domingo, 30 de septiembre de 2012

FRESCA ESPESURA UMBROSA




Vivir un silencio en la espesura interna
del bosque saludable de la mismidad
es como poseer la gloria del laurel
entre las manos misericordiosas.
Se adentra por los ojos del alma y
se pierde en algún lugar de los dulces
habitáculos difusos del claustro
invisible, en un lugar al que no alcanzan
los desiderios más humanos de la suave
nobleza del alma. Ahí se conoce que
acaba el cuerpo, pero tampoco se halla
el ánima sabiendo su existencia, su pálpito,
su entelequia. Es una seria realidad si no
trise sí dolorosa. Es la impotencia, la (im)-
posibilidad de enfrentarse con un preso
ilustre encerrado en la cárcel del cuerpo
mortal. Cuidas el cuerpo visible. No puedes
ocuparte del alma que no conoces, cuyo
aspecto interesante y cariñoso ignoras.
Le transmites deseos, sentimientos, afectos
y apenas encuentras signos como respuesta.
Afecta esta incomunicación si es la noche
presente. Por eso, en silencio hay que vivir
por si, cuando hable, se escucha el rumor
del Verbo en soliloquio. Otro tiempo
es necesario para indagar el proceso justo
para dejar de ser cuerpo y entrar en el alma
por ser lugar de encuentro y sortilegio.
Si hay respuestas, en este claustro deben llegar.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 10 septiembre 2012

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