martes, 24 de julio de 2012

NINGÚN MISTERIO PRODUCE INQUIETUD


Ábalos
Las caras del humo parecen fantasmas
agrietados por su variable fortuna.
Hasta perderse, ascienden la escala
de sus tonos señaladamente oscuros.
En su lugar, aparece la nada sin sueños
adheridos como adobes con mortero
de otro gris peligro de clausura,
de encierro,
de invariables paisajes diarios:
césped cuidado,
árbol eterno,
pozo sin agua.
Las pequeñas grietas de los muros
son para los pájaros que horadan lo justo
para hallar su hueco entre oración,
campana y humo de incienso
que revolotea hasta el crucero,
la cúpula ajena a la luz,
el destino del rezo,
el gregoriano ictus tonal,
el sano silencio del sestero

-dormiunt in somno pacis-,
a la hora de tercia,
cuando más duele el férreo sol
nacido tras el canto azul:

las palomas lo corean con zureos pacíficos,
con movimientos esbeltos

como aves que son sin infierno.
Ahora mismo, un novicio nuevo
no soporta el silencio y, caída la tarde,
abandona el sosiego de los frutales del huerto.
A esa misma hora, alguien balbucea lenguaje
que sólo significa la profundidad conocida
y cómo eso es tan sólo el comienzo del largo
erial intuido: la oscura noche del yo.
Como si la luz

permaneciese mucho tiempo sin daño.
Son momentos y,

en cada uno de sus destellos,
el alma inquiere tantos sentidos abiertos
al más allá,

como inquietudes siente mientras
los ojos son cada vez más lejanos,
más eternos,
más asombro
en sus óvalos almendrados, etéreos

lacrimógenos.
Luego, la realidad pone cada cosa en su lugar
de siempre. Aquí un deterioro, allí una lágrima,
en ese rincón un llanto, en la esquina
un arrebato placentero, un suspiro sonoro,
una nostalgia incólume.
Vuelvo, pues, a mi oficio de cada día

y dejo de pensar que fue en otra época
cuando el hombre se dejaba llevar
por la mano de Dios.
Hoy el hombre conduce su mascota sometida
a los tirones de la cuerda
porque estar solo le pesa como el cielo
encima de su cabeza y no sabe qué hacer
con su vida
como si esa urgencia fuese un misterio.



Calabardina, 23 julio 2012
José Luis Molina Martínez

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