lunes, 18 de abril de 2011

JESÚS TOMÉ






DE CÓMO CONOCÍ A JESÚS TOMÉ

Cuando comencé a escribir Sacerdotes poetas, entablé amistad con algunos de ellos. En verdad, todos se portaron bien conmigo, e, incluso algunos, me ofrecieron originales inéditos. A Amable Sánchez Torres se le publicó un poemario, del que hablaré en su momento, en la Editorial 23-27, de la que formaba parte. Antes de acabar con el libro, apareció el de Florencio Martínez Ruiz, Nuevo mester de clerecía. Y allí se acabó mi aventura porque ni la Editorial Sígueme quiso publicar mi libro. Creo que ni lo abrió. Empezaba ya la secularización desde la misma Iglesia, quizá porque esperaba que le pidieran cuentas con la democracia. Las cartas están en el trastero de la casa en la que habito cuando voy a Lorca y espero que mi hija las destruya todas. Entre la gente que conocí, se encuentra Joaquín Galán, poeta también, secularizado y dedicado a la enseñanza, quien me puso en contacto con Jesús Tomé. De estos tiempos es mi amistad con Jacinto Herrero Esteban. Debió dejarme un libro, Traigo esta tristeza (1960, Premio Ciudad de Barcelona), que ahora poseo adquirida en librería de viejo, que entonces me copié a tinta en dos cuadernos escolares, libro que después encuaderné, y que aún poseo. Me dio su dirección de Puerto Rico, trabaja aún en la Universidad de Río Piedras, y me envió una separata de la revista Sin Nombre, con una serie de poemas recogidos todos bajo el título de Poemas para un exilio. Era el año 1976. En el año 1981, Joaquín Galán, me envía una Antología poética de Jesús Tomé, prologada y seleccionada por él, además de aportar una multitud de datos biográficos. Últimamente me he hecho de sus libros anteriores: Hijo de esta tierra (1958), Mientras amanece Dios (1955) y Senda del hombre (1959). Desde que existe el rollo de internet, he entrado en su web y he leído sus poemas nuevos. Ahora estoy detrás de hacerme con su OBRA COMPLETA que se editó en Puerto Rico el pasado año de 2010, odisea que prometo contar.

SELECCIÓN DE SUS POEMAS A MI DEBIDA

1.
Restañamiento en la tristeza


Sólo me queda Dios y esta tristeza
que desde siempre mana
como un río de música incolora
que me devana el alma.

Y el alma se me va no sé hacia dónde,
no sé por dónde, sola, se me escapa
cabalgando en la música incolora
de esta tristeza que me mana y mana...
(El dolor es un viento puntiagudo
que me corta y divide y despedaza;
la tristeza es la brisa que me ciega,
la lluvia sin contornos que me cala).

Me siento tan borroso que me veo
ya sin propio perfil, por la distancia,
siendo un mismo dolor, o una tristeza,
con la tristeza que el paisaje sangra
irrestañablemente en los caminos
por donde el corazón se me derrama:
ya es un agua que filtran las arenas
de la dormida senda rescatada,
agua clara que beben los caminos,
que avanza, en el camino resbalada,
revelando las más insobornables
tristezas de mi alma...

No sé dónde me encuentro;
perdido ya de vista en la distancia,
me confundo con todo lo que existe:
con la luz, con las sombras, o con nada:
todo mi lento ser se está pasando,
pasándose al paisaje casi alma;
y el alma se me va tan clareando
que casi es ya mirada...

Mi corazón va siendo una dormida
ciudad por donde corre el agua,
y esta ciudad del corazón despierta,
despierta hacia la luz que la restaña.


(Mientras amanece Dios, 1955)

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