jueves, 12 de abril de 2012

CADUCIDAD DE LO ARBITRARIO


No habitan los dioses falaces en lugares funestos,
ni en estepas barridas por los bóreas solitarios,
ni en las sucias calles malditas con malolientes cubos
de basura descompuesta, ni en los nefandos habitáculos
donde las prostitutas, que limosnean el óbolo
manoseado sobre su carne degradada, lloran
su destierro de la Tierra Prometida. Los lascivos
arrogantes compradores de un afecto caluroso
para paliar la pobreza de su liviandad maldicen
la pérdida de su fama, nunca caballeros, siempre
escorias de los sarcófagos custodios de la pobre
podredumbre de anterior época, tan maldita como
esta de abril. Los dioses se asoman por las espirales
del tiempo, ventanucos por donde triste luz accede
al silencio de la prisión, mazmorra de dolor, llagas
purulentas y frontera de la libertad: los duros
encadenados sufren el llanto del alma, la música
sollozada, la mímica de los sepelios. Los dioses,
sorprendidos por la humana miseria ignota para ellos,
y para ser nuncios en la vida no perpetua, buscan,
desasosegados e inamovibles, inquietos y firmes
en la veracidad de su estulticia, el ara bendita
a la que los portapaces besan según su liturgia
arbitraria, esotérica, a cuyos pies se postran, rito
estéril, cuantos no han creído en el ángel del licor
oscuro, absortos en la contemplación de las heridas
del pélida Aquileo, aislados por el aire que sopla
desde la Torre del Viento y habita en la señera Plaza
de la Estrella o en el alto Cejo de los Enamorados.
Los dioses lo saben. Se lo comentó aquel peregrino
enfermo de teluria que habló como oráculo laico:
"las manos del alfarero atormentarán vuestros sueños
y estrangularán en vuestra garganta los estertores
de los que siguieron la prédica de Guido. Sí, todos
esos son hermanos de perdición, soldados fronteros
de una Arcadia abundosa, fructífera, no disfrutada
porque vosotros, dioses vacuos, estúpidos herejes
de vuestro propio credo, de vuestro estético diseño
infernal, de vuestra pobre doctrina perecedera, 
a todos esos habéis abandonado, malditos;
pagaréis por ello. Cuando, al alba, tuba templada
por el ángel del imafronte, suene sonido infame,
veréis cómo se desploma por el  inmundo suelo,
el profanado altar usurpado. Esas penosas cárceles
diseñadas por vosotros habitaréis, estólidos
temporalmente, para encerrar en ellas cuanto fuera
malestar perenne". Oídas estas palabras sublimes,
los dioses marcharon al exilio. Nadie pagará
peaje para esa patria pagana. Sólo tres viajes
seducen, a Cyteres tras el amor, a la laguna
Estigia para conocer la muerte y hacia el interior
del alma en busca de uno mismo. Allí se encuentra la fonte
que mana y corre cuyo sonido se allega, aunque es noche
en el alma, hasta el aire de la almena, amor que no cesa.

Calabardina, 12 de abril de 2012
José Luis Molina Martínez

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