sábado, 27 de octubre de 2012

LLUVIA FELIZ DE OCTUBRE TRAE LA DIOSA




Estas lluvias de octubre hacen tiritar
este otoño húmedo de la Cala idealizada.
No traían aguas las cabañuelas para este
mes feliz de color amarillento en las hojas
de los árboles. De algunos, sin nombre
conocido para mí, he disfrutado de sus hojas
cubiertas de un rojo dorado en los bosques
pirenaicos. Quizá falten esos colores
en la fiesta del envejecimiento natural
de la floresta. Falta aún para el invierno,
pero este viento que trae las nubes de
allende parece poner frío en los huesos
de tantos años quebradizos y grises.
Cuando viene del mar arrastra gotas
invisibles  que enturbian los cristales
de las gafas obligadas. Todo oscurece
antes y comienza a salir humo con olor
a madera con resina por las negras
chimeneas del año pasado. La llegada
de la nieve a la orilla de la Cala es posible,
pero sonríes ante la idea como si el mar
fuese caluroso todo el año. Volverán
las lluvias grises de octubre a enfriar
los escasamente firmes pasos del corto
andar sobre la finura del agua feble.
Golpearán por las noches sin luces celestes
las duras gotas y mojarán los cristales fríos,
Y, de nuevo, a su sonido conocido,
apretaré la manta sobre mi cuerpo destemplado
y me estremeceré como si el viento fuerte,
que rompe el silencio, trajera el agua
para helar mis aciagos pies de ahora.
Desde mi sueño, despierto en el lecho confortable,
entorno los ojos para gozar de esta sensaciones
por si no se repitiesen en el próximo otoño.
Nadie sabe si regresará el agua a la calle
Tranquila. Quizá, para entonces, el balcón
ya esté vacío y no escuche la canción
del agua sobre mi ánima cansada, tal vez, rota.



José Luis Molina Martínez
Calabardina, 26 octubre 2012






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