martes, 26 de abril de 2011

JESÚS TOMÉ




NADA HASTA EL MONTE Y, EN EL MONTE, NADA 

En campo de Castilla, seco, duro
y abrasado de sed, vino a la vida 
una llama de amor tan encendida 
que traspasó de luz lo más oscuro.

Descolgándose a oscuras por el muro 
de su prisión, con alma desprendida, 
emprendió, entre celadas, la subida 
hasta alcanzar el inmortal seguro.

Para alumbrarnos en la noche oscura 
dejó en la senda oculta y empinada 
un reguero de voces que fulgura 

y avisa del peligro y la celada:
Sólo consigue a Dios quien no procura 
nada hasta el monte y, en el monte, nada.


  


 UNA SOLA TRISTEZA: NO SER SANTO 
  
 Ayúdame, fray Juan; alta es la cumbre, 
estrechos y espinosos los senderos, 
incesantes y extraños los oteros 
donde de nada sirve la costumbre.

Me ha trabado los pies la incertidumbre
y me acosan avisos agoreros,
ciegos mis ojos son y pordioseros
mientras la llama viva no me alumbre.

Ayúdame a vivir de tal manera
que ya mi vida sea un mientras tanto
bajo la noche oscura y a la espera

de que borre mi vida con mi llanto,
soportando, al final de mi carrera,
una sola tristeza: No ser santo. 


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