domingo, 1 de julio de 2012

LA PIEDAD DEL SILENCIO

Catedral de Murcia. Fachada.

¡Cuántas cosas quedan en mi exterior,
en el entorno silencioso y solitario
buscado para vivir el tiempo que me resta!
En ellas pienso,
en el hombre que las orilla,
y las convierte en experiencia.
Las medito y las convierto en conocimiento,
luz y esencia,
refugio y discurso.
Lenguajes que cercan los elementos
a conocer,
a meditar,
a recomponer,
a transformar en unidades filosóficas
para acceder a las teorías que alojan
los sentimientos en el centro de su sagrario
sellado por la palabra transverberada
por la calidad prestada para que
las deducciones funcionen como ideas
interiorizadas,
cosas que ya no están,
que fueron historia
y hoy son memoria, cultura, antes que
olvido, pathos, logos o soledad: claustro
y silencio, árbol que sobresale
por encima de la tapia y acoge los pájaros
sin techo, sin vuelo agraciado.

Son, además, comunicación.

Mas, hoy por hoy, prefiero el silencio,
el ágape solitario, el sorbo de vino lueñe-
mente escanciado, bebido, degustado
con el chasqueo de lengua propio
del que disfruta el caldo de cepa noble,

vino reservado para las solemnidades,
mientras siente correr el líquido
hasta el corazón sobrio que entonará
el salmo de despedida,
cuando todo llegue al intelecto
y la luz sea llama fecunda.

A esto dedico mis días, aunque sean
mis desiderios inalcanzables porque,
humano, no puedo sino intuir el rito
de los lenguajes de intimidad, los que
abren los arcanos trascendentes
en donde las palabras tienen significados
no comprensibles sino para los que están
en ese dominio racional,
en esa interioridad que acerca lo sublime
y lo aleja mientras ese silencio
creador se hace hora oscura del alma
mientras lo inefable cubre el ánima
y pierde por la orilla del camino a seguir
cuando la aurora dorada
rompa la tosquedad de la tiniebla
y el misterio parezca entendido
hasta que ese juego del vislumbre
me postre de nuevo en el claustro
que da a la calle tranquila
ahora calcinada por la solana
que atosiga y aconseja la huida
al sestero que Febo crea cuando sus caballos
desbocados alcanzan la Cola de la Cala.

Mas yo sigo en mi rincón
estudiando los poetas que me emocionan
para conocer así el decidido encanto
del silencio practicado en la más estricta
soledad interior, despojado de cuanto
supones y es obstáculo para entender
el lenguaje de las ofrendas y saber que
el pasado ya no es posible:
sólo es memoria y palabra a inventar.


(c) Piranesi


Calabardina, 23 junio 2012
José Luis Molina Martínez


No hay comentarios:

Publicar un comentario