viernes, 3 de junio de 2011

SÓLO VOLVERÉ PARA LOS ARREGLOS

Los días sin paz

Desde el pasado día 11 de mayo, los días han venido sin paz, bueno, sin paz externa. No es que no me preocupe, que lo hace muy poco, los desperfectos sufridos en los enseres familiares.  Son sólo eso, enseres que alguna vez nos hicieron felices porque eran recuerdos de un viaje, de un detalle, de un afecto.


La onda expansiva abrió los armarios y tiró al suelo muchas cosas, otras las respetó. ¿Cómo hizo el sismo la elección? Observo cinco tazas, en el suelo estará la sexta. Bien es verdad que nadie ha tomado café en estas tazas que estaban de adorno.


Sobre esa mesa y por el suelo están los restos de cuanto cayó del armario. Pronto empezaré a pensar que hay que recoger esa basura del suelo. Posiblemente sea el martes.

Las estanterías han sido abatidas. En este habitación, ha sido, una de ellas, detenida por un aparador. Hay que recoger los libros para que no sufran deformación alguna. El martes que viene empezaremos la tarea.





Por la destrucción de los monumentos civiles o religiosos, sólo tengo dolor. Aunque alguno de ellos, como la Casa de las Columnas, ya podía haber estado arreglado antes de este debacle.




EPITAFIO EN FORMA DE SONETO

Por no sufrir la cruel visión de cuanto, roto,
perece por el suelo desolado, frío;
por no sentir en la mirada cuanto mío
yace por la violada tierra, un ocre coto


de innoble descalabro, flor hundida en Loto
elevo sobre torre desmochada en pío
sufragio, sobre el muro abatido en el río
de la vida: acoge, Lorca, mi triste voto.


Todo parecía del cielo bendecido;
todo alababa fértil llano alabastrino;
todo aclamaba el claro lirio sin abrojo.


Mas rompió tu solio con vil rigor crecido
el siniestro terremoto. Con daño vino.
Templo ni palacio queda: todo es despojo.


                                                       José Luis Molina


Fotografías: J. L. M.


La Corredera. Al fondo, la torre del antiguo convento de Clarisas. Hacia 1940.









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