martes, 17 de julio de 2012

EL SOL DE LAS DOCE

Ángelus (Millet)
Somera fortaleza la de la piedra frontera
al sol devastador del fatal verano.
En chinarros hirientes deshecha,
alfombra el suelo de pies descalzos
pisoteado como si el claustro fuese
refugio de oraciones mentales,
colmado de liturgias de las que sólo
nos llegan los ecos de los acólitos
como ángeles sabedores del canto.
Capiteles sabios ilustran historias
devotas, malignos símbolos de feroces
fieras, ora sierpes, ora flor de draco que
apresara novicias azules. Vuelos suaves
de alondras castellanas surcan el pausado
balanceo del prado frondoso: calcina
la palabra anunciadora, mientras
el ángelus
se hunde en el brocal impelido por las
campanadas oferentes de reflejos de nubes
esplendentes: sueñan con expandirse
en el horizonte del asperges simbólico.
Hay paz
-dicen-
en estos senderos oblicuos de la antífona
dichosa junto al oratorio monástico.
Todos los prestes ofician el mismo
sacrificio y los lábaros sostienen el incienso
a la altura de la oración.
A la sombra severa del árbol del atrio,
parece detenida la vida terrena. El cielo,
ocupado por ángeles risueños,
se adentra en el alma
y las palomas zurean
en este aposento nuevo.
La piedra arde,
la hoguera invade espacio prohibido.
Es la hora del nuncio. Ave, Eva.

El cielo de Cope al mediodía. Fotografía de José Luis Molina

Calabardina, 16 julio 2012
José Luis Molina Martínez.


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