martes, 16 de octubre de 2012

RESUMEN DEL DÍA



Josefina de Óbidos: Santa Teresa (1672)
Antes arena, ahora tic-tac en el viejo reloj
negro que dejara padre en la repisa del fuego
encendido cuando apretaba otoño y era
húmedo el aire marino. El relente se pega
al límpido cristal a cuyo través se vislumbran
las luces de los pueblos fronteros. Enfrente,
Mojácar. A la izquierda, sobre la línea misma
del mar, el destello del faro. Cabo de Gata
podría ser. Sólo se divisa en la noche ática
de luna simbólica, cuando ni nubes aparecen
sobre la tersura del agua mediterránea.
Únicamente distrae mi mirada andariega
el ruido metódico del viejo reloj al que madre
quitaba el polvo todos los días desde que padre
se hizo silencio y la soledad lo habita en claustro
imperecedero. Se fue sin arreglar viejas cuentas
pendientes, heridas mortales recibidas, daños
solemnes causados. No soportó aquella decisión
unilateral de quien tenía que respetar su huella
natural. Vivió con aquello a cuestas como Sísifo
su martirio. El mar continúa en esta mítica Cala,
asombrosa y recoleta, en la que fue feliz los días
que la Parca -o la Fortuna- le tenía reservados.
La lejanía fue así un vivero candoroso. Miraba
a través del viento y sus ojos eran guaridas
del vuelo de los cormoranes. Desde allí,
hablaba con su madre y le pedía noticias
del padre que no pudo amar. Están en su lugar,
decía, y se sentía triste. Como yo me siento hoy
mientras pienso en ellos. Tengo toda su historia
entre mis manos de otoño. Luego beberé vino
para brindar por sus vidas, ahora que me resta
menos tiempo para hacerles compañía. El ruido
del mar, como en sordina, se acerca a mi silencio.
Sólo pienso en aquella época en la que todo era
un lugar ameno. De aquello no queda ni el recuerdo.

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 15 octubre 2012
Festividad de Santa Teresa.

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