martes, 17 de julio de 2012

ELOGIO DE LA VIDA INTERIOR SENTIDA COMO ANTIGUAMENTE

Ruinas de Santa María de Óvila (Trillo, Guadalajara).


Quebradas las basas asentadas en la fertilidad
del prado, los capiteles tallados por orfebres
felices, su creencia en el cincel, cayeron al suelo
seguramente bendecido, sin estruendo polvoriento,
con la serenidad de mártir. Así perdieron su pétrea
historia, en cada columna héroe virtuoso distinto,
sumergida en la bruma de aquella edad llamada
oscura, sin saber, a ciencia cierta, qué fue época
tan duradera, por fortuna. Aquellos mostraban
símbolos quiméricos cuya fuente ha manado llena,
en forma de grimorio esotérico como sustento,
hasta la barbaridad que trajo el invasor más
guerrero. Este anuló cualquier espiritual endecha

o salmo en canto arrebolado e impuso la incultura
como santo y seña,
perseguidos los filósofos,
sacrificados los poetas.
Sintomático parece.
Destruyen cuanto les recuerda que la vida es
un soplo, el que después, como turistas,
silenciosamente, admirarán, como el hálito
de un Dios festivo. El mismo que presidió
honorablemente la vida perdurable, amén.
Esta vida es un mar abierto a ese inmenso
horizonte que es la mismidad abisal donde
ocurren las cosas más alejadas del espectáculo
espectral. Quizá haya que sentirse
con la condición del páramo elegido
para que la ciencia traspase la palabra y sea
scriptorium secreto. O bucear

en la interior bodega del espiritual deseo. 

¡Nunca hubo tanta soledad omnisciente como
en el remanso de esa historia que ansío vivir
diariamente y por eso mi habitáculo en la calle
tranquila! Sólo esperar que en claustro cercado
viva la experiencia salobre de la esteta presencia
de la intensidad expresiva de la oración
de profunda comunicación estable.
Por ello, aquí, a la orilla del salmo,
como si sólo esperase el murmullo.
Sé que también hay otras cosas.
Pero no son estas porque ya son ruinas.



Calabardina, 17 julio 2012
José Luis Molina Martínez

No hay comentarios:

Publicar un comentario