viernes, 11 de febrero de 2011

EL LUGAR COMÚN DE PUREZA CANELO




LUGAR COMÚN

Cuando a PUREZA CANELO le dieron el Premio ADONAIS por este libro en 1970, yo estaba en todo mi furor poético lector y comenzando a escribir, algo que una circunstancia tras otra me impedía hacer, para mi desgracia. Aún no había regresado (yo) a Lorca y me alimentaba diariamente con un trozo de poema que aparecía en "Poesía cada día", que localizaba por las últimas páginas del ABC. Allí supe de esta poeta que entonces tenía 23 años. Me impresionó su atrevimiento lírico. Pero yo andaba refugiado en el bullicio de mi escuela rural en un lugar en el que sólo vivía lo que entonces constituía mi familia. Menos mal que Ovidio me entretenía y su poema era incluso la luz de la que no gozaba aquella casa no precisamente encendida. No era en verdad Benzal mi locus amoenus: Cum subit illius tristissima noctis imago...

Encima de mi mesa

Un puesto va avanzando
y trae nueces redondas
para que muchas manos se extiendan a la vez por ellas,
para cerrarse otra vez.
Es un trabajo de llenar con vitalidad el silencio
que me rodea y en parte me sacrifica el perfil
como un duende mío.
Tinteros, y postigos frente a la tarde que ya comprendo,
en ese sitio que no es del mar y avanza
y es mi tropezón de horas
a un lado de mi juventud
en el silencio y en la puerta.
Miro una escalera apuntalada en tablas;
los gatos suben muy bien por ella, muy mal,
mi esperanza de un poema no demasiado largo
pero abierto y sano como la campana
que me tiñe, me tañe,
en ese punto de hora y ruido de metal
que cumple con lo suyo.
Lo demás no me importa;
desde siempre enseñé mis armas,
la funda de mis armas por dentro,
cualquier locura mía de mes, de día, de pie en el día,
de silencio formándose en mi espalda
y en mi frente
con las mismas células, y se convierte un monte en eso.
Estoy nadando en mi mar, valga o no la palabra mar,
y me soy necesaria como la luz, o la ruptura,
como la sombra de un árbol si estoy a su lado debajo,
o el beso de nadie, o es mío,
o no lo suelto,
o me dejo algo vencida para seguir haciéndome.

Saltando,
está el campo del mundo frente a mí,
enseñando él sus dientes, viéndole sus zapatos,
sus rostro de donde nazco
y nace mi confianza de amanecer
sumida en las lomas, en el campanario
como hechicero que vive entre el monte de peñas,
el dulce azúcar de la pastilla
colocada una vez en mi mano,
y ya para siempre es mi mano,
y mi amiga la existencia que me voy anotando.

(fragmento)


Ilustración: Portada del ejemplar que poseo de este título, el nº 279 de la colección.
(c) Pureza Canelo y Ed. Rialp. S. A.

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