viernes, 15 de junio de 2012

EN ALGUNA QUE OTRA MAÑANA, LOS SALMOS SUENAN FÚNEBRES






Hoy es una rutina monótona. Vuelve hoy
a ser un tiempo gris. Casi como ayer. Casi
como mañana. Es unánime comentario
el duro sol y la fatiga engendrada: parece
terrible sol castellano, pero es el que reina
en la Cala, muerta de brisa, morena bonita,
aunque los broncos días venideros antes
del solsticio a celebrar la noche corta de
junio se hacen inaguantables horas en
búsqueda afanada de la sombra, del silencio
de la arena varada como nao inservible.




Paciente espera la de los versos ofrecidos
en el ara de los templos despedrados,
demolidos, llenos de hierbajos brotados
y crecidos entre las juntas de las losas
resquebrajadas. Allí se esconden las lucíferas
salamandras, las foscas pieles de las culebras
sin ponzoña -sólo sirven para asustar a quien
escucha un chiflo como de siringa, hueco,
entre las piedras soleadas-, porque las chumberas
-Opuntia ficus- crecen y se calcinan algo
más allá, pasado el majuelo, tan cerca de la
ermita a cuyos alrededores, quizá en el atrio,
de celebraron los rituales de junio, en tiempos
ancestrales, cuando los dioses andaban entre
los hombres, dichosos tiempos aquellos.





Caducos son aquellos dioses, pero de ellos
han escrito hasta hace poco los hombres
creyentes en las tradiciones que explicaron
el manejo las divinidades con leyendas
que hacían sonreír, porque nadie más
desamparado que el hombre proclive
a la tristeza, aunque viva en la zona
ascética lindante con la ascésis lírica,
en la Calle Tranquila de la Cala-Bardina,
claustro de agua y oración salmódica.




Así, veloces en su monotonía, pasan las horas
mientras la vida ciudadana continúa a su ritmo:
algunas mujeres andan en la compra,
algunas jóvenes abren y cierran las puertas
de las boutiques vacías, dejando currículos
como carta de presentación que no tendrán
en cuenta, tiempos raros los de ahora, porque
el silencio, el no hacer nada, es un modo
de defenderse que ha colocado las monedas
bajo la losa, a la espera de que crezca el denario.




¿Que seré después de mi muerte? Morir es algo
a hacer todos los días. De hoy, acostumbrada
rutina, a la rutina de la sin nombre, sólo media
un requiem y notable desconsuelo en algunos.
En verdad, no era esta la conclusión que anunciaba:
pero hasta aquí me ha llevado mi edad dorada.


Calabardina, 15 junio 2012
José Luis Molina Martínez


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