viernes, 22 de abril de 2011

LOS DÍAS DESDE LA CALA

VIERNES SANTO




Si hay alguien, alguna vez, que se queje con toda la razón del mundo, ese es Jesucristo: Popule meus, quid fecit tibi? aut in quo contristavit te? responde mihi. ¿Pueblo mío, qué te hice? ¿en qué te molesté (entristecí), responde, dime. Amó tanto a su pueblo que lo amó hasta el fin, es decir, hasta su muerte y muerte de cruz. Ni amamos la cultura occidental, ni queremos la fe, la rechazamos, dice voces autorizadas, que se pueden creer o no, según. Claro que cada uno tiene su razón oculta, muchas veces, sin consistencia. Sería más fácil y productivo enfrentarse con las cosas o con sus razones, pero... es signo de los tiempos irse de compras el jueves santo y quejarse de que, envidiosos, los laicos también quieren sus procesión laica, pobres sin sentido, que están en todo su derecho según ellos dicen y a mí qué. La gente acude a ver el arte acumulado desde hace siglo, al menos cuatro, y no a ver parodias insultantes. Bien, con la inconsistencia por bandera y la debilidad mental por consigna, todo es posible. Es la mejor manera de que este pueblo sea lo que va siendo, en lo que lo van convirtiendo. Quia eduxisti de terra Aegypti: parasti crucem Salvatori tuo. Que viene a significar: Yo te saco de Egipto, te saco de la pobreza, te saco del dolor, te saco de tu problema y tú me preparas la cruz, me insultas, blasfemas, me vas a matar. Esto, antes, hace pocos años, era doctrina común. Ahora, con la adultez de pueblo democrático (?), la cosa va por otro camino. Pero no por ello hay que borra lo anterior, sino respetarlo y el que quiera que lo siga. Yo celebro la Semana Santa tras los cristales, mirando al mar que sigue aún grisisucio. Al fondo, se ven los pueblos lejanos: Mojácar está justo enfrente. El islote aprendiz de isla, el Fraile, oculta con su mole algunas playas tranquilas.


La interioridad es un atributo humano que no se puede poner ni en tela de juicio ni juzgar sobre ella porque pertenece a la propia intimidad, pero sí es cierto que se reconforta con la cercanía de la belleza, del honor, de la bondad, de la cultura (no precisamente la de masas). Donde esté la inopia, no hay luz. No hay deseo de avanzar simplemente por la bonhomía. "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos, Señor, de todo mal". Pero la tragedia es que el mal es muy listo para organizarse y nos persigue porque, como no tiene el bien, lo odia. Por eso se dedican con pulsión a la consecución de los bienes terrenos. A veces, la persecución llega hasta la Cala, pero aquí sabemos defendernos de los pobres de espíritu que se presentan como si fuesen la salvación del mundo y la tuviesen en sus manos y ellos la repartiesen. Con vuestro pan os la comáis, que, en la Cala, a cada día le basta su afán.


Te conduje cuarenta años a través del desierto, te di de comer maná y te dejé en una tierra ubérrima. Como premio, me preparas la cruz. Pues este tipo de comportamiento se ha impuesto entre nosotros. Por ello mejor la cala que el foro abierto en el que cada uno dice su tontuna. Ya lo decía Juan de Ávila: "tiene esta ceguedad del entendimiento este particular mal, más que la dureza de la voluntad". Cambio de lectura y merece la pena, por más que mi vida continúe con la rutina de siempre: "La adoración no necesita voz, sino voluntad; pero, a veces, su calor emocional calienta, apremia, devora, incendia, y asciende en llama de amor viva que tiernamente hiere y suavísimamente consume derramándose en estrofas enamoradas". Esto es lo que se pierde el que se denomina ateo. Además, me da un consejo que, al parecer, yo ya he tomado: "Hemos de labrarnos nuestra clausura personal con el mimo y la ilusión de unas tapias y una redes que hace frente a todos los lugares y rincones y es más sólida que todas las circunstancias y acontecimientos". Tate, tate, folloncicos, que diría Cervantes.




(Ilustraciones:
(c) sus autores

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