sábado, 28 de enero de 2017

SUBURBIO. Rafáel Sánchez Campoy. 1933




Estas callejas angostas,
estos hombres decaídos,
estas mujeres sin alba
me han herido.

He llegado hasta el suburbio
leproso, el suburbio tísico
de ensueños y de emociones...
Vuelven mis pasos vacíos
por el suburbio sin nombre
lacrado, hostil, necio, frío,
asmático de rameras
y corazones dormidos.

Dolor de ciudades claras;
sombra de engaño y de vicio.

Grises, grises; gris en todo:
obsesión y escalofrío.
Obstinación progresiva
de un gris sucio, repulsivo.

Grises las almas; el cielo
gris; el loco vocerío
de cafés y de pianolas
gris también.

Sombra y vacío
en las almas.
La muchacha
buena que aun no se ha vendido
tiene gris el corazón,
sin futuros de idealismo.

Sinfonía eterna de grises
en el suburbio maldito.

Madres grises. Las conciencias
grises también.

Gris el niño.­

Rafael Sánchez Campoy

martes, 17 de enero de 2017

VERANO EN POQUEIRA



En 1983, debí hacer un viaje familiar a la Alpujarra "granaína". Me debieron dar, o adquirí, que no recuerdo bien, un folleto que, días pasados, buscando un papel necesario, pero no hallado, me encontré y, ¡¡¡oh milagro!!!, doblado en su interior, un par de folios con un poema titulado Verano en Poqueira. En un tercer folio, manuscrito de mi puño y letra, se puede leer que cuando, por esos años, funcionaban las Aulas de la Tercera Edad, me llamaron para hablar a los que entonces eran como yo soy ahora, viejos, de un tema elegido por mí: la relación entre las Alpujarras y Lorca. Históricamente es el marco en el que se desarrollaron las guerras civiles de Granada que cuenta Ginés Pérez de Hita. En estas guerras intervino el "tercio viejo" o el "tercio roto" lorquino que se distinguió por su valor y su dureza. Para concluir, debí escribir el poema que sigue y leerlo. Me alegra recuperar de nuevo y ofrecérselo a quienes me siguen en este blog.

Garzo cielo y toda nube asombro.
Blanco nuevo a cada instante.
La mirada, como un gran angular,
tiende ya al acierto del valle
o escala la serena altura redonda,
hasta donde el verde calcinado
es por la nívea blonda invernal,
recuerdo luego por mayo, olvido
en este julio ígneo que es el
corazón del verano, luna redonda
en Lújar, sierra devorada,
¡oh fuego hediondo y negro!

Es sosiego la arista que sombra presta
al caminante fascinado por la albura
reberverante ante cada araucaria que pende
de gracioso tiesto que adorna balconada a
la sierra, chimenea inédita, techo de launa,
antiguo modo de estar en una intemperie,
refugio ahora, descubrimiento de un algo que
nunca debió ser abandonado.
                                              Siguiérase en el
sacrificio y hubiera menos daño en la frente
del que ahora es viajero extraño en la tarde
de la Alpujarra, con calor de árbol en verde
distinto al soñado cada día mientras estoy
de fiel servidor de cada instrumento
coche o artefacto necesario a cada hora
para entenderte entre el silencio que
buscas por los escondidos dedos de nieve,
simbólico esparcimiento, manera de errar
por la estepa de cada día en que soy.


Te dejas allí y detrás de cada blanco
-límpido hogar- aparece un pájaro nuevo.
Gayamente silba a la petunia que cuelga
de la sombra de las tres, mientras vino
viene del sestero y florecen arrullos,
silencios, coloridos nobles en que flotar
como agua, mientras surgen celestes formas
de algodón, caprichos albos que adoptan
pasiones irascibles, volubles quejas que son
grises lamentos, castigo por ser testigo
de tanta bondad como Pampaneira es, nueva
cada vez, lejana y sola, mientras escribo 
este diario de amor ante el cómodo silencio
de mi recuerdo.

23 de julio de 1983
José Luis Molina






domingo, 1 de enero de 2017

MENÚ PARA UN DÍA CUALQUIERA DE AQUÍ A REYES




Así que me fui a la cocina, busqué un cazuela de barro que había comprado para hacer arroz, le puse agua hasta su mitad, le añadí un par de hojas de laurel, una bola seca, un trozo de tomate, una tira de pimiento, perejil, una polvoreda de albahaca, estragón, tomillo, hierba buena, un chorro de aceite de oliva, y dejé que todo eso empezara a hervir. Miento, busqué media docena de gambas que había congeladas y las eché también al cazo. Dejé que hirviera un poco, como tenía pensado y, a los cinco minutos, cogí el arroz de Calasparra, puse tres puñados en la zaranda, lo limpié, y lo fue dejando caer con un cuidado amoroso sobre el agua hirviente. De vez en vez, durante los veinte minutos preceptivos de rigor, con la cuchara de madera tan quemada ya de tantas veces en la olla, removía todo aquello que olía ya a cielo bendito. Lo probaba de cuando en cuando cerrando los ojos y comprobando la evolución de aquel guiso que, por primera vez, estaba haciendo. Sin receta alguna. Lo he inventado yo, le dije. Lo sentía madurar entre mis dientes, ponerse tierno poco a poco. Cuando estaba ya casi a punto, cogí un huevo y lo eché encima de aquel arroz al que le faltaba un poco de azafrán de pelo. Me consolé con el colorante que encontré. Está a punto, me dije. Y corté el fuego, puse un paño de cocina sobre el cazo y dejé que se reposara. Así que, mientras aquello maduraba amorosamente, me serví un buen vaso de vino de Jumilla, fresco, que tenía guardado para las grandes ocasiones.

CHIVO PICANTE.

 Ingredientes: medio kilo de chivo (cabrito), orégano, cabeza de ajos, albahaca, comino, limón, perejil en polvo, tomillo, sal, una guindilla, un vaso de vino tinto, cuatro tomates, un vaso pequeño de aceite de oliva y ron. Preparación: en una olla de pone el chivo a trozos y se añade el vino tinto, sal, orégano, ajo, perejil, tomillo, albahaca, comino, guindilla y el limón (uno) a rodajas.  Se deja reposar unas horas. En otra olla, se echa el aceite y se pone el chivo y el condimento. Cuando hierva, se añade un chorro de ron y los tomates. Se deja hervir una hora. Se sirve con arroz o con plátano.

FUL MEDAMES (En copto, puré de habas)
Hierva ½ kg. de habas frescas peladas en una olla, con el doble de agua que de habas, a fuego lento, hasta que se consuma el agua. Se añade media cebolla, un ajo picado, un poco de cominos y dos cucharadas de aceite de oliva. Se tritura todo, se deja cocer cinco minutos en una cazuela, se salpimienta y se añade perejil picado.

GALLETA DE CHUFA

Se muele la chufa y con su harina y con agua se hace una pasta que se mezcla con otra de dátil y miel. Se les da forma cónica y se fríe con aceite de oliva.