lunes, 9 de julio de 2012

ATARDECER OSCURO

La isla del Fraile desde la playa del Arroz. Foto: J. L. Molina


Sólo viene del mar en silencio,
en este crepúsculo azul-pizarra,
bajo un cielo de pulcro pálido
gris, un manifiesto símbolo
de variedad salobre,
de ejercicio contemplativo.
Accede hasta mí, que no pregunto
ni incluyo sonidos en el pebetero
de la soledad adueñada
del tiempo, porque lo oscuro
no cubre todo el páramo donde
los pájaros -las alondras- sumergen
su música en catedrales líricas
y engendran acordes etéreos
de verde aliento en sus picos
anegados de lejanía.


Orfebres son los silencios,
rústicas las nubes que algodonan
un horizonte ya perdido
antes de que los barcos acerquen
sus proas al vaivén de los muelles.


Es tanta la paz merecida que
su posesión, en una difusa mirada,
abarca cuanta escasa luz queda
entre el olvido y la charca salina
en la que se refleja la palmera
y el lentisco rojo de la orilla.


Si se adentrara la noche hasta el búcaro
en el que se refugia la flor del cantueso,
nacería un nuevo himno. Quedaría 
sobre el aparador como uno más
de los recuerdos que madre dejó,
como beso sin aliento,
antes de irse a su lugar.


Aparto una chispa los visillos
para que entre el último suspiro
de luz, antes de que abandone
la pluma sobre el papel
en el que sólo queda un desaliento
amado,
y mire por la ventana de la calle
tranquila
el panorama ganado por una tiniebla
resistentemente abrazada
a un azul delirio mientras fallece
sin saber nada de los caballos negros.


Calabardina, 5 julio 2012
José Luis Molina Martínez









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