martes, 17 de enero de 2017

VERANO EN POQUEIRA



En 1983, debí hacer un viaje familiar a la Alpujarra "granaína". Me debieron dar, o adquirí, que no recuerdo bien, un folleto que, días pasados, buscando un papel necesario, pero no hallado, me encontré y, ¡¡¡oh milagro!!!, doblado en su interior, un par de folios con un poema titulado Verano en Poqueira. En un tercer folio, manuscrito de mi puño y letra, se puede leer que cuando, por esos años, funcionaban las Aulas de la Tercera Edad, me llamaron para hablar a los que entonces eran como yo soy ahora, viejos, de un tema elegido por mí: la relación entre las Alpujarras y Lorca. Históricamente es el marco en el que se desarrollaron las guerras civiles de Granada que cuenta Ginés Pérez de Hita. En estas guerras intervino el "tercio viejo" o el "tercio roto" lorquino que se distinguió por su valor y su dureza. Para concluir, debí escribir el poema que sigue y leerlo. Me alegra recuperar de nuevo y ofrecérselo a quienes me siguen en este blog.

Garzo cielo y toda nube asombro.
Blanco nuevo a cada instante.
La mirada, como un gran angular,
tiende ya al acierto del valle
o escala la serena altura redonda,
hasta donde el verde calcinado
es por la nívea blonda invernal,
recuerdo luego por mayo, olvido
en este julio ígneo que es el
corazón del verano, luna redonda
en Lújar, sierra devorada,
¡oh fuego hediondo y negro!

Es sosiego la arista que sombra presta
al caminante fascinado por la albura
reberverante ante cada araucaria que pende
de gracioso tiesto que adorna balconada a
la sierra, chimenea inédita, techo de launa,
antiguo modo de estar en una intemperie,
refugio ahora, descubrimiento de un algo que
nunca debió ser abandonado.
                                              Siguiérase en el
sacrificio y hubiera menos daño en la frente
del que ahora es viajero extraño en la tarde
de la Alpujarra, con calor de árbol en verde
distinto al soñado cada día mientras estoy
de fiel servidor de cada instrumento
coche o artefacto necesario a cada hora
para entenderte entre el silencio que
buscas por los escondidos dedos de nieve,
simbólico esparcimiento, manera de errar
por la estepa de cada día en que soy.


Te dejas allí y detrás de cada blanco
-límpido hogar- aparece un pájaro nuevo.
Gayamente silba a la petunia que cuelga
de la sombra de las tres, mientras vino
viene del sestero y florecen arrullos,
silencios, coloridos nobles en que flotar
como agua, mientras surgen celestes formas
de algodón, caprichos albos que adoptan
pasiones irascibles, volubles quejas que son
grises lamentos, castigo por ser testigo
de tanta bondad como Pampaneira es, nueva
cada vez, lejana y sola, mientras escribo 
este diario de amor ante el cómodo silencio
de mi recuerdo.

23 de julio de 1983
José Luis Molina






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