viernes, 29 de junio de 2012

CAVANDO EN MI PROPIO POZO

(c) Su autor

Vana es nuestra fe si el héroe no cumple
con su vocación de custodio del emblema.
Inútil es regresar al origen,
              eliminar lo inmundo,
              acercarse al hombre,
              despojarse de todo,
              purificar el alma,
              inclinar la vida al encuentro deífero
si el cerco de la vida asfixia el crecimiento,
                                              el desarrollo,
                                              la plenitud
social que eleva al hombre a la dignidad
                           de hombre,
mientras la noche del amor oscuro destella
gozos luminosos,
sígnicas palabras.
desconocidas profundidades en las que sólo
lo divino,
la mismidad íntima del ser,
columbra cuanto de celeste permanece
en la interior bodega del Amado,
en la que se bebe lo no entendible,
                se sabe lo no entendible,
                se intuye lo no explicable,
porque la experiencia se interrumpe en cada
ocasión en la que la solicitud por lo terreno,
                                               de lo vital,
cerca el silencio y se pierde la prioridad
de la experiencia,
                                          la apariencia
de la ocupación de lo humano en el velado
momento del hallazgo,
                                           la concupiscente
alteración del desiderio,
                                           la ineficacia
de la música armoniosa que se eleva como
el incienso que esconde el ara, mientras
el murmurio de los ángeles parece un zureo
de palomas que aletean hasta el frontispicio
de la fachada y ensucian las venerables calvas
de los obispos que esperan, hasta que la piedra dure,
la comunión de los santos.
                                           Esto es cuanto ha hecho
historia desde antaño, cuando el Ángelus señalaba
la hora de comer,
la conclusión del trabajo,
la conducción del rebaño al aprisco,
y la de encender la capuchina en la cocina
donde la sopa humea y se bendice el pan
antes de hincar el cuchillo
en la dureza de su corteza,
en la dureza de sus muchas horas
salido del horno que no volverá a calentar
nuevo pan hasta que el grano sea molido,
sea harina cande, esté preparado para ser
Pan de Dios, Cordero de Dios, Señor Jesucristo.

Por todo eso vivo en el incendio silencioso
de este mar de la Cala que no volveré a ver
hasta que acabe la estación veraniega y regresen
a su cotidianeidad cuantos gritan, vociferan,
van y vienen sin sentido, aunque, entiendo,
han conseguido cuanto buscaban antes de que
julio y agosto fuesen consumo organizado.
Reforzaré mi claustro, cerraré las puertas
por las que entran los latidos exteriores
y volveré a buscar novedades espirituales
en la concentración sagrada de mi mente,
en la soledad creadora que me proporciona
vivir en la Calle Tranquila de la Cola de la Cala.
Dios sea loado y me permita profundizar
en mi propio pozo
para que me surta de agua fresca que bendiga
mi ensalmo, la profundidad de mis deseos.

Calabardina, 21 junio 2012
José Luis Molina Martínez





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