viernes, 4 de noviembre de 2011

ACASO NO SEA POBRE HERENCIA



He sellado con extrema dificultad el rito,
pues conozco mejor mi pasado que cuanto
sucede al otro lugar de la calle tranquila.
Si digo ha llorado todo el día el bóreas
generoso, créelo y sabrás por qué ahora
los cristales te ofrecen, mientras miras
el poniente de la tarde, violáceo y creta,
la huella del grisáceo mar que acercaba
su enfado hasta la deshecha playa apostada
en el silencio de mis pasos, mientras las aves
escondían sus picos en las palmeras verdes
y se mecían al vaivén de los vientos grises
que se allegaban según se mira al islote
en el que se escoraron las barcas guiadas
por las gavinas que iban a guarecerse, lentas
y de feo vuelo, al otro lado de Cope, donde
las oquedades escarpadas son refugio
para la soledad de la lejanía de los peces.
No sé qué vendrá mañana desde la prora
aventurera de las cólquidas naves lejanas.
Pero ya entiendo el susurro del sueño
en la soledad de los pasos salobres mientras
las clámides aguardan el paso de la última
nube, cuando la oscuridad me pone la mano
en el hombro y se pone a andar junto a mí,
que acabo de alcanzar el sosiego del soneto.
Surcando la mirada,  escucho el suspiro sobrio
que espera mi cercanía como si fuera hoy
el sol de mayo en este otoño inclemente de sal
y generoso de viento que llega hasta la cumbre.
Todo esto es cuanto hoy te puedo acercar
al porche donde se une el daño y la edad
como si todo fuese un santo advenimiento.
Pero la sombra de mi duda prolonga la ufana
perversión de lo que mañana será tu propiedad.

José Luis Molina Martínez
4 noviembre 2011

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