sábado, 13 de octubre de 2012

SI SE ROMPE EL SILENCIO DE LA CALA...

Marc Chagall (Les amoureux de Vence)
Aislado soy un día más bajo la quietud
del silencio interrumpido diestramente.
Los largos fines de semana se llenan
de gente huida de su costumbre.
Asombro por todo
-por el jadeo de la nube,
por la frígida igualdad del agua,
por la ropa adolescente como flor
que eclosiona y asombra de bella-,
al tiempo de la llegada. Descubierto
pronto el espacio de siempre,
el tedio abruma el corazón de los tímidos
inquietos. A poco, todo es lo mismo
y la sorpresa no conmueve la luz
de los ojos ni el apretón de manos
simboliza nada. Todos los soles queman
y los árboles, con las hojas justas, son
cortos horizontes que señalan un sur
inexistente. El tedio del azufaifo
cubre la ética de la tarde y la marina
potestad de las olas se deslíe en plata
cuando la orilla es un beso sublime.
Bajo la escualidez del muelle, entre
sus tablas pútridas, unas pequeñas
piedras tienen tanto verde como años
enterradas. Pececillos vibrantes
esconden su voz entre ellas y el eco
parece música de ángel. Ha acabado
el día su tiempo y, al anochecer, la sombra
húmeda de la clepsidra envuelve
en agua salpicada la mirada sombría.
Todo es noche y el mar una quimera
que se escucha, tonante, bajo las dulces
sábanas que ocultan el frío del páramo
en que se transforma cuanto buscaba
en la orilla de la calle tranquila.
La Cala es un adorno para mi claustro.


Muelle de pescadores (Calabardina). Fotografía: Carmelo Molina Jiménez

José Luis Molina Martínez
Calabardina, 13 octubre 2012.

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