tiempo, el comportamiento ejemplar de los distintos estamentos ciudadanos, cómo el pueblo ha sabido reaccionar e iniciar una reconstrucción que se nos antoja dura de ejecutar, es algo que será reconocido eternamente y que será un escudo más a colocar en la ciudad como homenaje a todos los que van a dejar su esfuerzo y pusieron lo que tenían que poner para que del daño fuese el menos el que nos afectase.
       No puedo menos de concluir con un fuerte abrazo a las lorquinas y lorquinos que han sufrido y sufren esta situación para la que la Naturaleza nos eligió. Hagamos frente a las consecuencias fatales y que en unos pocos años todo cuanto ahora es ruina sea lugar de bien estar, lugar de encuentro, lugar de recuerdo. Ese es nuestro deseo porque es un deseo racional, prudente y sabio. Hasta entonces, hasta que todo sea una bella realidad, un abrazo. Con vosotros queda mi solidaridad y mi afecto. Y las gracias por acudir a este recuerdo que, iniciado con tristeza, concluye en la esperanza de su solución.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 12 noviembre 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

ACASO NO SEA POBRE HERENCIA



He sellado con extrema dificultad el rito,
pues conozco mejor mi pasado que cuanto
sucede al otro lugar de la calle tranquila.
Si digo ha llorado todo el día el bóreas
generoso, créelo y sabrás por qué ahora
los cristales te ofrecen, mientras miras
el poniente de la tarde, violáceo y creta,
la huella del grisáceo mar que acercaba
su enfado hasta la deshecha playa apostada
en el silencio de mis pasos, mientras las aves
escondían sus picos en las palmeras verdes
y se mecían al vaivén de los vientos grises
que se allegaban según se mira al islote
en el que se escoraron las barcas guiadas
por las gavinas que iban a guarecerse, lentas
y de feo vuelo, al otro lado de Cope, donde
las oquedades escarpadas son refugio
para la soledad de la lejanía de los peces.
No sé qué vendrá mañana desde la prora
aventurera de las cólquidas naves lejanas.
Pero ya entiendo el susurro del sueño
en la soledad de los pasos salobres mientras
las clámides aguardan el paso de la última
nube, cuando la oscuridad me pone la mano
en el hombro y se pone a andar junto a mí,
que acabo de alcanzar el sosiego del soneto.
Surcando la mirada,  escucho el suspiro sobrio
que espera mi cercanía como si fuera hoy
el sol de mayo en este otoño inclemente de sal
y generoso de viento que llega hasta la cumbre.
Todo esto es cuanto hoy te puedo acercar
al porche donde se une el daño y la edad
como si todo fuese un santo advenimiento.
Pero la sombra de mi duda prolonga la ufana
perversión de lo que mañana será tu propiedad.

José Luis Molina Martínez
4 noviembre 2011

miércoles, 2 de noviembre de 2011

ANADIÓMENA NO RESIDE EN LA COLA DE LA CALA



Los que llegan de amanecida, húmedas
las guedejas y rostro, habrán sus nombres
olvidado cuando, ledos, se acuclillen
a gustar el aroma del mar para sus manos
enriquecer con el salobre viento que hoy
del suroeste arrecia, traidor lebeche,
que cimbrea las palmeras y cierra
los cristales, garvino arenoso de tantas
y tantas tierras pasajero transeúnte.
No sabrán nunca qué países les habrán
dado habitáculo digno, ni en qué tribu
habrán orado a los benditos dioses propicios,
ni qué caminos terreros agostados habrán
seguido, raudos, por si alcanzaban a ver,
¡oh dicha perseguida!, cómo, acuosa,
la Venus surgía del ponto y la argentina
ola levantada buscaba embellecer
la cola de la Cala agradecida,
no sé si por vivir en ella muero,
no sé si merezco tener en ella
mi morada rosada o azul según la aureola
del sol de la tarde más allá del islote.
Ni Anadiómena ni el último amor
furtivo apareció por lado alguno.
Nadíe sabía por qué dirección de la rosa
debían buscar, siempre algo procede del sur.
Si los hados heraldos hubieran sabido...
Apeles le daba color a su cuadro en el balcón
de la calle tranquila y nadie la pudo mirar
aquel negro día del rapto en la Academia.
Mientras, la barca de los calamares
ardía de luz por si los cefalópodos fríos
se arrimaban a su ascua, y eran el pan
que llevar al templo sereno del hambre
diaria, peligro que no cesa ni en los idus. 
Dejaron los bienvenidos, prima luce,
sus lúbricos caprichos nupciales entre
los arbustos olorosos de la breve ladera
cadenciosa, cándida el alba melosa.
Asediaban la orilla marina para preguntar
a quien quisiere, piadoso, atender,
por dónde tenía por buena costumbre
la Venus nacarada aparecer a la atónita
mirada de sus fieles que la buscaban
cuando, su sangre alterada, sacralizaba
reverente la frágil actitud predadora
de los que creían en la verdad de todo aquello.
Después lo contó: “vino por detrás,
me asió de los hombros, me dio la vuelta,
abrí los ojos asombrados y mordió mis labios
oreados, llenos de soledad marina y espesa
bruma grisácea, con olor a mandarina,
que acababan de gustar gustos anforinos.
Cuando la suavidad llegó a mi corazón,
ya no supe nada de la dicha prometida.
Estaba donde mi viejo nombre perdido.
De tanto en tanto, por aquí regreso,
enamorado, por si tuviera la suerte
de que me señalara la diosa o vestal
con su dedo garzo para gozar experiencia
tan notable que, si me la preguntaras,
no te sabría explicar, aún la siento,
como si mordisco menudo asaltara mi oreja
y el viento se llevara la flor de mi mirada.
Y para qué, pues con una sola vez, miles
solitarias noches, cerrados los ojos,
tendré sueños de amor agradecido
y tibio, pasadas todas las edades oscuras
del verano, como debe ser. Así sea".

José Luis Molina Martínez
2 noviembre 2011.
 A Mariano, por su constancia y fidelidad.
 


martes, 1 de noviembre de 2011

VINO DERRAMADO EN LA PLEGARIA

TOMAS TRANSTÖMER






PRELUDIUM
Despertar es un salto en paracaídas del sueño.
Libre del agobiante torbellino, se hunde
el viajero hacia la zona verde de la mañana.
Las cosas se encienden. Él percibe —en la vibrante
postura de la alondra— las oscilantes lámparas subterráneas
del poderoso sistema de las raíces de los árboles. Pero a flor
de tierra
—en abundancia tropical— está el verdor
con los brazos al aire, en escucha
del ritmo de una bomba invisible. Y él
se hunde hacia el verano, se descuelga por
el cráter cegador, hacia abajo
a través de grietas de edades verde-húmedas
palpitantes bajo la turbina del sol. Así es detenido
este viaje vertical por el instante y las alas se ensanchan
hasta ser la quietud del gavilán sobre aguas torrenciales.
Tonos desamparados
de las trompetas de la Edad de Bronce
cuelgan sobre el abismo.
En las primeras horas del día, la conciencia puede abarcar
el mundo
como la mano oprime una piedra entibiada por el sol.
El viajero está bajo el árbol. ¿Se extenderá,
después de la caída por el torbellino de la muerte,
una gran luz sobre su cabeza?

domingo, 30 de octubre de 2011

ALFONSA DE LA TORRE EN LA POESÍA CASTELLANA DE POSTGUERRA (Garcilasismo, misticismo panteísta y cripticismo simbólico) V

SI GARCILASO VOLVIERA...
LA POESÍA DE LOS VENCEDORES
Al analizar el fenómeno primera poesía de postguera o poesía de la primera postguerra [48], porque la dictadura se prolonga excesivamente en el tiempo y comprende otras etapas –tendía a traspasar el tiempo y el espacio y eternizarse, para desespero de muchos, entre los que incluimos a los de la España transterrada–, se observa cómo la etiqueta ‘poesía religiosa’, que más parece propia de otra época oscurantista anterior, cuando se intentaba mantener el totalitarismo político de Fernando VII y más tarde el integrismo religioso de la madre Patrocinio y el Padre Claret en la corte de los milagros, aplicada a casi todas las tendencias manifestadas en las híbridas revistas literarias que las comprenden o no, agrupa a una mediana cantidad de poetas cuya adscripción al marbete no es adecuada de ninguna de las maneras, al menos nosotros no los ‘encontramos’ en ella, y ellos debieron sentirse incómodos. Sobre todos los que se incardinaron en la poesía social [49], aunque desde ella tampoco atacaron, como parecía iban a hacer, los centros fácticos del poder político franquista, sin duda alguna por el temor a las consecuencias funestas utilizadas por la represión para que todos pensasen lo que decidían los vencedores: no había más necesidad de hacer otros mártires. La insistencia en destacar esta característica en la poesía primera de postguerra indica el afán político de unir esta poesía con la áurea, como se especificará a continuación, no porque los poetas practicasen la religión católica habitualmente y menos con alguna profundidad.
Félix Grande ha definido muy correctamente este tipo de poesía: “Entiendo por poesía social aquella que toma la decisión de constituirse en testimonio; testimonio, fundamentalmente, sobre realidades colectivas. […]. Puede decirse entonces que la poesía social es una necesidad de cultura motivada por la presión de las hostilidades de la realidad. La fraternidad, la denuncia de lo real hostil, el coraje, –acaso sean actitudes equivalentes– han constituido su principal proyecto. Su principal obstáculo, su propia exasperación” [50].
W. Silver deja entender cierta relación causal entre la tendencia social y la religiosa: “Desorienta la manera en que el estreno de la poesía social, injustamente calumniada hoy, coincide con la retirada de la poesía religiosa, y, podríamos añadir, casi en función de la endeblez de esta” [51]. Esta calificación empieza a desaparecer casi al tiempo de la aparición de los novísimos (1968), aunque esta promoción tiene otro significado.
Pero, como la Iglesia siempre fue compañera del Imperio y ahora, además, “la más destacada legitimadora y usufructuaria de la dictadura” [52] franquista [53], no en vano funcionaba Por el imperio hacia Dios, no sólo quedó en sus manos prácticamente la educación, sino que también exigía su cuota de práctica devota pública, por lo que proliferan los actos religiosos tradicionales –procesiones, rezo del santo rosario, misiones, ejercicios espirituales, retiros, entronización casera y pública del Sagrado Corazón de Jesús, adoración nocturna–, más propios del siglo XIX, y el auge, a partir de 1945, desplazada la Falange, de las asociaciones, como Acción Católica, Congregación Mariana, Institución Javiera, Institución Teresiana, Asociación de Propagandistas y el Opus Dei, que había aparecido en 1928, entre otras [54]. Esa colaboración seglar con una iglesia que había sido muy herida en los años de la guerra y que adoptaba una actitud colaboracionista en la postguerra los conduciría, sin duda alguna, a un estado de beatitud privilegiado.
 Con todo este adoctrinamiento y labor cultural de los grupos, con el que se busca una reconversión a lo divino y la creación de un ámbito espiritual, se creó un ambiente ‘religioso’ sui generis, al que ayudó la implantación de una estricta moral sexual que mantenía con dureza la doble censura, eclesiástica y estatal. La pequeña evolución que en este sentido se produce al acabar la segunda guerra mundial, obligó a replantear la actuación pública del estamente eclesiástico para obtener frutos inmediatos impuestos por medios propagandísticos y coercitivos por parte de los seculares adoctrinados a través de las intituciones religiosas: aumentaron sensiblemente los estudiantes de humanidades en los seminarios y el ingreso de mujeres en conventos y clausuras, aunque, casi siempre, de extracción social modesta, en cuyas familias había más necesidades primarias, siendo, casi al mismo tiempo de cultura menos sólida o, por mejor decir, de padres que necesitaban a los hijos en el trabajo, como medio de apoyo a una economía doméstica en muy mal estado, por no decir inexistente. De ahí la proliferación del estraperlo y el mercado negro.
Esta situación social propicia el cultivo de la poesía religiosa [55], escrita por curas o no, pues ya tenía su tradición literaria y piadosa, que se trasladó a la sociedad civil, quizá por una cuestión de supervivencia para la burguesía adocenada y colaboradora eficaz: la tranquilidad espiritual alcanzada mediante la práctica religiosa, devocional sin mayor trascendencia ni interioridad, era como una garantía de paz social. Considerado no tanto el número de poetas que quedaba en España tras el exilio [56] político-cultural [57], sino su calidad, dado que eran más jóvenes que los transterrados y no tenían, menos unos pocos, una trayectoria significativa, es fácil observar que, a partir del 1 de abril de 1939, prima obvia y únicamente la poesía de los vencedores [58] –no se permitía otra–, que utiliza como temas propios lo amoroso, lo religioso, lo clasicista y lo imperial (Escorial). Aunque esta situación duró poco tiempo porque las etapas se queman y el garcilasismo desaparece.
Si nos detenemos en estas consideraciones internas de Garcilaso y el resto de tendencias, cuestión a la que parece damos importancia excesiva, se debe a du interés, porque sirve para enmarcar la publicación del primer libro de Alfonsa de la Torre, Égloga, libro garcilasista en tanto en cuanto, dado que es el único, que con matices, se encuentra dentro de esta tendencia. Valoramos el conocimiento del entorno poético de la poeta pero también deseamos analizar cómo una mujer tan independiente y libro como aparentemente es la poeta viene a caer en un grupo denostado e ideológicamente falangista.
En ese mismo año de 1939, surge la poesía de la conciliación, de manos de Dionisio Ridruejo [59], y la poesía falangista (Ridruejo, Vivanco, Panero), que destaca por su intimismo. También podemos considerar la poesía desarraigada y existencialista (D. Alonso y V. Aleixandre) y la arraigada e impresionista. Y, cómo no, la existencial de los poetas de Espadaña [60], revista a la que calificaron de tremendista. El tremendismo es un tópico que manifiesta un estilo o una manera de ver la realidad, no es una incorporación del feísmo ni tampoco recurrencia de realidades violentas o crudeza conductual, más propias de la novela. Sí exponen la situación vital y ambientes opresivos propios de la conflictividad de la época [61].
El tremendismo es considerado por algunos críticos como una versión española del existencialismo o un aspecto del existencialismo español [62]. Si buceamos aún más, podríamos hallar otras tendencias más o menos coincidentes o concomitantes, cercanas en los límites, sin duda con alguna que otra característica diferente, agrupadora de otra minoría que, en el fondo, posee las mismas propiedades que las otras con algún matiz disidente.
Sería importante, a nuestro parecer, que, a pesar de los buenos análisis, unos citados ya, otros por hacerlo, y estudios hechos casi in situ, es decir, en el mismo momento en el que estaba sucediendo, pues los poetas eran críticos muchos de ellos y analizaban su propia escritura y su misma ideología, se procediese a una revisión bibliográfica con el objeto de hacer un buen manual de estudio, sin tener que salvar por ello todos los libros que tratan de este asunto: poesía de la primera postguerra. Otros momentos temporales de la línea poesía española de postguerra son pródigos en otros problemas a los que atenderíamos si hiciera falta. Pero, a nosotros, grosso modo, nos interesan sólo las tendencias más generales porque no investigamos la trayectoria del fenómeno poético postguerra (1939-1975), a la que nos acercamos, como ya hemos anticipado, para que el receptor conozca el entorno social y literario en que se desarrolló la obra de Alfonsa de la Torre, sino su poesía, y únicamente tratamos de situarla en su época [63] con el mayor número de datos que esté a nuestro alcance [64], aunque “su obra no encajaba en ninguno de los dos grupos por esencialmente original, tanto en el tema como en su envolvente formal tan denostado, vuelvo a decirlo, porque los componentes del grupo eran casi todos falangistas, eran vencedores. No respondía a las modas imperantes” [65], ni tenía parangon estilístico en ninguna de las revistas literarias de la época –Escorial, Garcilaso, Proel, Mediterráneo y otras–, ni en anteriores –Jerarquía, Vértice– o posteriores –Acanto, que sucede a Garcilaso, y Cántico–.
Podemos dejar anotadas una serie de características amplias que, sin constituir un esquema clasificatorio, aclara mucho cuanto se expondrá, sobre todo por su novedosa manera de hacer. En toda la poesía procedente de Juventud creadora, entre 1939 y 1946 al menos, encontramos cristianismo (una poesía sacra que contempla la Navidad y Cristo Crucificado como extremos devocionales para los católicos), amor (motivo que restablece una línea de poesía neorromántica) e Imperio (Garcilaso, como poeta soldado y perfecto amante). Constituiría la poesía arraigada. El término arraigada-desarraigada ha hecho fortuna y todos los teóricos lo utilizan. Dámaso Alonso lo acuñó de modo filológico, pero el sentido peyorativo se lo marcan los críticos digamos que no azules.
Hemos hecho antes una referencia a la poesía del exilio al hablar de la España transterrada. Estos poetas del exilio o de la España peregrina, en cieto modo, se relacionan con los poetas desarraigados: “A través de su particular estructura mítica y simbólica, el exiliado interior subvierte el programa edeológico de la dictadura: bajo esa más cara de poesía religiosa que detenta la poesía existencial desarraigada, consiguen expresar su condena al dolor y a la injusticia que sobrevienen con la muerte de España en en conflicto civil, acercándose así a la poesía del destierro” [66]. Para Mónica Jato, los motivos bíblicos liberan al poema de la vacua retórica religiosa de los poetas falangistas. Y, para cerrar definitivamente esta cuestión, se haya un espacio común entre los exiliado y los poetas desarraigados, pues ambos “denuncian la apropiación excluyente de Dios y su posterior menipulación por parte del bando vencedor; su lectura de la Biblia afronta la reciente tragedia fratricida y se desmarca así del huero formalismo de la poesía religiosa neogarcilasista” [67]. Así pues, tanto poetas exiliados como desarraigados se manifiestan contra el garcilasismo formal, neorromántico y neoclásico del que quieren desmarcarse de la manera que sea.
Todo este embrollo literario lo vivió la poeta tras su regreso a Madrid para concluir sus estudios, con muy pocos años, lío al que le prestó atención, pues frecuentaba los cenáculos intelectuales y asistía a las tertulias del café Gijón, aunque pensamos que poco podía aprender de aquella infame turba de nocturnas aves (Luis de Góngora, Polifemo), casi todos hombres que arreglaban los problemas sociales de una España rota en los múltiples cafés no sólo madrileños, sino de cualquier pueblo per pequeño que fuese, o escribían una lírica sin trascendencia por dar la sensación de que se ocupaban de algo. Era una mascarada de gente ‘progresista’, epatante. En Madrid, completó su desarrollo intelectual y socialmente vivió experiencias muy gratificantes, como las de sus investigaciones para concluir su tesis, las de su dedicación a las tareas universitarias y, sobre todo, las de su vida social desinhibida [68] y en libertad, ajena a las habladurías pueblerinas que, no muchos años después, le llegaron virulentas, posiblemente injustas y tal vez desestabilizadoras de su propia conciencia o psiquismo.
NOTAS
[48] “El efecto que la guerra civil causó en la poesía es peculiar y distinto del registrado en la novela. Si esta comenzaba prácticamente desde cero […], en poesía se planeó desde el campo vencedor un intento de retomar una falsa tradición”. Se intentó “restablecer un puente poético con una supuesta lejana y alienante tradición española” (cfr., José Luis Ocasar, “La flor en el barro: Poesía (1939-1996)”, en Literatura española contemporánea, Madrid, Edinumen, 1997, p. 131).
[49] “Los poetas de los años cuarenta y cincuenta, en sus sucesivas oleadas (existenciales, sociales), defendieron un concepto de poesía basado en la confianza en el lenguaje como sistema de comunicación, en la utilidad de la poesía para remover la conciencia de la sociedad, en un registro coloquial del lenguaje para llegar a la inmensa mayoría, en el compromiso moral y pollítico, en un ideario existencial primero y social despues, y en una estética realista. Con el paso del tiempo, algunos de ellos entendieron que la poesía era un género minoritario y que no podía transformar la sociedad si esta, a su vez, no cambiaba desde otras instancias” [cfr., Ramón Pérez Parejo, Metapoesía y ficción: claves de una renovación poética (Generación de los 50  - Novísimos), Madrid, Visor, 2007, p. 15)].
[50] Cfr., Félix Grande, Apuntes sobre poesía española de posguerra, Madrid, Taurus, 1970, p. 54.
[51] Cfr., Philip W. Silver, “Dámaso Alonso, presencia mínima”, en Dámaso Alonso, Antología poética, Madrid, Alianza, 1979, p. 21.
[52]Cfr., Felipe B. Pedraza Jiménez-Milagros Rodríguez Cáceres, Las épocas de la literatura española, Barcelona, Ariel, 1997, p. 348.
[53] En aras de la necesidad de ser imparciales, reseñamos el comentario de Rodríguez de Lecea: “No hace falta recordar, una vez más, el terrible impacto que la guerra de 1936-39 tuvo sobre la cultura española. Se ha dicho y estudiado de la cultura civil, pero poco de la religiosa. Los cardenales Vidal y Barraquer y Múgica han sido los nombres más conocidos de entre los de aquellos católicos que no pudieron volver a territorio nacional por sus ideas políticas; pero no fueron los únicos. A un nivel ideológico, durante los años del franquismo, tan rechazado y censurado era el pensamiento de Mounier, Maritain, Bernanos, Dom Sturzo y Teilhard de Chardin como el de los pensadores marxistas” (cfr., Teresa Rodríguez de Lecea, “Mujer y pensamiento religioso en el franquismo”, en Ayer, 17, 1995, p. 174).
[54Estas instituciones paraeclesiales sufrieron la llegada de la república y el nuevo orden que introdujo: “una hipoteca de conservadurismo y clericalismo gravó, sin embargo, la posible independencia de los grupos católicos españoles cuyos rumbos confluyeron en 1931 con los del reaccionarismo químicamente puro” (cfr., José Carlos Mainer, La edad de plata (1902-1939). Ensayo de interpretación de un proceso cultural, Madrid, Cátedra, 19874, p. 94).
[55] Isabel Paraíso, al escribir sobre Francisco Pino, otro poeta castellano, de Valladolid, afirma que es “un gran poeta religioso”. Renuncia a trazar su perfil religioso porque no se considera especialista, aunque valora su cultura mística y ascética, y halla la influencia de San Francisco de Asís en su poesía y una identidad: amar a las criaturas es amar a Dios. Más tarde, expone que “el estudioso de literatura me replicará que esta posición –amar a las criaturas es amar al Creador–, más que franciscanismo es simbolismo” (cfr., I. Paraíso, “El franciscanismo castellano de Francisco Pino”, en Isabel Paraíso, Las voces de Psique, Murcia, Universidad de Murcias, 2001, pp. 113-118). Francisco Pino no es garcilasista, pero en su poesía se encuentran elementos religiosos y un simbolismo estético, lo que nos lleva a concluir que estos elementos eran propios de la poesía de esta época. No era obligatorio ser garcilasista para escribir desde una creencia cristiana, que habrá que rastrear en Alfonsa de la Torre.
[56] Vid., Julio Martín Casas-Pedro Carvajal Urquijo, El exilio español (1936-1978), Barcelona, Círculo de lectores, 2003.
[57] Vid., AA.VV., “1939-2009. 70 años del exilio cultural español”, República de las Letras, 113, junio 2009.
[58] Pedraza Jiménez-Rodríguez Cáceres la describen así: “Para desmentir propagandísticamente su inquina a la literatura, el régimen promovió en sus primeros años diversas iniciativas. La voz cantante la llevó el sector falangista, en cuyo núcleo hubo siempre un importante grupo de poetas y escritores: Dioniso Ridruejo, Luis Rosales, Pedro Laín Entralgo, Agustín de Foxa… La delegación nacional de propaganda, en la que tuvo un destacado papel Juan Aparicio, fue la encargada de promover las iniciativas culturales. De ahí surgió la revista Garcilaso, que aglutinó a los poetas neoclásicos” (cfr., Felipe B. Pedraza Jiménez-Milagros Rodríguez Cáceres, opus cit.1997, p. 352-353).
[59] En Barcelona se intentó promocionar una literatura en castellano acorde con los principios del Movimiento, bajo las órdenes de Dionisio Ridruejo (vid., Dolores Manjón-Cabeza Cruz, “Poesía de posguerra en Barcelona”, en Revista de Literatura, vol. LXX, 139, 2008, pp. 141-163).
[60]Cfr., Victor Alperi, “Poetas. Revista Espadaña: Victoriano Crémer-Antonio Gamoneda”, en República de las Letras, 110, diciembre, 2008, pp.151-157. Jorge Fernández Gonzalo (“La revista literaria Espadaña”, 10 febrero 2011. [En línea]. Dirección URL: <jorge-fernandez-gonzalo.suite.101.net/la-revista-literaria-espadaña-a39219>. [Consulta: 19 octubre 2011]) juega con la palabra: Espadaña→Espa(da)ña →Espada(ña) →(Espa)daña = Espada daña España.
[61] Cfr., José Luis Molina Martínez, “Sobre etiquetas literarias y otras (in)trascendencias. Muerte, crueldad y violencia en la novela de Castillo Navarro”, en (Manuel Martínez Arnaldos-José Luis Molina Martínez-Santos Campoy García, eds.) José María Castillo Navarro. Vida y obra. El cuento y la novela de su época, 1950-1975, en Murcia, Ayuntamiento de Lorca-Universidad de Murcia, 2011, pp. 176-177.
[62] Cfr., Felipe B. Pedraza Jiménez-Milagros Rodríguez Cáceres, opus cit.1997, p. 360.
[63“El supuesto ingenuo del historicismo fue creer que es posible trasladarse al espíritu de la época, pensar con sus conceptos y representaciones y no con los propios y forzar de ese modo la objetividad histórica” (cfr., Hans-George Gadamer, “Sobre el círculo de la comprensión”, en Verdad y método II, Salamanca, Sígueme, 1959, pp. 63-70, pero 68. Citado por Maurizio Ferraris, Historia de la hermenéutica, Madrid, Akal, 2000, pp. 235).
[64Para conocer la situación social, política y cultural de la España de la posguerra, es inexcusable la lectura o consulta de Jordi Gracia, La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, Barcelona, Anagrama, 2004. Lo que en el libro se expone no es dogma de fe, pero sí un acercamiento excelente a la realidad española por aquellas fechas.
[65] Cfr., Jesús González de la Torre, Vida de Alfonsa de la Torre. Madrid, Eila Editores, 2009, p. 35.
[66] Cfr., Mónica Jato, opus cit., 2004, pp. 12-13.
[67] Cfr., Mónica Jato, opus cit., 2004, pp. 12-13.
[68] Perteneció al círculo de “las modernas de Madrid” (vid., Shirley Mangini, Las modernas de Madrid, Barcelona, Península, 2000). Sin embargo, no debió destacar mucho, o conservó la apariencia provinciana, porque no aparece su biografía entre las que componen el libro, aunque sí sea citada.