sábado, 23 de abril de 2011

LOS DÍAS DESDE LA CALA






Si algún adjetivo le corresponde a este Sábado Santo es el de sosegado. Ha amanecido soleado. Un horizonte despejado, con sol, que será más bello al medio día, cuando los bañistas venidos de la lejana capital, sin muchas novedades a imitar, se metan en el agua entre gritos fríos y ademanes chuscos, va a hacer del día de hoy el deseado de los consumidores: el consumo es la nueva religión.



Ayer, el mal día que Dios nos dio para que gozáramos hoy del nuevo día, me llevó a la lectura de unos libros teóricos que había adquiridos la semana anterior por internet. Algunas cosas se aprenden con la lectura y pueden servir en esa política de enriquecimiento interior que nos hemos marcado para recuperar los daños acumulados:
"El acto poético es un misterio, y hablar de las causas posibles del misterio es explicar lo inexplicable. Pero esta imposibilidad o, mejor dicho, esta inutilidad del esfuerzo, sólo es evidente si por causa entendemos causa eficiente o causa final, es decir, si pretendemos buscar a la creación poética el germen del que brota o la finalidad a que obedece. Pero lo uno y lo otro, en la medida en que nos podemos acercar a ellos, pertenecen más bien al estudio de la estética. La literatura no pretende llegar a tanto. Por lo menos, no es nuestro propósito remontar al origen del arte al hablar  de causalidad en literatura" (Alejandro Cioranescu. Principios de literatura comparada, 2006).


Esta vacaciones han sido buenas hasta para los que no las necesitamos porque nuestra vida es una vacación eterna: sólo nos queda, al menos a mí, acabar nuestra vida tal y como podamos, porque ya se encargarán los poderes públicos de amargarnos con malas praxis y excesivos impuestos para gastos no siempre honrados. Lo peor de todo esto es que se creen que nos han engañado y que la capacidad de las Chacón, Pajín, Jiménez, Aído, Salgado y demás está por encima de lo que nos merecemos los españoles. Y así ha sucedido también con los claros varones que también ostentan y han ostentado poder en estos últimos años que nos han hecho y nos harán llorar. Pero nuestra esperanza tampoco va mucho más allá porque qué van a hacer los varones y féminas que nos coloquen en su lugar. Y digo que las vacaciones nos han venido bien porque rápidamente, mañana mismo, volvemos a la rutina diaria, que no es poco. Nos quedan unos meses de consumo playero que alterará la paz de los residente del todo el año. ¡Ah!, el ayuntamiento tampoco ha mandado limpiar las playas. No entiendo cómo la gente no da la espalda a estas playas y a sus instalaciones.




He regresado en estas vacaciones a mis recuerdos adolescentes. Así que hoy vuelvo al salmo correspondiente, el 150:
1. Alabad al Señor en sus santos, alabadlo en el firmamento de su virtud.
2. Alabadle en sus virtudes, alabadle según la multitud de su grandeza.
3. Alabadle con el sonido de la tuba, alabadle con salterio y cítara.
4. Alabadle con tímpano y coro, alabadle con cuerdas y órgano.
5. Alabadle con címbalos biensonantes, alabadle con címbalos de júbilo: todo espíritu alabe al Señor.





Hoy era día aún de silencio porque Jesucristo había muerto por nosotros y esperábamos su resurrección. Días fecundos en recuerdos estos de la Semana Santa... He recordado a mis familiares difuntos, que me introdujeron en estas prácticas hoy abandonada, pero respetadas y posiblemente deseoso de que no hubiesen desaparecido...





Penúltima estación
He aquí helados, cristalinos
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos,
qué soledad sin colores.
¡Oh, Madre mía, no llores!
¡Cómo lloraba María!
La llaman desde aquel día
la Virgen de los Dolores.
¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que moldee´con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano.
(Gerardo Diego. Vía Crucis).




A LA MUERTE DE CRISTO
Contra la dureza del corazón del hombre
                                III
Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra obscura,
da lágrimas al fuego, y voz al viento.

Pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura,
del más cercano se divide atento.

De pìedra es, hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos su semblante.

Mas no es de piedra, no, que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera
(Francisco de Quevedo)





(c) La propiedad de las imágenes sigue siendo de sus autores


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