viernes, 22 de julio de 2011

A LA MUERTE DEL ACTOR ISIDORO MÁIQUEZ






Tengo a mano, aún, y vive conmigo en Calabardina, junta a esas tablas de trigonometría rescatadas después del sismo, una ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA, SIGLOS XIX-XX, de la Editorial Teide, confeccionada por Martín de Riquer. Entonces era catedrático de Historia de las Literaturas Románicas de la Universidad de Barcelona. Es la segunda edición, del año 1958. Tiene dos firmas mías, por las que se pueden inferir la evolución de la misma, pues quedan próximas aquella y la actual. Escribí también mi domicilio y otras cosas que eran emociones para mí. ¡¡¡Qué risa y qué rubor!!! Al margen de las Canciones del alma de San Juan de la Cruz, escribí, adolescente ingenuo, unos Paralelismos con el amor humano. Pero, bueno, la juventud es muy atrevida.
Las Antología proporcionan sorpresas porque siempre hay algo que desconoces de lo antologado. Hoy voy a rescatar un soneto muy poco conocido:


Tú solo al arte adivinar supiste
que los afectos acalora y calma;
tú la virtud robustecer del alma,
que al oro, al hierro, a la opresión resiste.


Inimitable actor, que mereciste
entre los tuyos la primera palma,
y amigo, alumno y émulo de Talma,
la admiración del mundo dividiste:


¿a quién dejaste sucesor muriendo?
¿de quién ha de esperar igual decoro
la escena, que te pierde, y abandonas?


Así dijo Melpómene, y vertiendo
lágrimas en la tumba de Isidoro
cetro depone, y púrpura, y corona.


Leandro Fernández de Moratín


Talma: actor francés que tenía una escuela de teatro.
Melpómene: musa del teatro



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