sábado, 5 de febrero de 2011

SALVADOR DE MADARIAGA










OBRA POÉTICA

Cambiando de lugar algunos libros en este día magnifico de febrerico el corto, he localizado uno que no veía hace un tiempo. Se titula OBRA POÉTICA, su autor es Salvador de Madariaga. Lo editó Plaza & Janés en su colección Varia, en 1978, y yo lo adquirí en Águilas (Murcia), en 1983, como una anotación de mi puño y letra con mi firma lo atestiguan. Madariaga es un español más ignorado en la actualidad y desde antes de su muerte. Fue embajador de España en los EE. UU. y en Francia y delegado en la Sociedad de Naciones. Escribe poesía también en francés e inglés. En otra ocasión, pondré en La Cola de la Cala algún poema en estas lenguas.
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Júpiter a Dafnae

No pesaré sobre ti
más que la sombra del árbol sobre la yerba.
Grávida, empero, quedarás sobre las blancas sábanas.
De aquel instante fugaz
soñarás en tus largas soledades negras
y en tus breves albas diáfanas.



Ciprés

Oh suspiro vertical
que arrobado en verde anhelo
exhala la tierra al cielo
en éxtasis vegetal,
árbol espiritual,
un alma mística y santa
para hacerse humilde planta
ha encarnado en tu semilla
y el ansia con que se humilla
hasta el cielo la levanta.


Ánade

Ánade níveo que arañando el yelo
Terso con uña y ala, del constante
Instante vas cortando el anhelante,
Movido pecho con tu sesgo vuelo,

Iniciando otro instante y otro anhelo
Más, a cada aleteo que adelante
Ingrávido abre y cierra a cada instante
Su secreto de nieve, y aire y cielo,

Zahorí que moviéndote devoras
El mismo enigma que al volar resuelves,
Cándido amante que las blancas horas

En sábanas de nívea pluma envuelves,
Lecho de amor que la muerte depara...
¿Y si el amor a ti te asaetara?


RAPSODIA
La tarde

Larga la tarde abarca todo el espacio del silencio.
Sobre los campos tendidos al sol pasan sombras de nubes.
Caen los minutos, gotas gruesas de lluvia de tormenta.
La tierra densa exhala un vaho de pensamiento.
En el cielo azul navegan galeones blancos
con las velas redondas hinchadas por un viento imaginario.
Ávidos de cielo se disparan los álamos hacia lo alto
y el río humilde les lame los pies incólumes atados a la tierra.
Sonríe el sol que se muere sereno y meditabundo.
El campanario se yergue sobre la aldea
como un ciprés sobre la huerta que guarda y ennoblece.
Junto al río, la lavandera se sienta sobre los talones
y con la mano en el pecho y los ojos muy grandes, dice:
es la primera vez que veo la tarde

Ángeles vuelan ocultos en el verde azul del aire.
Bruma de pensamientos oscuros surge del río del alma
y se funde con la neblina del alma del río que el viento acuesta en el margen.
Ya se va, ya se va el rebaño de ondas rizadas
que el sol acucia con sus cayados de luces
Ya se va soñando abedules verdes y nubes blancas
y etéreas praderas azules.
Río abajo en el cauce del alma ya se va el rebaño de ondas
que el sol acucia con sus cayados de luces...
Ya se va soñando nubes blancas y álamos verdes
y esbeltos abedules
y etéreas praderas azules tendidas a secar en la tarde.

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