lunes, 27 de junio de 2011

UN PAISAJE DE ÁVILA


Triste, el jardín, evoca la amargura 
de mi cansado espíritu; a lo lejos 
un tibio sol declina y sus reflejos 
nos presagian lo noche eterna, oscura... 
 
Los cipreses, hogar de mi aventura, 
se doblegan temblando como viejos, 
y la fontana en círculo de espejos 
solloza entre jazmines su locura. 
 
Plegarias funerales ya recita 
el viento, que sonoro precipita 
los húmedos topacios del aroma. 
 
El cielo se desgarra vacilante, 
¡Y el ensueño pasó: mudo y errante, 
con la figura azul de una paloma! 
Adolfo de Cuenca

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