sábado, 29 de septiembre de 2012

DESEO MATINAL



Sobre la bruma repentina surgida, gris,
en el azulado mar de las gaviotas torpes,
aparece un agua plácida y fresca. Es
la gracia salobre de una virginal diosa
de la tramontana. Apenas se acerca
la vista al horizonte que se balancea
como si perdiese la línea recta celeste
y cobijadora. Desde la orilla, la arena
simula un desierto de pequeñas dunas
formadas por un aura vacilante. Su huella
en la playa permanece y borra la sombra
de la pisada temprana, cuando los celajes
aún son los dueños mágicos de la aurora.
Traspone la altura del collado un negror
rosicler que, a poco, ya es el sol reinante
viajero en el carro de Faetón. Es grata
el agua de temperatura acorde con los
cuerpos de septiembre. Se sumergen
a la espera de la beatitud, durante el largo
parloteo de urracas sin sentido, cada una
en su drama. Son pequeñas cosas las que
acumulan ratos felices, a la espera de la
inmediata desazón. Esta es la crónica de
esta mañana suave iniciada antes de que
la luz fuese poesía. Dios quiera que toda
la inquietud de hoy sea pasar el día
en el silencio de las cosas trascendentes.


José Luis Molina Martínez
Águilas, 10 septiembre 2012

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