jueves, 9 de junio de 2011

JOSÉ LUIS PRADO NOGUEIRA

Comentario

 

Lo que son las cosas de la vida no lo son las cosas del querer. Viene esto a decir que, aproximadamente por los años setenta y alguno del pasado siglo, tuve noticias a través de un ensayo de Félix Grande, Apuntes sobre poesía española de posguerra (Madrid, Taurus, 1970) de la bondad de la poesía de Prado Nogueira, pero he tenido que esperar hasta 2010, cuarenta años de nada, para poder leerlo, pues no encontraba sus libros, hasta que los he conseguido en una librería de viejo, junto a la OBRA POÉTICA COMPLETA de José Luis Hidalgo (Santander, Instituto Cultural de Cantabria, 1976).

                                                      Félix Grande, al que conocí personalmente

De Prado Nogueira escribe Félix Grande: "José Luis Prado, uno de los poetas más vigorosos y de una circulación aberrantemente restringida en proporción a su merecimiento, ha publicado
Oratorio del Guadarrama (1956),
Respuesta a Carmen (1958),
Miserere en la tumba de R. N. (1960),
Sonetos de una media muerte (1962),
La carta (1955)
y
La rana (1969);
Prado es de un dramatismo denso y avasallador. En pocos poetas españoles se advierte como en él lo que cuesta escribir. Su lenguaje es de una gran riqueza, en el que la expresividad y la contención se ponen al servicio de una problemática ensordecedoramente sufrida y analizada. Él demuestra el hecho de que la desesperación es también una respuesta agresiva al tejido misterioso de sus causas. Tengo a Miserere por uno de los poemas sobre la muerte más grande de toda la lírica española".

                                                              José Luis Prado Nogueira

                       La tristeza

BAJO la sombra incierta, la desnuda
acacia nos acoge. Tú a mi lado.
Se filtra el sol. El sol dibuja, a golpes,
símbolos vagos en tu piel morena.
Una muchacha cruza por el cielo
su líquido perfil, que tú no puedes
explicarte. (Señor, ¿el agua flota
en el aire?) Una vaca muge. Muge
-Lola tiende la ropa- a contrapunto
de la canción de Lola. Hay brisa. Corre
la dulzura del tiempo. Sí, se filtra
la universal ternura. Los lagartos,
las acacias, las piedras, la mañana
cuajada en luz en los picachos, llenos
de festones los cielos y las tierras...
Tú y yo bajo la acacia. Y, sin embargo,
ahora estoy triste, estoy triste de vida.
Estoy triste. ¿Por qué? Dientes de leche,
ojos de trigo en ti. Pero estoy triste.
No sé si sé que no día no lejano
te olvidarás de todo y a otras ínsulas
contigo a cuestas partirán tus sueños.
Este mundo tan puro
se quedará sin ti. Tú irás ganando
esta tristeza que hoy se me anticipa,
la oscuridad del alma, la industriosa
voluntad d ela hormiga, los venenos
mortales; el sombrero, la carrera,
la ciudad, las mujeres... ¡tantas cosas!
Ha de ser así todo. Es necesario
que sea así. Es preciso que yo sepa
que debe ser así. Es preciso que yo sepa
que debe ser así, en esta mañana
tan abierta de luz
que el alma se lastima,
tan misericordiosa
que los ojos se cierran lentos, íntimos,
mientras vuelve a cantar Lola, y emigra
la líquida muchacha por el cielo,
y tú, absorto y turbado, piensas cómo
podrá flotar el agua así, en el aire.

(De Oratorio del Guadarrama)

No hay comentarios:

Publicar un comentario