viernes, 22 de julio de 2011

BORGES, ultraísta





LLANEZA




Se abre la verja del jardín
con la docilidad de la página
que una frecuente devoción interroga
y adentro las miradas
no precisan fijarse en los objetos
que ya están cabalmente en la memoria.
Conozco las costumbres y las almas
y ese dialecto de alusiones
que toda agrupación humana va urdiendo.
No necesito hablar
ni mentir privilegios;
bien me conocen quienes aquí me rodean,
bien saben mis congoja y mi flaqueza.
Eso es alcanzar lo más alto,
lo que tal vez nos dará el Cielo:
no admiraciones ni victorias
sino sencillamente ser admitidos
como parte de una Realidad innegable,
como las piedras y los árboles.





Jorge Luis Borges escribe este poema, una vez regresó a Argentina de su aventura ultraísta española, para demostrar que su visión de este movimiento difería de la de los poetas españoles. A los argentinos nos les emocionaban, como a los españoles, los aviones.

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