sábado, 2 de abril de 2011

LOS DÍAS DESDE LA CALA





Jacinto Herrero Esteban

Cada una de las felicitaciones que Jacinto me envía tiene, por detrás, unas líneas. Me indica, por ejemplo, que ha cambiado de casa y, por lo tanto, de dirección. Y lo tengo en cuenta. Cuando no sabe qué decir, pues tampoco se entretiene mucho: "Yo siempre tarde con mis felicitaciones, pero lo importante es que no nos olvidemos". Así dice en el 1988. Nunca he dicho nada de esto, pero, la de este año de 1990 si la voy a transcribir. Hay quien busca noticias nuevas sobre Jacinto. Pues, aporto lo que puedo porque, además, no descubro nada del otro mundo, sino las relaciones amicales de dos personas:
"Querido José Luis: Mi primera tarjeta de felicitación de este año es la tuya, para agradecerte también la carta abierta que me ha sorprendido en EL DIARIO DE ÁVILA del pasado domingo. Gracias por tu recuerdo y aprecio de mis versos. Lo del homenaje no llegará. Tampoco es como alegrarse mucho al llegar a cumplir los 60 años. ¡Qué horror! El hecho de vivir entre muchachos siempre hace que uno no crea en el paso del tiempo. Pero pasa. Mi madre cumplió este agosto 95. Necesita cada vez más atenciones. Es dulce verla envejecer y terrible también. Que el año sanjuanista te traiga paz y poesía. Un gran abrazo. Jacinto". Era el año 1990 y yo había escrito una carta abierta al periódico felicitándolo por su cumpleaños y pidiendo un homenaje. No pude estar en su homenaje en Ávila, pero Carlos Aganzo, director del periódico, me pidió una colaboración que envié. Así pues, este año, Deo volente, cumplirá 82.

EXPLORACIÓN DE LA POESÍA

Es este un libro de ensayo de Gabriel Celaya que compré en 1971 y ya iba por su segunda edición. Ayer se vino conmigo para Calabardina, por si ayudaba en la misión de leer y escribir poesía. La poesía, digo yo, no aleja del mundo. Cuando estás ardiendo por tanto desmán de los politicastros del mundo mundial, globalizados en sus tejemanejes, multiestafadores de la visión de los sueños, por suya desaparición se reza a Dios cada día, lo mejor es ponerte a leer o escribir poemas de amor desesperado y que las canciones se tejan entre los suspiros de los ángeles o el desliz de andarse entre los árboles. Se han creído esta gente que el coto es suyo, abusan de la gente que cree en los sufragios (yo sólo creo en el de las ánimas benditas) y hacen lo que les da la gana porque además quedan impunes. Bueno, no era esto lo que quería decir, al contrario, tenía tanta gana de decirlo que al final ha salido. Y todo por ocasión del Gabriel Celaya. Me tranquiliza su escritura: "Hay muchos modos de abordar la Poesía. El mío no es el de un profesor, aunque bien lo quisiera, porque ningún recurso está de más en los casos difíciles, sino simplemente el de un enamorado que ha testificado con miles de versos sus entusiasmos, sus preocupaciones, sus rabias y sus entregas". Por hoy basta. Mañana, más.

POEMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE (Antonio Colina, 1971)

Riberas del Órbigo

Aquí en estas riberas donde atisbé la luz
por vez primera dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando atardece lento...
Qué fresca placidez, qué densa luz suave
pasa entonces al ojo, qué dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por donde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped...
Y entre tanta hermosura rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí en estas riberas donde atisbé la luz
por vez primera miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula enjoyada del río,
el dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí en estas riberas donde atisbé la luz
por vez primera dejo también el corazón.


CODA
Fernando Cuadrado, de quien recomiendo su web (www.eralucana.com), me dio a conocer un poeta Antonio Gracia llamado. El libro se titula LA EPOPEYA INTERIOR y es Premio Fernando Rielo de Poesía Mística 2001. Me pondré al día en eso de poesía mística en estos lares, porque ya no sé distinguir entre poesía religiosa, poesía mística y poesía, estando los que están igualando por abajo la POESÍA con mayúsculas. El libro se abre con
El cuerpo luminoso

¿Cómo llegaré a ti, cadáver mío?
¿Con qué palabras puedo despertarte
o con qué dulce música acunarte
para aliviar tu yermo escalofrío?

¿Qué silencio o qué voz puede llegarte
y desatar de nuevo tu albedrío?
¿O acaso estás en tan hermosa parte
que no quieres venir a este vacío?

¿No eres tú mismo? ¿Quién ha transformado
tus huesos y tu carne y tu conciencia
en tan breve momento dilatado?

¿Hay otra luz más bella en ese lado
que a los cuerpos les da la transparencia
con que siempre las almas han soñado?


Escuchemos un momento a Cesare Pavese (leed ya, si no lo habéis hecho OFICIO DE VIVIR)

"Porque un mito, para ser históricamente legítimo, ha de ser creído en su tiempo y debe ser la última palabra de la crítica de su tiempo [...] Lo mismo sucede con las estructuras de la poesía de los diferentes tiempos. Que las fábulas del pasado sean para nosotros mitos es indiscutible, pero para hacer gran poesía el poeta ha debido CREER en sus fábulas, es decir, cxreen que eran la última palabra de la crítica de su tiempo". Sic dixit el 14 de septiembre de 1936.

Ilustraciones La fotografía de Ávila y la de Juan Montiel, amigo mío, son de mi autoría. (c) La del río Órbigo esta sacada de internet. (c) La Anunciación estaba también por ahí, entre mis cosas, tomada de no sé dónde. El (c) es de sus dueños. Pero no hay ánimo de lucro, sino de ornato.

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