Estas
callejas angostas,
estos
hombres decaídos,
estas
mujeres sin alba
me
han herido.
He
llegado hasta el suburbio
leproso,
el suburbio tísico
de
ensueños y de emociones...
Vuelven
mis pasos vacíos
por
el suburbio sin nombre
lacrado,
hostil, necio, frío,
asmático
de rameras
y
corazones dormidos.
Dolor
de ciudades claras;
sombra
de engaño y de vicio.
Grises, grises; gris en todo:
obsesión
y escalofrío.
Obstinación
progresiva
de
un gris sucio, repulsivo.
Grises
las almas; el cielo
gris;
el loco vocerío
de
cafés y de pianolas
gris
también.
Sombra y vacío
en
las almas.
La muchacha
buena
que aun no se ha vendido
tiene
gris el corazón,
sin
futuros de idealismo.
Sinfonía eterna de grises
en el suburbio maldito.
Madres
grises. Las conciencias
grises
también.
Gris el niño.
Rafael Sánchez Campoy
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