lunes, 17 de agosto de 2015

LUNES LITERARIO. José Luis Molina

Fotografía: (c) Belén Molina

ITIMAD SE OCULTA
Y AMOR OPRIME EL ALMA

Extraño sabor a lágrimas sinceras
mientras el sueño se acaba al sol
del alba que tirita. Modela tu cuerpo
la soledad de la hora estremecida.
Ninguna fantasía es posible si los
cristales dejan pasar el tono rosado
de la mañana y el despertador ya
ha sonado como ejecutor justo de la
sentencia. Así comienza el malhumor.

Me salto la rutina y abro el libro de
Hagerty. Al-Mutamid está triste por
la ausencia de Itimad. Sólo busca
la flor de su sexo, aunque lo disimule
con palabras bellas. Todo muy idílico,
gacela, gacelita mía. Menos mal que
no especifica si la gacela es cazada
por el depredador. Cierro el libro
cuando leo aquel verso último:
"Haz lo que acostumbras". Y obedezco
la orden, que no ruego. En ello estoy.

Busco un rito con el que cumplir ese
ansia que jamás quita la sed, jamás
se calma, jamás se colma, jamás
rebosa por el borde del alma jamás
satisfecha, jamás contenta, jamás
llena de misterio, jamás perfeccionada
en sí misma. Llegas hasta tu destino
y, de pronto, acaba aquello y vuelta
a tu origen, al centelleo de las lucecitas
que aparecen tras los ojos cerrados
cuando los párpados son un límite
al desborde, al deseo de que todo
concluya en aquel feliz momento.
Es un enigma breve, terciopelo idílico
cuya caricia es un suave aroma de vida.

Mas pronto todo es otra cosa, otro velo
sobre los ojos cuya mirada penetra
hasta el incierto horizonte real. Y sigues
buscando entre los platos sucios de
anoche y las hojas secas del hielo de
anoche. Son cuatro las matas que aún
perduran tras esta gélida temporada.

Saldré a la calle Tranquila como refugio
para mis ojos garzos por si allí hallara
cuanto hoy sería experiencia, sabiendo
que no, que no está en ella el sosiego
del alma abandonada a los deseos cortos
de febrero. Es una búsqueda infructuosa.

Nadie queda a la orilla escuchando el furor
de la marina potestad. El viento esconde
el silencio y castiga con exactitud los árboles
del invierno severo, palmeras incluidas.

Todo es un eco de amor. Quizá sea mejor
amar un recuerdo que ansiar un amor
no correspondido. Si no hay posesión
sólo eres un ser solo. Itimad también se
oculta. Y el aroma del café me devuelve
a la cocina y a pensar en ese mar que veo
desde mi ventana como si fuese una gárgola.

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