miércoles, 25 de mayo de 2011

LOS DÍAS DESDE LA CALA

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Con el estupor aún en el rostro y el malestar instalado en mi vida diaria, soy tan pesimista en cuanto a la solución de tanto problema personal generado por el terremoto que no creo en la solución oficial. Si yo tengo una vivienda, si ha sido parcialmente demolida por el terremoto, si me ha llegado la ayuda, si se arregla el inmueble, si quiero venderlo, ¿cuánto me pagarán por él? ¿Cómo va a responder el mercado de venta ante la oferta de pisos nuevos procedentes de los embargos anteriores por la banca o cajas de ahorro? ¿Cuántos años se necesitan para que la normalización llegue a la ciudad? Si la OCDE calcula en 15 años la normalización del país, ¿cuántos años le quedan a Lorca tras esta agonía lenta que hará derrumbar edificios para que se edifiquen nuevas viviendas sin necesidad de estar reparadas? Las viviendas que se reparen siempre serán viviendas de segunda mano, por decir algo, viviendas señaladas por el terremoto.  Antes de todo esto, hace falta que el ayuntamiento pague a los proveedores las deudas contraídas para que estas pequeñas empresas puedan funcionar y seguir dando trabajo a otras gentes que así recobran su dignidad y pueden hacer frente a sus compromisos. Estas y otras cosas más pienso en la Cala.

                                                                     Casa de las Columnas tras el terremoto

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Todo el mundo sabe que gitanos de localidades que no son la nuestra han ido a Lorca, por si pescan en mares ajenos una casa o algo parecido. Han tenido que cerrar, según se lee en la prensa, un comedor porque, en tiempos revueltos, sin trabajo de aquí a 15 años, por el mal enfoque de una situación económica concreta por un inepto y sus secuaces, se ha de llenar la tripa y, a ser posible, más de una vez al día. También es cierto que hay problemas sociales no solucionados, como la situación de los emigrantes, puesta en candelero por el famoso terremoto del 11 M. Desde el balcón de esta Cala, pienso que son situaciones sociales diferentes que no se deben mezclar en el mismo cedazo. Una cosa es el problema creado por el susodicho seísmo y otra facilitar mejor vida a nuestros gitanos y a los emigrantes. Así que, a cada problema, hay buscarle su solución distinta. Tampoco hay que correr: España entera sabe que la reacción de los lorquinos ha sido ejemplar y que las heridas restañan poco a poco. No me hagan ustedes quejarme de que parece que se quiere aplicar aquello de aquí no pasa nada. Pasa y mucho. Y no hay que ocultarlo. Si hay alguien que no lo soporta por su natural delicado, que pida ayuda psicológica.

                                                                  Casa de las Columnas tras el terremoto

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No sé si en Lorca se está escribiendo la crónica de este acontecimiento o se está dejando a la prensa que sea ella sola la que recoja tanto drama general y personal. Alguien más joven que nosotros podría dedicarse a ello. Hay que despabilar y ponerse manos a la obra.

                                                                     Casa de las Columnas tras el terremoto

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Casa de las Columnas, edificio
que avalora el poblado ciudadano
con su severo estilo castellano
y su aire de palacio prelaticio.

Churriguera le dio arte y oficio
al práctico y anónimo artesano
que modelara con segura mano
las dos columnas de su frontispicio.

Hay dos balcones de labor forjada
que dan vuelos y presencia a fachada
con sus hierros de pura artesanía.

Más arriba rematan el conjunto
ventanas con dintel de medio punto
que a los altos le dan luz y alegría.

(Miguel Gimeno Castellar)

                                                                     Casa de las Columnas tras el terremoto

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Plaza de España

Señorial, recoleta en tu contorno,
periferia de piedras medulares;
tus nervios son arcadas de sillares,
tu gracia, la serena de tu entorno.

Enhiesto campanario, como exorno,
que cita parlamentos populares,
o debate problemas seculares:
senadores emprenden su retorno.

Notario predilecto de la villa,
rubricas efemérides gozosas
que conforman tu majeza sedentaria.

La huella de tu impronta maravilla
a las gentes que pisan jubilosas
tu corteza de dama centenaria.

(Mateo Egea)

                                                        La Plaza de España hacia 1920

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