sábado, 2 de febrero de 2013

MELANCOLÍA CERCANA

JOHN SINGER SARGENT (C)

Aquí fue lenta espera, horas perdidas
atisbando por el pretil del feo puente
palomas sucias de vuelo sumiso y corto,
canijos gatos de piel ennegrecida,
contrario estío sin otro fin que agostarse
y esperar de nuevo un ciclo sin mi
presencia rebelde. No hago falta de testigo
en esta arboleda descuidada, sedienta,
con plagas lastimosas. Pero dejo constancia
aquí de mi acompañamiento en busca de
algún gracejo que comentar banalmente.
Ejercicio singular ha sido este extraña-
miento, este no reconocer ni el paisaje,
aunque la mar era al otro lado y a ella
acercaba mis sentidos. Era casi siempre
tranquila en esta playa programada,
en esta orilla diseñada sin gracia en
despacho rocambolesco. Quizá por ello,
sentado sobre el rústico asiento de piedra
que contenía la eclosión de la acacia,
de la falsa pimienta, del azufaifo azul,
encerrados todos en el pequeño muro
que los encarcelaba, me invade la saudade.
Sí, todo esto ha sido testigo de mi impaciencia,
de tanto lamentar la pérdida de mi tiempo,
sabiendo el poco que me resta. Todo sea
así, si no pudo ser de otra manera. Porque
nada sucede si el Misterio no lo concede.
Me he buscado por dentro, en estas horas
Mañaneras, y, por supuesto, allí no estaba.
Yo, al menos, no me encontré. Ni lo que
indagaba sobre el alma de los seres y las cosas.
Debo seguir por este sendero del hallazgo.
Si entendiera lo que busco,
no existiría ni Dios, ni Misterio.

José Luis Molina
Calabardina, 2 febrero 2013

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