viernes, 21 de septiembre de 2012

DELES DIOS MAL GALARDÓN

El islote del Fraile desde el balcón de la calle tranquila
El llano tiene mirada de perro perdido

a cuyos ojos se asoma el asombro sombrío.
Todo es terroso y sin límites, todo es terrible,
tórrido. El sol ya aprieta, infernal, y es lo que resta
hasta llegar a esa lejanía sin árboles,
sin dioses fecundos, sólo sed como castigo.
¿Bajo qué espadaña de ermita sueñan cigüeñas
que otean horizontes, caminos ondulados,
silenciosas auras de mayo, de atardecida?
¿A la orilla de qué regato con agua acude
el errabundo pensamiento de quien conoce
sólo los mástiles de las velas que veía
por encima del espigón salobre y arenoso,
desafiante y tal vez calmoso en días de azul?
A la sombra del ficus en asiento de piedra
carcomida del bravo viento lebeche, exploro,
ansioso, mi oculto mundo interior, saludable
viaje para mi inestable mente obsesionada
por el silencio, alegre siempre en la soledad
eterna. Claustro es, aunque a él acceden los fatales
daños, mi pequeño rincón salino de la Cala.
En este consumo de agosto, se perjudica
la calle tranquila, perseguido el ámbito albo
y sereno por los pobres estultos que chillan
sin emoción por las breves novedades falsas
que son la lujuria del bikini, falsedad
innoble para los ignorantes que sólo hacen
lo que saben, alborotar, romper el sosiego,
expoliar sarcófagos, burlarse de los salmos,
vociferar a la hora de los rezos. Sucede
así a diario. Es un insulto soberbio, sangrante,
para los que perdieron vista y voz en las hojas
de bastantes libros que a visitar invitaban
la bodega en la que el vino oculto era de añadas
anteriores y comenzaba a saber a roble.
Deles Dios mal galardón a los que interrumpen
la meditación quieta de dulce misterio nuncia.

José Luis Molina Martínez
Águilas, 16 agosto 2012

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