martes, 30 de agosto de 2011

JACINTO HERRERO ESTEBAN


Fue espléndido el banquete,
abundante de carnes y de vino,
y reían sin saber ya por qué
hasta las lágrimas;
estólida locura de beodos.
Odiseo salió del baño ungido
de olorosos aceites;
había recobrado su hermosura.
A su lado Penélope acudía
sosteniendo las flechas en la aljaba.
El sol era ya puesto y las teas
ardían con un rojo fulgor. Nadie
imaginaba aquel momento:
-He elegido marido, es Odiseo
regresado a palacio.
Tras el asombro, siguió la desbandada.
Cayósele la copa a Antínoo de la mano
y temblaba buscando la salida.
Abrió el portillo angosto el porquerizo
y hacinábanse todos y caían de bruces
unos sobre los otros y se oía,
creciente la risa de Telémaco,
la alegría que libra de la opresión sufrida.

(Jacinto Herrero Esteban, La herida de Odiseo)

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