lunes, 22 de abril de 2013

A LA ORILLA SAGRADA DEL PROMONTORIO SALINO (23)


21

Nunca me mostré airado con el ángel
del licor oscuro. A su lugar patrio
condujo sus años sacrificados,
solitarios. Clamé para ella sólo
-¿con qué derecho?- vida más dichosa.
Nadie respondió. Sobre su alta tumba
vertí el vino del brindis. A su espacio
no he vuelto. Recuerdo es de tal ternura
que el viejo cementerio se estremece.
Ángel de velo bruno, ángel oscuro:
me has traspasado con la flecha alada 
y sólo con Ascanio me solazo.
¿De dónde, ángel, habitante soy ahora?
No conocí a mi padre, madre amada
en la contemplación del Rostro eterno.
¿Dónde la memoria del hijo? Nace
hombre en ladera de amor, un murmullo,
un vagido y ya es vida, llanto lleno.
¿Por qué no merecí rostro de padre?
En el nombre del hijo toda herencia
he perdido. Nunca seré en su exilio.
Supiera la fachada del suplicio
y allí mi brazo en la boca del horno.
Nunca llevaré bagaje a la Estigia.



José Luis Molina
Calabardina, 22 abril 2013

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