lunes, 23 de mayo de 2011

RESPUESTA A ERALUCANA

El escrito

Querido maestro:
                            Acabo de levantarme y me siento confundido: el azul de la mañana es un azul marino. Lo que ayer tarde eran golondrinas y vencejos, planeando por la Plaza de Afuera y en torno a la Colegiata, se han transformado en gaviotas. Los gorriones, tan cercanos y parlanchines siempre, esta mañana se notan distantes. Y hasta los mirlos del huerto han perdido su grácil movimiento, por entre las ramas del naranjo, y aparecen garras duras en lo que antes eran frágiles dedos. ¿Qué otra cosa puedo hacer que abandonar el ventanuco de eralucana y recluirme en el invernadero? Con lo que está pasando, allí me siento más seguro; sin en cambio aquí estoy indefenso. ¡Cuánta desolación para paraje tan pequeño! Un abrazo.

                                                                                                  Gorrión azul

La respuesta

¡Cuanta, cuanta sutileza... querido Eralucana! 
                  Aún quedan ojos para encontrar belleza en tanto erial profundamente roto. Aún se puede ver más allá de lo no existente y encontrar algo a que agarrarse para no perderse en el castigo duro a un pueblo irredento, que sólo estaba ocupado en el convite del pan y circo y se olvidaba de la alegría del vino, que sólo estaba ocupado en la indolencia de la hecatombe carnal y se olvidaba de la cochura de la noble efigie candeal, que sólo estaba ocupado de la solidez de la piedra angular y se olvidaba de la cadencia del misterio que desunía la piedra dovela y mandaba la historia al lugar oscuro de los recuerdos. Siempre habrá mirlos, alcaravanes, golondrinas de mayo, ruiseñores de Japón, alondras, y los pájaros de siempre. Ahora, como tú y como yo, están asustados, están ateridos del susto, del ruido de la piedra al caer, del ruido de las lágrimas al caer, del ruido de la sorpresa al caer, del ruido del alma al caer al infierno de las cosas que ya no volverán. Es voluntad de los dioses que estés indefenso para que entiendas tu grandeza de hombre, para que comprendas que no somos nada sin la mano de los dioses, que Lorca es un pueblo dejado de la mano de los dioses y por eso, de cuando en cuando, algo produce el caos, la desolación, la ira y la tierra se abre y rompe y rasga como si fuese tela que cortar para hacerse una túnica para la representación. Hay que inventar un canto de vida, de renovación, de música pasional, una música para ir de Eralucana al Invernadero. Pero, a la puerta de cualquiera de estos lugares has de sacar un buen vaso de cerveza, de abadía a poder ser, y brindar por lo simbólico del ser humano, mientras de tu garganta salga el grito eterno que te librará del miedo, del susto, del pasmo, de la soledad, del silencio y te llevará a la amistad de la tierra, a la amistad de las flores que tenías cerca, como me dijiste camino de Iniesta. Sal de allá y pasea tus pasos por los lugares de la desolación para testimoniar tu amor por las cosas perdidas y vencer los rumores de otros males. Más allá de Eralucana también ha llegado el dolor. Que los dioses nos libren de aparecer malhumorados porque hemos salvado el peaje de la Estigia. A nosotros sólo nos queda contemplar la evolución del daño, las prisas por la normalización, como si fuese más importante dar señales de algo que no es prioritario como restañar las heridas que cada día necesitan ser curadas, de las cicatrices que van a supurar excesivo tiempo, de los lamentos que se vocearán en silencio, que se van a quedar en la bóveda de la boca, porque si sale todo cuanto este noble pueblo lleva en el pecho, ni Eolo va a llegar tan lejos en su osadía. Por eso somos hombres, porque sabemos asumir tragedia trágicas como esta. Te brindo una máscara para que la pongas debajo de tu rostro de humano. Un abrazo desde la Cala.


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