domingo, 21 de agosto de 2011

SALVADOR ESPRÍU


Un pariente de mi santa trabajaba en Barcelona en ASISA, empresa que dirigía un hermano de Salvador Espríu y en la que este mismo debía tener algún interés. En una de las ocasiones en que visité Barcelona, él hablaba de un Espríu y yo del otro, del hermano, del poeta. Así que, algo asombrados de que hubiera leído a Espríu, me obsequiaron con un par de libros dedicados por el poeta. Incluso poseo un folleto -digo folleto porque está cosido con grapas- sobre Cementiri de Sinera, con unas bella ilustraciones. Que la política haya borrado su nombre de la lista de poetas importantes de Cataluña me parece simplemente abominable, pues no sólo de nacionalismo vive el catalán, sino de sus buenos escritores, que los tiene, como vimos el otro día con el comentario que hice a la Antología de poetas catalanes de Carlos Clementson. La pell de brau era, en aquel tiempo de la última represión franquista, un aliciente, un apoyo moral y literario, para los que ni política ni intelectualmente estábamos de acuerdo con aquella endémica situación. Ya dije en el comentario sobre el libro de Clementson que me hubiera gustado que incluyera poemas de este libro admirable, en el que canta a la vieja piel de toro, a la España entera, no a la Cataluña separatista. Ahora traigo a esta Cala un poema de dicho libro:
VIII
Non ploreu més el temple
que fou enderrocat.
A penet us esperen
lliures camins de mar.
Arquers del rei, els càntics
ja no s'entonaran
damunt l'art mur: que siguien
des del record salvats.
Les mirades s'enduien
el cel de la ciutat.
En els ulls, raons fosques
aprenen somnis clars.
Captaires d'un llitnatge
de senyors, escampats
pel vent dels mil-lenaris,
venim a Sepharad.
Com estimem la nova
terra de l'aspre pa
que deixa a les velles boques
sempre regust de sang!

VIII
No lloréis más el templo
que demolieron ya.
A poniente os esperan
rutas sin fin del mar.
Guardias del rey, los cánticos
ya no se entonarán
en la muralla: vivan
en el recuerdo en paz.
Las miradas robaban
el cielo a la ciudad.
En los ojos, la sombra
la calma quiere hallar.
Mendigos de un linaje
de señores, sin paz,
al viento de los siglos,
buscamos Sepharad.
¡Cómo amanece la nueva
tierra del duro pan
que deja en las viejas bocas
gusto de sangre y sal!

(Salvador Espríu, La pell de brau -texto bilingue-, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1968. Traducción de Santos Hernández).
El libro que yo poseo tiene las pastas amarillas y me costó, en su momento, 75 pesetas. En la contra-portada Espríu pone unas palabras que reproduzco:
"Escribí este libro hace unos diez años (1958). Desde entonces, han pasado muchas cosas, algunas muy malas, las otras peores. Estamos viviendo días de una total confusión, y es indecente, creo, fingir ninguna clase de optimismo. Dicen que se aproximan hechos y pruebas apocalípticos: es muy posible y, desde luego, será más bien desagradable el haberlo de soportar. En esta concreta circunstancia, aparece de nuevo mi libro en edición bilingüe. Ello es un indicio -una señal pequeña, claro está- de que aún hay quien adopta valientemente una esperanzada actitud. Deseo que muchos la quieran compartir, mientras leen cómo un hombre de la periferia ibérica intentó comprender, tiempo atrás, el complejo enigma peninsular".
Nota: de este libro hizo Agustín Goytisolo una edición en París, Ruedo Ibérico, en 1963


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