domingo, 30 de septiembre de 2012

FRESCA ESPESURA UMBROSA




Vivir un silencio en la espesura interna
del bosque saludable de la mismidad
es como poseer la gloria del laurel
entre las manos misericordiosas.
Se adentra por los ojos del alma y
se pierde en algún lugar de los dulces
habitáculos difusos del claustro
invisible, en un lugar al que no alcanzan
los desiderios más humanos de la suave
nobleza del alma. Ahí se conoce que
acaba el cuerpo, pero tampoco se halla
el ánima sabiendo su existencia, su pálpito,
su entelequia. Es una seria realidad si no
trise sí dolorosa. Es la impotencia, la (im)-
posibilidad de enfrentarse con un preso
ilustre encerrado en la cárcel del cuerpo
mortal. Cuidas el cuerpo visible. No puedes
ocuparte del alma que no conoces, cuyo
aspecto interesante y cariñoso ignoras.
Le transmites deseos, sentimientos, afectos
y apenas encuentras signos como respuesta.
Afecta esta incomunicación si es la noche
presente. Por eso, en silencio hay que vivir
por si, cuando hable, se escucha el rumor
del Verbo en soliloquio. Otro tiempo
es necesario para indagar el proceso justo
para dejar de ser cuerpo y entrar en el alma
por ser lugar de encuentro y sortilegio.
Si hay respuestas, en este claustro deben llegar.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 10 septiembre 2012

sábado, 29 de septiembre de 2012

DESEO MATINAL



Sobre la bruma repentina surgida, gris,
en el azulado mar de las gaviotas torpes,
aparece un agua plácida y fresca. Es
la gracia salobre de una virginal diosa
de la tramontana. Apenas se acerca
la vista al horizonte que se balancea
como si perdiese la línea recta celeste
y cobijadora. Desde la orilla, la arena
simula un desierto de pequeñas dunas
formadas por un aura vacilante. Su huella
en la playa permanece y borra la sombra
de la pisada temprana, cuando los celajes
aún son los dueños mágicos de la aurora.
Traspone la altura del collado un negror
rosicler que, a poco, ya es el sol reinante
viajero en el carro de Faetón. Es grata
el agua de temperatura acorde con los
cuerpos de septiembre. Se sumergen
a la espera de la beatitud, durante el largo
parloteo de urracas sin sentido, cada una
en su drama. Son pequeñas cosas las que
acumulan ratos felices, a la espera de la
inmediata desazón. Esta es la crónica de
esta mañana suave iniciada antes de que
la luz fuese poesía. Dios quiera que toda
la inquietud de hoy sea pasar el día
en el silencio de las cosas trascendentes.


José Luis Molina Martínez
Águilas, 10 septiembre 2012

jueves, 27 de septiembre de 2012

LLUVIA DE AGOSTO



Almendros (Rosique, hacia 1970)
 Ha llovido una cálida agua cencellada
sobre el maldito agosto de la agitación
febril, sin sentido, desaforada. Nada
se acaba, nada concluye de seguido,
sino en una destrucción lenta, como si
un arado tirado por bueyes roturase
tierras abruptas de la ladera montañosa.
En ellas, el verdor es un oasis inédito
Junto a una oscura casa de labor en cuya
geografía unos pinos dan sombra
al sosiego de las palomas, al cadente son
de las alacenas en donde se esconden
los hoscos secretos familiares. Sales al
portal, con las manos tapas el reverbero
del mediodía, cuando se barbechan
las tierras secas, polvorientas, agrietadas,
y divisas un horizonte de oración blasfema
porque los tiempos cambian y las cosas
ya no son como siempre, como antes,
como se aprendieron en la niñez aciaga.
Sí, aparece una belleza como vuelo de
cigüeña, como sonido alto de alondra
perdida a la vista. Lejana, una torre voltea
una campana macilenta y su son llega
hasta la sombra de los álamos del regato.
Así es hoy. Aunque, para paisaje, el del
cuerpo, piensa el caminante musitando
un sueño de amor carnal que arranque
gritos de sangre, de la desesperación
habitada en los párpados pegajosos.
Talmente florecen los caminos. Nos
conducen a una edad ya tardía, a un
futuro que ya no es porque hoy es ya
mañana y las horas son pasado a cada
segundo. Ya se fue agosto. Hasta el agua
es más gloriosa en este sosiego tibio,
como el hueco del halda de una madre,
del septiembre que aún arderá a la
hora del sestero, a la de tercia sin brisa.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 6 septiembre 2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

AL FINAL DE LA RAMBLA


QUE VA A DAR A LA MAR
Vuelve el silencio a mi habitáculo. Se llena
de soledad fructífera como árbol pleno de sombra
sonora y pájaros de plumas ahítas de calor
porque la brisa era bruma gris y perla. Ha pasado
la breve tormenta y hemos contemplado el agua
como bendición celeste que sólo ha dejado
charcos atarquinados. La torcaces exiliadas 
en la alameda son un reflejo agreste de los destellos
nuncios de una obligada migración a territorios
aparentemente fértiles, en realidad, secano.
Son como esa línea de horizonte máximo en donde
el mar se pierde y oculta las barcas atrevidas.
Vuelven sin fruto y su faena fue onerosa, brutal.
Contemplas desde este puente diario el aleve
ondear de la paloma en el aire, el cadeo de la 
palmera cuyas palmas abrigan los dorados dátiles
que mañana serán dulzura picoteada de mirlos.
Arrastra el viento rastrero flores de buganvilla
y hojas secas de álamo podrido. Bajan hasta aquí
las nubes invisibles del calor del fin del verano.
He contemplado los recuerdos de las cosas que
no debían haber ocurrido. Pero, en esos días,
los astros no eran favorables y la hoguera extinguió
una vida sin ángeles ni sonrisas a tiempo. Así que
tanto el río de légamo como la baranda del puente,
la nube perdida, la insolencia de la mascota,
el chirrido de los pies sobre el chinarro, la mirada
oscurecida y otras lágrimas son páginas olvidadas
en la memoria a perder a poco que sea de algo más
de edad, sin descanso nocturno ni alternativa sabia.
Pocas cosas tan precisas como el sosiego sin
distanciamiento de las miradas. Fuerza sí tienen,
pero no brillo, es intensa en el interior reguero
que se oculta tras las hojas de tantos calendarios
tirados a la basura que es el río que afluye al pútrido
contenedor. Fuera de uno mismo, sólo es un erial.
Mientras, una leve sonrisa se deslíe en los labios
entreabiertos. Es una búsqueda simbólica del agua.

José Luis Molina Martínez
Águilas, último día de agosto de 2012

sábado, 22 de septiembre de 2012

TÓRRIDO TORMENTO DE AGOSTO

Pantocrator

Tierra seca
Se está regenerando este espacio antes de sombra
entre el tórrido tormento del agosto injusto.
Se acelera el final del sortilegio de los cuerpos
trasladados a otra irrealidad joven y aprendiz.
Vuelve a su cauce el agua inexistente porque
la sequedad es un atributo de la tierra calcinada.
El nuevo rito se celebra en torno a la Majestad
divisada en el frontispicio esculpido en piedra
que padece el mismo color que la tierra seca,
el polvoriento entorno que se levanta cuando
el árido viento alisio entra por la dirección contraria.
Debería empezar el silencio amigo por el misterio
de la palabra no pronunciada, meditada sí en la
orilla húmeda, debajo del cauce, magnífico
escondite en el que huir de tanta intrascendencia
festiva, de tanta agonía improcedente, inmisericorde.
No son vacuidades. No son dogmas para agnósticos.
Mínimas cosas son. Pero afectan a esas fibras que
registran el daño como breve herida en el corazón
de los sentimientos. Aturde esa sensibilidad de ángel
o de rosa o de salmo. Mas, después de contemplada,
es cosa fútil a contar, qué tontuna me estaba pre-
ocupando. Y así seguirán los días, cercano ya
un otoño deseable ante la magna postración
a que nos redujo, como cárcel del alma, el férreo
verano intachable cumplidor de su rito impío.
Señales (in)equívocas muestran el tránsito ansiado.
Luego será la repetición inexorable del ciclo
cósmico que es un retorno eterno del que huir.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 28 agosto 2012

viernes, 21 de septiembre de 2012

SECO PANORAMA DESDE EL PUENTE




Sobre la baranda que, desde cada orilla
del puente, acerca un tramo de la vida
(diaria) a otro lugar de árboles puntiagudos
sobresaliendo sobre los tejados secos,
sin lluvia copiosa de invierno, observo
insectos sombríos y agostadas rosas
sin beso de hada. Escribo ahora mismo
la plaga del árbol de hojas antes verdosas,
de piel moteada en el tiempo de mi agreste
mirada, sin talar, sin reconducir su tendencia
a sobrepasar el mediano muro límite del cauce
de esa rambla. Nunca verá la pobre pasar regato
alguno plateado o lleno de tarquín. Esta es
tierra condenada a la palmera, al algarrobo,
a la cibara, a las adelfas. Es un sequeral,
como hembra sin fruto de su vientre.
Son hermosas, pero estériles, aunque sea
mucho el amor que se les acerca. Pero ves
los matujos secos, el caudal vacío, los verdes
sin brillo y, sin querer, aparece un recuerdo
para que los ángeles de la sequía, en tiempo
próximo, en este otoño tan cercano
desde el final de este agosto sin gracia,
hagan fluir la alegría del agua con la ilusión
de un cadeo de cintura de mujer grata.
Los ruidos infestan el aire, la brisa muere
de abundancia de sol, el placer (in)alcanzado
hiere el silencio refugiado, como yo,
en el rincón salobre de la Calle Tranquila.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 14 agosto 2012

DELES DIOS MAL GALARDÓN

El islote del Fraile desde el balcón de la calle tranquila
El llano tiene mirada de perro perdido

a cuyos ojos se asoma el asombro sombrío.
Todo es terroso y sin límites, todo es terrible,
tórrido. El sol ya aprieta, infernal, y es lo que resta
hasta llegar a esa lejanía sin árboles,
sin dioses fecundos, sólo sed como castigo.
¿Bajo qué espadaña de ermita sueñan cigüeñas
que otean horizontes, caminos ondulados,
silenciosas auras de mayo, de atardecida?
¿A la orilla de qué regato con agua acude
el errabundo pensamiento de quien conoce
sólo los mástiles de las velas que veía
por encima del espigón salobre y arenoso,
desafiante y tal vez calmoso en días de azul?
A la sombra del ficus en asiento de piedra
carcomida del bravo viento lebeche, exploro,
ansioso, mi oculto mundo interior, saludable
viaje para mi inestable mente obsesionada
por el silencio, alegre siempre en la soledad
eterna. Claustro es, aunque a él acceden los fatales
daños, mi pequeño rincón salino de la Cala.
En este consumo de agosto, se perjudica
la calle tranquila, perseguido el ámbito albo
y sereno por los pobres estultos que chillan
sin emoción por las breves novedades falsas
que son la lujuria del bikini, falsedad
innoble para los ignorantes que sólo hacen
lo que saben, alborotar, romper el sosiego,
expoliar sarcófagos, burlarse de los salmos,
vociferar a la hora de los rezos. Sucede
así a diario. Es un insulto soberbio, sangrante,
para los que perdieron vista y voz en las hojas
de bastantes libros que a visitar invitaban
la bodega en la que el vino oculto era de añadas
anteriores y comenzaba a saber a roble.
Deles Dios mal galardón a los que interrumpen
la meditación quieta de dulce misterio nuncia.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 16 agosto 2012

sábado, 15 de septiembre de 2012

TIEMPO ECLÉCTICO

JLM visto por un alumno, 1996
Iluminada sombra que severa surge
desde más allá de las piedras del espigón
marino busca encerrar el mar entre paredes
sin el alegre murmullo de celeste nube
nutrida, codiciosa, del agua salobre
condenada a sufrir las estupideces de agosto.

Dulzura de agua debería caer sobre
la arboleda a cuya sombra alcanzo
a musitar palabras de significado
sencillo en ocasiones, según por donde
sople el aura de sal fresca. Dora la piel
con la morenez fugaz del verano y
el destello abrasador de la playa.
Mi voz no alcanza altura para no
romper el encanto de la hora alegre
de los Laudes. Ya abandonó el novicio
el fervor de los jardines de los cardomomos.
Barre el mar visión intrascendente
porque irrumpe el sol sobre la arena
y, a su maleficio, gritan las niñas
sonidos en idiomas de pájaros brillantes.

Por el camino de la ciudad, avanzan
artilugios cívicos. Así arruinan el silencio
de la interioridad que, a veces, encuentro
como bien no merecido en días honestos.


Vista del mar desde Cabo Cope (Fotografía: JLM)

José Luis Molina Martínez
Águilas, 10 agosto 2012.

jueves, 13 de septiembre de 2012

UN DESENGAÑO SENCILLO

Atardecer sobre la Cala (Fotografía: JLM)

Siempre soy yo mismo y el desengaño sin tragedia
que colocaste en mis manos, entonces confiadas,
adustas y severas hoy. Siempre recatadas,
nada quieren saber de tu efigie de comedia.

Se tornó penitencia una ilusión, luz media
en la memoria de cosas varias meditadas
por su trascendente esencia, flores delicadas
que habitan entre las hojas de una enciclopedia.

Todo es ya recuerdo gris de un pasado tortuoso,
feliz por la efigie amada en el silencio sita,
triste por el poco duradero amor de muerte.

No quiero quejarme, advierte, de mi poca suerte,
pues todo es como pasó, bastante que se admita,
nunca como fuese imaginado, fruto ansioso.


Retrato al carboncillo (Rudolf Schuler)
José Luis Molina Martínez
Águilas, 28 agosto 2012

martes, 11 de septiembre de 2012

PENSAMIENTOS EN LA MAÑANA DE AGOSTO

Paseante veraniego con mascotas (Águilas). Fotografía: JLM.
El camino iniciado y concluso en la ruina
del desaliento tardío se encierra, viajero,
en el límite preciso, ante las lanzas rotas
que ocultan los jardines cuyas estatuas frías,
varadas como naos en ponto extraño y negro,
muestran, silenciosas, el relente de la noche.

Se acababa el camino antes de que los árboles
semejaran larga procesión de penitentes
en la oscura noche de las velas apretadas
por pálidas manos libadas de mil abejas
de vuelo dorado ante el trono del Trimegisto.

Hollé con mis pies un hueco en la tierra mullida
y esperé el llanto de las doce en las espadañas
de las ermitas ocultas del polvo de la mies,
del canto de los búhos, de las alechuzadas 
miradas, de las oraciones de mujeriles
lamentos. A poco, fui árbol sin sombra fértil.
Allí calciné la vida odiable que aguardaba
al otro lado de los siniestros pensamientos
inspirados en los fúnebres ojos verdosos
de la pantera fea que amenaza mi vida.
Al menos, no escucho sus felina voz confusa
que habla de misterios turbios, me muerde
y se marcha sin dejar rastro ni baba perversa.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 9 agosto 2012



MAÑANA ACALORADA DE AGOSTO

Jardines anejos a la Rambla (Águilas) Fotografía: JLM


Mañana de soledad, tupido encanto
de humildes flores manchadas del polvo
del camino ribereño, hostil mañana
de moscas asquerosas enriquecida,
mañana alongada en el arbolado
de tronco en donde diligentes hormigas
pasarán el silencio invernal bien abastadas.
Son así estos días grises del verano
agostador, mancillante, consumista,
en espera del fin de los días malos
del agosto podrido que dijera Elytis,
sí, el griego Odisseas, el viajero
ilustre por la vida salobre y humana,
en aprendizaje eterno por la patria
marina, por la muerte verdosamente
fea del ciprés famoso de la Hélade
del claustro virginal de Silos, del campo
santo que sobrevuela las carcomidas
tapias, cementerios sumisos, buena
verdad su vida inclemente de este hoy
comenzado a soñar en la parquedad
de la hora tranquila de la calle dicha
de la Cola de la Cala adulterada.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 8 agosto 2012

domingo, 9 de septiembre de 2012

LUZ DE MAÑANA GRIS DE AGOSTO


Restablecida luz, en jubileo
de fanales acristalados, luce
sus sombras en crisol de oro. Conduce
mi plegaria al incensario que veo,

pleno de volutas, musitar Deo
gratias solemne. Albo salmo reluce
bajo el templo del Padre. Así se induce
la soledad del silencio en la seo.

El misterio ofrece sones en coro.
Orar en soledad bendice día
esperado como nube de nieve.

Por mi claustral cuerpo en llamas imploro:
bajo un árbol de trinos, sonreía,
y, como música de mayo, llueve.

Águilas, 10 agosto 2012
José Luis Molina Martínez

sábado, 8 de septiembre de 2012

AL HOMBRE TAMBIÉN LLEGA LA ETERNIDAD

Ruinas de Volúbilis, cerca de Meknés.

Hasta el silencio llega el fin de las cosas,
sea flor al instante marchita, sea astro
condenado al mismo camino diario,
eterno: nadie escucha el ruido de su
viaje interminable. Si fuera árbol,
diría qué paciencia bajo su sombra
siempre oscura, sólo verde a la ilusión
de los ojos. En ella enraizado, pasan
centenarios años, cambia sus hojas y forman
alfombras vegetales holladas por los senderos
caminados como si una inmensa soledad
atrayese las primeras luces del alba
que abrillanta los colores sobrios de la
noche. Si la rosa es color de pétalo,
obedece a la luz. Pone llama en su breve
existencia, para morir nace, y la hace
bella, deseada, frágil, suave y encanto
por fuera. Por dentro, sólo sabe ser rosa
sin darse cuenta de ello, pálida pulida.

Al hombre y sus cosas también llega
la eternidad. Primero, el ocaso, después,
el tránsito oscuro, al final, el silencio,
la soledad, la memoria borrosa que dura
lo que sus allegados: el tiempo en el que
se pueda leer su nombre en negra lápida
de feas letras doradas, como si el sueño
necesitase inventado color. Morir es
una vanidad obligada. Porque, desde el pretil
del puente de piedra duradera, he pensado,
casi diariamente, esa nueva forma de existir
a contemplar bajo la sombra del aliso,
el único sol esplendente hallado al final
del camino de los cipreses, frente al único
abeto que aparece como prior claustral.
¡Tantos años de vida y qué desconocida es
la muerte! Con ella, sin embargo, más
años viviremos que con este cuerpo,
deteriorado o no, que nos acompañará
hasta que el último hálito sea una brisa que
nunca sabremos si ha llegado hasta el lugar
en el que la muerte se acerca al cuerpo
y se queda con él como si fuese más tesoro
que nosotros mismos percibíamos.

Mas la vida bulle, por ella se lucha:
ignoramos casi todo de ella, pero, por ella
he aprendido esta mañana que el daño de ayer
me dura y que si veo aquella palmera, volcadas
sus ramas al suelo, escueta y seca, es porque
mi vida, yo, estoy acabando de escribir,
apoyado en el pretil del puente, este oscuro
silencio que se hace azul si vuelvo mi cabeza
al agitado mar sito a mi espalda terrena.

Águilas, 27 agosto 2012
José Luis Molina Martínez