lunes, 23 de julio de 2012

MALEZA A LA ORILLA DE LA RAMBLA HORMIGONADA

Desde la torre de Cope hacia el cabo (Fotografía: José Luis Molina)
Rosas de jardín urbano, arbustos
apresados entre los hierros de la
baranda sobre un cerco de cemento
para evitar que la tierra se extra-
limite. Moscas sucias revolotean
los matujos de forma de copa,
de un lánguido verde dormido,
enfermo de sol sin agua. Árboles
torcidos, laocontes sin gracia,
en busca de un color celeste,
se inclinan sobre la orilla
de la rambla que no vio agua
corriente desde que el baladre
pusiese en su silencio tacaño
un aura agostadora, perpleja.

Las hojas de las acacias tienen
los tallos morados, sus hojas motean
de amarillos feos y no muestran
al viajero su antiguo dulce pan de rey.

Era pobre aquella infancia pero tierna.
Nunca quiso el auríspice abandonar
aquel recuerdo amargo, qué no sufrirían
aquellos demacrados seres de la foto:
adorna ahora su mesa, mas es perenne
memoria de aquella personas que no dieron
un cielo a los niños desnutridos pero alegres,
festivos, de bellos ojos asombrados ante 
el milagro de soñar cada día una vida
que aprender. Cada uno hizo lo que pudo,
a Dios gracias.

La vida renueva su ciclo. El ciprés es perenne
y las enredaderas, las buganvillas, el azufaifo
y todos los seres que buscan las alturas, como
los turiferarios que alborozan sus gestos, cuando
saben que su óbolo cromático alcanza las nobles
columnas doradas del retablo talmente hortera.
Aquella frescura floral del templo ascendía
hasta donde llegaba su plegaria: panem nostrum
cotidianum da nobis hodie. Ayer entró en agonía
el desnutrido preste de la misa de doce:
la campana predicaba el dale su descanso eterno
y los pencos bayos de ancas engrosadas lucían
paramentos y penachos negros como el oscuro
destino de los que no saben donde van.

Más cerca de la muerte que de la vida,
vuelven a mi consideración aquellos días
felices del verano sangriento de tábanos
y feroces culebrillas pequeñusas nacidas
del hambre, buscadoras de algo que atrapar
y deglutir, fuera ratón, fuera pájaro incauto.

Yo fui apresado por la trampa del cazador,
pero aquellos días ponen en mis labios
entreabiertos
sonrisas de niño que aún perduran.

Calabardina, 20 julio 2012
José Luis Molina Martínez



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