domingo, 9 de enero de 2011

LAS LÁGRIMAS DEL TRISTE












ELOGIO DE LOS DÍAS HABITADOS

A la espalda los días viejos,
los viejos días crispados
de baldío enojo, de episodios
increíbles, de tormentas grises,
de abismos solitarios no ocupados,
de intrépidas maceraciones corporales,
de agua florida para el riego
elegíaco de la palabra salpicada
de saliva que cae desde el labio,
leporino pensamiento estéril
el de los viejos días viejos.

Así que, ahora, aquí y allá,
en el lugar de siempre,
espacio achatado por la lobreguez,
por la lluvia de abril,
menuda y frágil,
rosa mística,
estrella fugaz,
consoladora de los viandante peregrinos,
de los soliloquios de primavera,
como amor nacido del olvido
de los días viejos,
viejos días de acero,
gris y más gris el horizonte,
mientras el azul cielo azulado
es un prodigio salpicado de nimbos,
cada uno su forma, su manera de ser,
aquí la poca paz que deja la gloria
podrida de los días
viejos o no, siempre viejos,
siempre azogados,
y allá el pozo sonoro de la existencia
llena de días habitados de (des)dicha.



PROPÓSITO

No son fáciles de interpretar los días
ni los senderos seguros de seguir.
Mas, siempre ha sido así, y lástima
si alguna vez el interrogante desaparece,
porque la vida habrá dejado de ser
y un espacio hueco ocupará el centro
del silencio que circundará el caos.

¿Qué será de mí entonces?

¿Vagaré, pues, como ahora, de aquí
para allá,
de la ceca a la meca,
construyendo de nuevo
cuanto más tarde
desmontaré, piedra sobre piedra,
para hacer un nuevo edificio
en el que la soledad y el silencio
sea la única existencia posible?

Nada importa al engranaje
un yo más o menos.
Ahora mismo nadie tiene en cuenta
que buceo en mi interioridad
absorta y conozco cuanto
me ha estorbado para serme.

Jamás volveré a libar del pecho
de las núbiles porque ya ha llegado
el tiempo del alejamiento
y estoy igual que antes del amor.



MISTERIO Y SILENCIO EN LA PIEDRA

Desconsiderados podríamos llamarlos por la
omisión vegetal en las hornacinas labradas
en el estupor, en el tímido llanto de la escasez
de atributos artesanos. ¿Acaso no se consideran
agrestes soñadores, vagabundos que hollan
la Castilla, en medidos pasos calculados,
atareados portadores de cartabón y secreto?

Apenas importa, padre, a mi doncellez, las
querellas con obreros transhumantes, ligados
por lóbregas cadenas a un destino largo de
piedra. Qué interesa a mi voluntad de serme
yo, este candado que arrincona mi escasa
libertad, en esta envoltura airosa que mantiene
en claustro mi tibia comezón despiadada en
el lugar, para mí, del desencanto y la sinrazón
impuesta, sin contar conmigo para este reposo.
Visceral forma de perderse en laberinto, húmeda,
en tanto los aullidos carnales ascienden
hasta el ahogo gesticulante del párpado
como girolas breves tendidas a la majestad del cantero,
amor que te sueño desde la esquirla del mármol
que adornas con tus golpes sombríos y recios de
hombre a quien tocar. Niégueseme el aire, hasta
que aparezca, en soledad manifiesta, por el quebrado
alero de la eterna umbría que es permanecer
ardiente, al frío de la ventana, siendo miedo y
muerte cada sonido pacífico de la relojería que
acompasa todo suspiro de amor siemprese ansiado
”.

Desconsiderados es poco: olvidar aquella
enseña, el deseo tantas veces interiorizado
de poner semblante de donosura al hábitat
ingente que, desde la penumbra de la fosca
nubería, se adentra hasta la silente limpidez
de lo constantemente inventado.
Marcharán,
artesanos doloridos por el pesaroso cadeo del golpe
a labrar en la frente sincera de los desacatos,
en la siniestra humedad de la impuesta ilustración
vegetal, mientras sedientos seductores alongan, en
pétrea solicitud, su escaso poder de administrar sus
propias vidas marcadas entre el compás y la roca.

Ya es silencio cayendo en lentitud
de herida como el duro contorno de
la piedra, urbano destino y frío contraste
en la escasez de la compañía. Fuéronse
los golpes que anundaron mi corazón
al rostro, este a la llama, mi cuerpo
a la galanura del cantero enamorado.
Nunca más será la espera, el atisbo,
el modo astuto de poder enmarcar el
óvalo del rostro entre los marcos
férreos de la clausura nunca deseada,
siempre maldita. Como mi íntimo penar
de doncella que sólo sabe su propio
desiderio, ausente de sí el generoso
goce que todo abrasa, y yo negada
”.


Ilustraciones:

Antigua puerta del Juzgado de Lorca: Fotografía J. L. M.
Apeles. Venus Diadomea
Desnudo: óleo de Rudolf Schuler

Texto:
José Luis Molina

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