sábado, 31 de marzo de 2012

VIERNES DE EMOCIÓN AZUL


Fuera de su rincón de la sede ornada
por floraciones en racimo, columnas
salomónicas y otros simulacros
artísticos, altar en penumbra eterna,
justa la necesaria, la deseable 
para la oración en ámbito devoto,
y depositada en soberbio azul solio
abastado de efímera gala vacua,
de abalorios tornasolados -riqueza
incalculable-, en trono de asombradora
ejecución orfebre, oculto por palio
que acoge las estaciones del Dolor,
Vía Crucis penitencial, visión sobria,
panegírica, del tormento, la Madre
sigue amargo reguero de sangre amada.


Eleva los ojos, en el trayecto, hasta
la cerúlea faz divina que sabe
de su sufrimiento, de su presentada
ofrenda en esa hoguera con la que acaba
cuanto los dioses antiguos suponían,
de su humana capacidad de ganarse
la Vida gimiendo y llorando, penando,
Dolorosa, mientras se asoma a la puerta
del templo que la custodia como joya,
como dije que es, como pórfido y jaspe,
ante los asombrados ojos azules.


Las plegarias de los fieles que musitan,
abriendo y cerrando los labios mendaces,
monótonos salmos paródicos, suben
al trono, engrosan la materia compacta
de los ángeles turiferarios: humo
de incienso son las volutas que derraman
sus símbolos como paradojas trágicas.
Devanea por la calle emocionada
al paso que marca el tambor de sonido
apagado. Azules cirios penitentes
enmudecen la noche tachonada de
gritos devotos de los cofrades: visten
túnicas dolorosas y capirotes.

Calabardina, 31 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

Para
Juana Mari Conejero
y
Mariano Hernández

jueves, 29 de marzo de 2012

TEMPLO PRIMAVERAL

Trascoro de la ex-Colegiata de San Patricio. Lorca
Exacto ciprés donde anidan los gorriones
sobresale por encima de la tapiada clausura
monacal, vestigio de la piedad deífera que
instaba a la salvación eterna: la oración
movía los mares a cuyo través navegaba
la salmodia del ermitaño que miniaba
sobrios grimorios mientras el Ave María
florecía en sus labios. Ahóndame, Dios
mío, -decía-, Pantocratoren la fe bíblica,
la que mueve fortaleza militar como si
fuese brisa de la Cala:
nada me es,
todo me falta,
si, con hambre de Tí, quedo indigente,
albo comienzo en soledad silvestre, en
silencio creador, en aroma del incienso
quemado en la plenitud del horizonte
cercano al islote que era la ilusión de
todos los veranos. Había que ir nadando
hasta su apenas visible cima y su lejanía
provocaba silenciosos miedos, inquietas
incertidumbres, leves cuestionamientos
de la potestad joven de cada uno. Sólo
llegaban los que habían orado en silencio
y los más diestros nadadores. Yo quedaba
en la orilla cobarde.
Ahí sigue el peñasco y hasta el próximo
verano no se subirá nadie a sus lomos.
Yo vigilo, de soslayo, desde el banco
cercano al presbiterio por si escuchase
la llamada que me va a llevar al rigor
mortis. Hasta tanto, quedo padeciendo
a lo largo y ancho de la vía purgativa
para desprenderme de cuanto me ata
al infame esplendor de los trascoros
donde cantan latines los mofletudos
ángeles y descafeinados santos del
barroco cimborrio que me cubre,
escasa protección del cielo para los
desamparados hijos de Eva.






Calabardina, 28 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

miércoles, 28 de marzo de 2012

POCA GENTE TRANSITA POR AQUÍ

La severidad de ese abedul preñado
de premoniciones inservibles para
eventuales dictámenes de los próvidos
echadores de cartas no determina
nada, ni la lentitud vil de los pasos
pecadores, ni la habilidad estoica 
de los cerrajeros para eliminar
toda herrumbre de las cárceles del alma,
habitáculos sitos en los linderos
de la propiedad comunal, extramuros
de la ciudad de Dios, medieval convento
de beguinas discretas: su misteriosa
propensión al estudio, su celibato
público, su hábito alegre, su valiente
independencia, el musical atractivo
de su voz felina, cobra dulce encanto
a imitar porque los tiempos son adustos.
Sólo tienes que pasear por las calles
estólidas de la ciudad indigente,
de la ciudad indolente, por ejemplo,
la de diario, la de suelo amarmolado,
y poseerás la respuesta buscada.


No siempre los abedules montaraces
que coronan pedregosas cumbres pinas
y nunca los calistros de las orillas
del camino transitado evocan dulces
baladas porque sus días son verdosos
silencios inservibles, fúnebres salmos
inútilmente procaces, faros fríos,
sombras falaces, arcángeles velados,
expiación sobria, motetes incensados.



Cuando, quizá por ello, aviento la mano,
como si esparciera prístina luz breve,
pareces que las amazonas desfilan
en el azul cortejo con la grandeza
del galope festivo de sus caballos
jacobeos perdidos, sin espolique,
en la bruma impenetrable que aparece
siempre -¿por qué?-, por el lado de poniente
de la Cala, feliz lugar dulcemente
amado por los dioses del Mare Nostrum,
y, sin duda, por mí, voluntariamente
exiliado en la casa idealizada
de la idealizada calle tranquila.


Calabardina (Foto: J. L. M:)

























Calabardina, 28 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez


martes, 27 de marzo de 2012

SE REMANSA EN AGUA EN LA ORILLA DE LA CALA















Continuamente, el soleado vaivén marino
entremezclado de cambiante policromía
mueve, mientras alberga gris silencio confuso
de la soledad salobre, la contemplación 
ideológica de las salmodias nupciales
cantadas en la Cala, según busca refugio
el lebeche al final del añil óvalo donde
se oculta, frágil, tras el manantial colorista
de las dulces flores rojas de pascua y amarillas,
el aura húmeda que mece los blancos visillos 
añorantes de otros vientos pausados de antaño,
de atardecida, para habitar en la cavidad
de mi regazo, pues lo acojo con muy voluble
voluptuosidad, como admirado nauta en calma
de esa mi barca varada en la plegaria pía
que sigue al toque vespertino de oración,
sea Ángelus Domini o Miserere sombrío:
en los collados, la tarde alba entre geráneos.
No encienden las luces tardías en los dos cerros.
De mi corazón surge aguamarina que vela
el sueño entristecido de la amistad lejana.















Calabardina, 27 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

Fotos: (c) J. L. Molina

sábado, 24 de marzo de 2012

SÁBADO SIN SOL EN LA CALA

Puesta de sol en la Cala
(c) Foto: José Luis Molina






















Ondulado espéculo, el mar gris perla
refleja el sucio gris del cielo alisio,
nuncio de altivo temporal de eternas
luces graves y música elegante.

¿Qué abismo elige la barca, si surca,
en estos atardeceres plomizos
de la Cala, la ruta del olvido,
la derrota del silencio canoro?

Nunca luce la emoción ebúrnea
como cuando un frenesí de estético
marino deletrea la silueta

del lobo oscuro en búsqueda azorada.
En la playa, las luces de las cañas.
Es la hora del hogareño refugio.

Estremece la tarde
el ruido de las gavinas, el tono
opaco de aquella antigua leyenda.

Calabardina, 24 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez




viernes, 23 de marzo de 2012

DE VUELTA A LA VIDA

Vilhelm Hammershoi Hvile, REPOS, 1905.
Mientras, ampliamente rica, muestras
tu mirada de ojos alechuzados como diosa,
a espaldas del carisma inmediato, espero
un tiempo en el que el aura oculta alivie
la impronta fugaz del marzo que trajo,
en primavera,
nieves de invierno,
luces samaritanas,
éxtasis fuera de sí mismo,
balbuceos de pájaros vencejos perdedores
del vuelo si la calima se hace obstáculo
culpable, decadente, decepcionante.


Tanto he impetrado el final del rito,
de la antífona,
tanto he esperado el paramento y petral
sobre el caballo impoluto,
dócil,
adoncellado,
de belfos absolutos,
noble modelo para pintor restituidor
de lo artístico como filosofía
del conocimiento sutil,
caballo que encarna
el paso y la cadencia, que ahora mismo,
en este momento idóneo y pasajero,
ya enjaezado para la sígnica ceremonia
hermética, mundo posible, cuando suena
el salmo en el claustro oscurecido por la
sombra de los estípites en los que levitan
las columnas, ornadas de flor de stevia,
elevadas como oración hecha
volutas grisáceas,
humo pontifical,
eterna voluntad de sufragio,
oráculo admirable,
corona fúnebre,
asisto, pensativo emocionado,
a mi propia fatalidad,
a mi propia destrucción, por si fuese lado
oculto de la realidad mi inexacta presencia
en el lenguaje de la gnosis: el peso de lo muerto
es símbolo de mí mismo, generado en el dolor.


Si digo en silencio, con la mente lúcida,
enfermo de enfermedad encerrada
en la intimidad del ánima abrumada,
me es igual,
cínicamente hablando ante tu mirada perpleja,
no gozar de mi cuerpo perecedero,
no desear la prisión corporal longeva
y deteriorada, para ampliar el conocimiento
y  pensar y amar las cosas que amo y pienso
a pesar del cuerpo como obstáculo,
a pesar del despropósito que es
cuanta belleza debía haber sido,
cuanta alegría manifestada
en una sonrisa cómplice debía haber sido,
cuanto debía haber generado
cántico dulce,
melodía apaciguada,
parece que me miento, pero talmente lo siento,
por más que parezca condenación ontológica,
tradición trágica. Nada provoca intención
de proseguir la insensata y atractiva
contemplación del habitáculo que llenó
la desgracia de imprecaciones y deseos
de finitud terrena, por si la muerte es más
que una losa ocultadora del magno velo
envolvente del cráneo huesudo de la emoción
efímera propia de los que no sienten nada
más allá de sí mismos, sea
ángel lucífero,
huerto cerrado,
ciprés de campo santo
en donde ser o no ser ya no es la cuestión
vital, sino
el silencio,
el cinamomo,
la paz,
la soledad,
el salmo,
el grito del alcaraván,
los murmullos de los asistentes:
asombrados, quizá atónitos, oran, mientras
cuentan los ladrillos que, colocados
por diestros sepultureros, separan
la muerte de la Vida,
la prosa del oráculo,
el salmo del sentido.
Dios quiera mantener mi conciencia
de humano, al tiempo en que comienzo
a conocer el ámbito nuevo que ha de ser
mi celda y mi viento celestial,
mientras la eternidad se hace
poema amoroso,
poema cultural,
poema esotérico,
palabra estética,
dulzura retórica,
vuelo telúrico,
encuentro con la vida anterior en el momento
mismo de su comprensión, cuando, tal vez,
ni la senectud parece moneda de cambio:
nadie es feliz cuando muere,
sino cuando se desea su presencia,
por más que dicha emoción sólo dure un tris.


Almas de Dios en el cielo terrestre
(c) Fotografía de Santiago Madrid Mota
Calabardina, 23 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

miércoles, 21 de marzo de 2012

SIC SEMPER TIRANIS

José Luis Molina Martínez

¿Recuerdas, Ana Ballester locuaz, que, en otro tiempo,
supimos de Filoctetes? El noble guerrero prendió fuego
a la hoguera en la que yacía, con insoportable dolor,
Hércules, el valiente. Así había determinado el oráculo
de Delfos y Filoctetes decidió hacer lo que ningún otro
soldado quiso: acabar con el fiero dolor del héroe fiero
del mito. Por hacer un bien, justo en aquella sociedad,
fue mordido por una serpiente que llevaba los celos
de Hera como veneno mortal. Filoctetes cuidaba sus feas
heridas -por el nauseabundo olor que amanaba de ellas
fue abandonado por sus amigos, rescatado cuando convino
y curado cuando hizo falta-, poniendo su alma tras
el mundo de sus sueños, vestigio todo de algo ya no
existente que hizo aflorar llanto lastimero. Filoctetes
es ahora, marzo casi llegando a las Kalendas del mes
dedicado a Venus, un poema precursor de cuanto parece
mar serena, pórtico del bien, alegoría mística, flor silvestre,
hija bien amada, mujer musical, flujo azulado entrante
hasta el banco del paseo de la Cala, en donde, asustado,
fugiente de otros idus, dejo correr mi pilot como pluma
novedosa que imprime cuanto discurre en el momento
actual, en la soledad soleada de la calma festiva y sestera,
que Dios me ha regalado para que ocupe un tiempo breve
en el ágora, mientras Filoctetes lame sus heridas, solo,
en construir un ensayo de aproximación a través de la
filosofía de la afinidad música y poesía, como si fuese
diario de prisionero. Vente a la orilla celeste de esta mar
que acaricia la Cala y cura con el agua marina las heridas
de tanta muerte no vengada, de tanta desilusión progresiva
que ha hecho de mí un código de afecto filosófico para
descifrar los dioses ajenos.
Seguro soy, Ana, de que no
ignoras que fueron pompeyanos a los que César había perdonado vida y hacienda quienes cambalanchearon
los idus de marzo, mes guerrero dedicado a Marte:
sic semper tiranis.
Filoctetes, en verdad,
fue utilizado. Pero nadie duda de la eficacia de su arco y
de sus flechas.
Quizá lo más lírico fue su amor por Helena de Troya.
Pero esto, leyenda hermosa, de la que, quizá, nos hubiese
gustado ser personajes principales, queda para otro día
y otra hora. Ya ha caído un manto oscuro por toda la Cala.

Filotectes
Calabardina, 21 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

viernes, 16 de marzo de 2012

DE AHÍ PROCEDE MI EXPERIENCIA


José Luis Molina Martínez


Todas las señales al mismo mar conducían.
Auríspices expertos mostraron las entrañas
sanguinolentas de pía ave al pie del sabino
foro, el que habitaban ocas, grullas coronadas
y togas viriles acechadoras de vanos
honores. Sí, signos coincidentes señalaban
ocaso magnicida en el mismo lugar y hora
prevista por los dioses: en los idus de marzo.

En la Cala, a quince de marzo de dos mil doce.
Son los idus marcios. Mataron a Julio César
casi dos siglos hace. Así mueren unos y matan
otros. César conocía su óbito anunciado.
Para algunos, la muerte es como ladrón esquivo.

De ambición falleció Julio César: arte mala
la política, como único bien personal. Bruto
hizo legal el deseo popular a costa
de cometer pecado con puñal alevoso.

He tratado yo de ejercitar mi bondad puesta
al servicio del bien. Mas, con tanta edad vivida,
son más grandes las heridas por desamor triste
causadas que los bienes conclusos con orfebre
estética solemne. Tanta es la muerte habida
en los Idus de marzo que la flor  seminada
en este día es crisantemo del mes noviembre.

Hace un marzo precioso en la Cala guarnecida
de los vientos lebeches, por donde surgen proas
aventuradas en busca de refugio ansiado
aun sabiendo que han de pagar portazgo portuario,
si no se atreven a soportar tempestad negra
en alta mar costero, no más allá situada
de los peligros que padecen los pescadores
que osan faenar para extraer del mar salario
híspido, melvas para la salazón, bocado
de garum a gozar con vino tinto caliente.

En estos idus de marzo, el cielo caluroso
pone tibieza en los lasos cuerpos insepultos.

Así fue el ayer pasado. Un día más profundo
soy por hoy. Nadie cantará el nuevo cumpleaños
(in)feliz. Son setenta y dos. Dios reparta suertes.
Para eso es Dios. Pero no es Él quien persigue días
que me obsequió simplemente para ser dichoso.

Sin embargo, no evitaré dar plácemes justos
a quien me arroja el cuchillo desde la plegaria.
Tampoco ocultaré mi rostro con toga o capa.
Muerto, seré más honrado que en vida silente.

Muerte de César


Calabardina, 16 de marzo de 2012
José Luis Molina

miércoles, 14 de marzo de 2012

ESTOS NO SON AÚN LOS IDUS DE MARZO


Aquellos habitáculos que se acercan
a la Cala, cuyas aguas se despiertan
del sueño invernal, parecen hogueras
en la tarde que se apaga en la tristeza
de los días aferrados con dureza
a la calidez de las meditaciones.


Aun así, los pobres asertos falaces
nunca acceden al final del promontorio,
ni salpican de espuma el rostro casto,
minucias todas inútiles, indócil
síndrome de estulticia en los infecundos
presumidores bobos, tal vez limosna
caritativa, posiblemente óbolo
quizá don estéril, oración beata,
en cuyo origen se hallan los patrios  dioses
furtivos, irredentos y asaz sombríos.


Por eso no se me ha permitido el gozo
de morar en la densidad del silencio,
en la plenitud del claustro, en la ojival
santidad de los aperos gregorianos,
tonos salmódicos cuya melodía
penetra en el intimista pensamiento
que ansía unir su yo con su deífero
cerrar de ojos para caer en el Todo.


Así es, de nuevo, cada día de marzo,
mes en el que se apaga la leña cande
y el horno no foguea la virtud sacra;
en nada invita al arraigo porque un cielo
inédito se abre sobre la techumbre
protectora, como un techo índigo oculta
el movimiento de los celestes astros
que parpadean mientras sufres relente
sardónico que enfría tu sal nocturna,
autora de que la cremallera suba
hasta la garganta: así protege el cuello
de la vileza, doncellez y botica.

Cuchillos cachicuernos  vienen de la épica.
Toda maldad acompaña a su autor toda
la eternidad.
                           Nunca hizo daño a sabiendas.
Nunca fue César.
                                   Pero si herido ha tiempo
por un  fámulo que, unilateralmente,
agraz y  estúpida decisión tomaba:
"nunca tendré, padre, para tí, palabra alguna".
"Labitur ex oculis nunc quoque gutta
meis", recordaba de los Tristia malditos.
De otros traidores, vil, iba acompañado.
Frase triste la de César: Tú quoque, hijo.
Sólo de Servilia tiene memoria cierta:
remachó, maldita, el acero hasta el fondo.




 Calabardina, 14 de marzo de 2012
José Luis Molina Martínez

sábado, 10 de marzo de 2012

ANTÍGONA: Creonte se da cuenta de su error

Archivo:Brodowski Antoni, Edyp i Antygona.jpg


Trágica nace la  melancolía.
Maldice Creonte luna salobre
y acepta el milagro del dúctil cobre:
mito clásico la psicopatía.


Tras ti, la ruta que descubre, arpía,
la gran ramera de vestigio pobre.
Sí,  tal vez  parece Antígona. Sobre
la infelicidad de amar sin ser, vía


de aves longevas es, senda de asfalto,
cielo de invierno aún, cumbre y crimen triste,
monte excelso a cuyas faldas dormidas,


signadas de duro verde basalto,
se adivina el devaneo, arma en ristre,
de cuanto, árido, esbozo, las luces idas.




Calabardina, 10 de marzo de 2012
José Luis Molina Martinez

viernes, 2 de marzo de 2012

ELOGIO DE MUJER CON SOMBRERO NEGRO (5)






Engrandecida por tu apariencia apolínea,
tal vez quisieron hacer de ti, exótica Dama,
ejemplo de pacífica envoltura de una idea
milenaria, un encanto
solemne, un principio
solícito, una agonía
estable, un salmo 
fúlgido, una aventura
malévola, una prostitución
misteriosa, una derrota
virginal.


Estilizada ignota, rescatada
de la región que amontona la belleza
creada por los que no son reconocidos
como Apeles de su época.
¡Oh Dama de verde textura!
¡Oh Señora que ocultas tu ímpetu
de la negritud atractiva, de la cromática
ensoñación del pintor!


Toda tú eres efecto del color,
                        escala intermedia,
                        estructura alterada,
toda tú eres importante para captar
cuanto de expresivo se halla en el paisaje
que interpretas,
                 mientras los ríos nacen de sus aguas
esmeraldas que, traslúcidas, generan verde hierba.
dosel tranquilo,
ópalo oval,
grandeza de oficio.


Yaces ya, olvidada de nuevo, en el féretro
que es el museo que te alberga.
Sólo volveré a verte cada vez que este
poema se haga realidad en mi sueño.
Mientras, sólo eres una pintura
un cuadro colgado en la triste pared
de un aburrido museo.
Ya te desconozco, dulce Dama del sombrero
negro que un día llegó a mi pluma
por una alegre casualidad negra.




José Luis Molina
Calabardina, 2 de marzo de 2012